Los desafíos de la gobernabilidad


Por Mariano Rovatti

Tras los resultados electorales, los distintos espacios políticos comenzaron a reposicionarse de cara al 2011. En esa ocasión, además de Presidente y Vice, se elegirán gobernadores en casi todas las provincias argentinas, y en ocho distritos –entre ellos la estratégica provincia de Buenos Aires – se renovarán las bancas de senadores nacionales.

Pero aún faltan dos largos años y medio para ello. Analistas y operadores se lanzan a hacer pronósticos de alianzas y rupturas, traiciones y lealtades, con sorprendente ligereza, como si el camino que falta para el 2011 fuera un dulce paseo de una tarde de domingo.



El kirchnerismo vive su hora más difícil. Se encuentra en una situación inédita. Desde 1987, cuando Néstor Kirchner asumía la intendencia de Río Gallegos, jamás al matrimonio le había tocado gobernar sin el poder absoluto.

Aun en mayo de 2003, cuando había ganado saliendo segundo de Carlos Menem, con apenas el 22% de la voluntad popular, Kirchner asumía en medio de un gran consenso social, que transformó rápidamente en poder concreto, adquiriendo en el día a día de la gestión la voluntad de gobernadores, intendentes y legisladores. Su firme determinación de construir poder, y las condiciones favorables de las que gozó, le permitieron agregar el apoyo de empresarios, sindicalistas y medios de comunicación.

Hoy, el kirchnerismo sufre la diáspora inevitable tras seis años de tenso ejercicio del poder, y de un par de derrotas capitales. Con el mismo oportunismo con que se le acercaron, sus leales de ayer son los traidores de hoy.

Tras la conmoción de la derrota, el matrimonio de Olivos se encuentra con la realidad de la gestión de gobierno, que promete complicarse proporcionadamente a la pérdida de su poder político. Una serie de desafíos lo acechan, obligando a la clase política a pensar más en el hoy que en el mañana.

Antes de las elecciones una serie de problemas hacían fila para ser resueltos. Hoy, se abalanzan precipitadamente sobre el gobierno y la oposición, desafiando a ambos a encontrar soluciones. Hacer planes para el 2011, con esta realidad, resulta un ejercicio de evasión mental; un entretenimiento propio de espectadores, pero no de los actores responsables del juego político.

La memoria argentina tiene frescos recuerdos de los procesos de acumulación y de descomposición imparable del poder. En ambos, la irracionalidad ha sido la bandera que ha guiado el ritmo vertiginoso de sus acontecimientos.

Teniendo en cuenta los antecedentes nacionales, y la naturaleza política de nuestra dirigencia en general, y del gobierno en particular, veamos algunos de los desafíos que hoy le encienden una luz –al menos amarilla- a la gobernabilidad:
1. El posible fin de los superpoderes: la delegación de facultades financieras en manos del Ejecutivo fue el corazón de la política kirchnerista. La discrecionalidad en el manejo de los fondos –antes abundantes y ahora escasos- a cambio de lealtad política ya no es posible. El 24 de agosto, ya no gozará de esta herramienta -de excepción, según la Constitución- y que un gobierno normal no necesitaría para gobernar exitosamente.

2. Pérdida de apoyo en el Congreso: en diciembre asumirán los nuevos legisladores electos en junio, determinando que el oficialismo ya no manejará el Congreso. Pero a la luz de la historia, es lógico pensar que habrá una catarata de conversiones. La semana pasada, en un asado convocado por el Jefe de Gabinete Aníbal Fernández, hubo casi 30 diputados menos que los esperados. La votación por la renovación de los superpoderes será un test sobre la aptitud del oficialismo para seguir contando con el aval del Poder Legislativo.

3. Pérdida de apoyo de gobernadores e intendentes: tras la derrota, Kirchner ungió como heredero en el trono justicialista a Daniel Scioli, tan derrotado como él. El gobernador no logró encolumnar a nadie detrás de su figura. Sólo pudo pactar una tregua con los intendentes del conurbano, a cambio de designar en el estratégico Ministerio de Desarrollo Social a Cacho Alvarez de Oliveira, intendente de Avellaneda, en lugar del pinguino Daniel Arroyo.
Los gobernadores del PJ, se hallan en estado de asamblea permanente, dispuestos a retomar la mayor parte del poder político delegado al gobierno central en este quinquenio.
Al gobierno nacional aún le queda la fortaleza de ser quien maneja la caja grande, pero ésta no dispone de ningún resto, hallándose la Argentina, por primera vez desde 2002, frente a la posibilidad concreta de volver al déficit fiscal y al endeudamiento.

4. Déficit fiscal de la provincia de Buenos Aires: todas las provincias están en una situación similar, pero la más dramática por el volumen de recursos, necesidades, población e impacto político y social es la de la provincia de Buenos Aires.
La misma hoy por hoy no se encuentra en condiciones de pagar sus gastos corrientes de acá a fin de año. Pese a la negación oficial, la alternativa de resucitar al Patacón o mecanismo similar como medio de pago es más que una posibilidad.
El déficit fiscal bonaerense es sinónimo de hospitales colapsados, de escuelas paradas, de necesidades sociales acuciantes, de policías resignados. Alguien dijo que una bomba social que se enciende en el conurbano tarda menos de diez minutos en explotar en Plaza de Mayo. El recuerdo más vivo de ello, es diciembre de 2001.
La provincia sabe que podrá contar con apoyo muy retaceado por parte del Estado Nacional, que ya no dispone de los fondos abundantes de años atrás.

5. Fuga de capitales: Desde mediados de 2007, ha fugado 43 mil millones de dólares. De ellos, 11.200, en el primer semestre de este año. En el exterior existen 140 mil millones de dólares generados en la Argentina. El proceso es constante y creciente, y ya superó el volumen de fuga de 2001, previo al colapso político, económico y social que se llevó el gobierno de De la Rúa, y colocó al país en estado de cesación de pagos. En ese años, se habían ido del país 24 mil millones de dólares, que dejaron las arcas del Banco Central vacías, cosa que hoy felizmente no ocurre.
Este proceso se debe pura y exclusivamente a la pérdida de confianza en el país. No ya de los inversores externos, sino de sus propios nativos.
6. Tarifazos: Tras la devaluación, y la pesificación asimétrica, para mantener las tarifas a precios ilusorios se recurrieron a los subsidios porque había disponibilidad de fondos. Así se pateó el problema hacia delante evitando pagar costos políticos en años electorales. Ahora no hay más plata, y el gobierno se enfrenta a la inevitable situación de pagar ese costo político tantas veces evitado. La oposición –a su vez- también se enfrenta al mismo desafío: tiene la tentación de oponerse y obtener un rédito político fácil e inmediato, pero si frena el aumento, de alguna manera preserva al actual gobierno, no resuelve el problema y se lo traslada al futuro gobierno, o sea, a sí misma.

7. Pobreza creciente: Dos sectores que el gobierno discursivamente ha colocado a su derecha, la Sociedad Rural y la Iglesia Católica, han puesto en la agenda el tema de la pobreza, con al agregado de la inmoralidad que conlleva el falseamiento de las estadísticas oficiales. El INDEC señala que los niveles de pobreza en la Argentina están cerca del 14%, mientras que en el otro extremo, los obispos católicos afirman que ya trepa al 40%. Lo que sí es indubitable es que el proceso de pauperización de la sociedad es constante y creciente, constituyéndose en una bomba de tiempo.

8. Mayor independencia del Poder Judicial: la reflotación de las causas contra distintos funcionarios –Skanska, Jaime, Antonini, etc.- marcan que a los jueces ya no le resulta tan difícil jaquear al poder político con citaciones y el deterioro político que las mismas acarrean al ser reflejadas por los multimedios. El despertar judicial suele ser señal inequívoca de declinación del poder de turno.

9. El conflicto irresuelto del campo: tras el fracaso de la política oficial con respecto a las retenciones, el sector agroganadero ha empeorado su situación por la ausencia de políticas de estímulo, la brutal sequía que azotó al país y la crisis económica mundial. La quiebra generalizada del sector es una posibilidad concreta e inminente, que afecta a millones de argentinos. Como contrapartida, la puesta en marcha de las economías china y norteamericana, en especial la primera- abre una expectativa a la producción agropecuaria, que requiere de la implementación de políticas estables y coherentes con el sector.

10. Nuevo mapa sindical: La negociación entre el sindicalismo y el gobierno que culminó días atrás con la nominación en la Superintendencia de Obras Sociales de un hombre de Hugo Moyano, con la anuencia de los Gordos, marca el fin del alineamiento sindical con el gobierno. La CGT, tanto en su ala moyanista, como en su ala “gorda”, seguirá presionando sobre el poder político para obtener mayores beneficios. A cambio no ofrece apoyo alguno, sino simplemente, mantener un estado de paz social, que puede ser alterado en cualquier momento, conforme las necesidades o intereses gremiales. El poder de convocatoria de la CGT quedó claro con la movilización del 1° de mayo; y la capacidad de acumular poder también: Moyano controla la logística del país, ya que además de manejar el gremio de camioneros, el de choferes de ómnibus, y el de taxistas, logró ubicar al hijo de su abogado en la presidencia de Aerolíneas Argentinas.

11. Nuevo escenario internacional: el Presidente norteamericano Barack Obama ha generado un temblor en el panorama político sudamericano, desafiando abiertamente a Hugo Chávez, e indirectamente a su admirado Lula Da Silva. El acuerdo con Alvaro Uribe para instalar bases militares en Colombia obliga a definiciones concretas por parte de los líderes de la región. Así como Obama promete cierta retirada de Medio Oriente, muestra una mayor actividad militar en América del Sur, intentando reforzar el liderazgo en la región. La próxima reunión de la UNASUR mostrará las distintas reacciones frente a esta nueva acción estadounidense, en la que no habrá lugar a medias tintas. ¿Dónde se posicionará Argentina? ¿Mantendrá su flirt con Chávez, Correa y sus aliados? ¿Buscará unir fuerzas con Brasil y Chile? ¿Acentuará su aislamiento? La decisión de nuestro gobierno tendrá directa incidencia en la credibilidad del país, y en la inserción de éste en el nuevo mundo que se está gestando.

Por ello, todo lleva a pensar que para el 2011 falta un trecho muy largo y muy difícil, en donde el gobierno y la oposición tienen responsabilidades graves. Todavía pueden pasar muchas cosas que no pueden preverse, o que previstas, no puedan evitarse.

Buenos Aires, 9 de agosto de 2009


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