Semana 26 de 2010

Por Esteban Peicovich

¿Qué es uno? ¿Quién es uno? Sólo las palabras lo pueden decir. Borges lo tenía clarito “Soy un veterano del pánico. Esto es, un argentino” ¿Y qué es ser argentino? César Fernandez Moreno no perdonaba: “Ser argentino es como tener una madre idiota” País desflecado. Constitución camino de ser texto subversivo. Gobierno sin barreras. Oposición en pañales mojados. Míster K. buscando sucederse en Madam K. Así encuentra la historia del mundo al país este domingo al que el fútbol programa alegrar y Maradona lo consigue descerebrar. Está ispa el país. Discurriendo más en su revés que en su derecho.

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Aceptando doblaje de identidad con la misma porosidad con que recibe ritos y costumbres de las pelis de tevé. Tanto sopor y medianía se atribuía antes (con razón) a la voracidad del Imperio. Ahora lo es por imperio de una vocacional dejadez y por nuestra grandísima culpa. No busco aguar el Día del Boludo que tres Vivos le aplican al domingo de autos. Su arribo se suma a otros sustentables proyectos para reforzar el Ser Nacional, como lo son, por caso, “los ñoquis del 29” y la nacionalidad inglesa a quien no salta ipso facto si topa en la calle con una procesión de barras bravas. Maestro. Señor. Caballero. Jefe. Tío. Papá. Man. Boludo. Estas 8 palabras retratan la mutación de la última Argentina. Durante el menemato entró a regir el ahora hegemónico “boludo” y a convertirse en nombre de ex persona. Vino para quedarse. Poco a poco Luises, Néstores y Orlandos, etc. mutaron a Boludos, así como Anastasias, Olgas e Inmaculadas a Boludas. Y en ciertos casos (la obcecación se premia) en reboludos o reboludas, según. En 2010 (llueven motivos) millones de argentinos se obstinan en idiotizar sus vidas saludándose al menos con un “boludo” por día. No solo eso: también actúan según esa devastadora ideología de base. Por eso, es algo iluso esperar sorpresas en las urnas. Por un tiempo el boludismo se impondrá al argentinismo. Al vocablo “argentino” le cuesta radicarse aquí. No se halla. Hasta fue triste comodín de “Lavarse las manos” con aquel “Ah, yo argentino”, esto es el “Hacerse el boludo” que festejan hoy. Y vaya que arrastra prosapia desde 1601 cuando en Lisboa Martin del Barco Centenera fundó el vocablo “argentina” de tanto añorar el argento contenido en el nombre del río de la Plata. Tenía sus razones. Hoy las hay para que boludear los 27 de junio encuentre de arranque 13 mil acólitos. Es que hay gente para todo. Dicen no sentirlo insulto sino elogio y que ellos no son militantes de la primera acepción sino de una segunda, que incluiría a quienes “hacen las cosas bien en un mundo de vivos”. Pena de interpretación. Así lo que hacen es trabajar para el enemigo. ¿Pero cómo fue que a ninguno de los tres se les ocurrió ir a los bifes y crear por fin el Día del No Boludo? Es una pena. El animal hombre (como el animal pez) también por la boca muere. “Qué felices serían los campesinos si supieran que son felices” suponía Virgilio. Y que infelices estos tres promotores si supieran que en el fondo son “boludos” de la primera acepción, no de la segunda. Sin profundizar en una otra acepción que tiene por idiotas a los individuos de testículos grandes. Mejor pactemos en el naíve sinónimo de “gil” y no airear más ni al Día del Boludo ni a sus fallidos gestores.¿Y si esta columna fuese una boludez? De ser así, estaría “boludeándome” y “tomarme el pelo” no está mal.

Publicado en El Palabrero (www.peicovich.com)

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