Freud y la ciudad de los perros

Por Martín Lousteau



Si no fuera porque es todo parte de una realidad innecesariamente agobiante, muchos eventos recientes parecen dignos de un mal sueño. Y hasta requerirían de una interpretación freudiana del simbolismo onírico para comprender su significado.
Prestemos primero atención al marco general. Quizás permita detectar esas incoherencias propias de Morfeo. Un país con las circunstancias internacionales más favorables que se puedan recordar, donde solamente lo que recauda por retenciones a la soja y derivados es 25% superior a la producción entera de ese sector en el año 2000. Gracias a ello y a la actividad económica, el sector público consolidado (de todos los niveles y en todo el país) dispone de $ 10.000 anuales más por habitante que hace tan sólo cinco años.

Para seguir leyendo, cliquear arriba, en el título del artículo

Un gobierno local que hizo de su supuesta capacidad de gestión el eje de campaña. Y que administra una ciudad que tiene un ingreso promedio de sus habitantes equivalente al de los países más avanzados del mundo.
En ese contexto, súbitamente miles de personas ingresan en un predio para establecer sus viviendas. Las dibujan con sogas y alambres, y se sientan en el piso. Como en aquella película de Lars von Trier y Nicole Kidman, Dogville. No tienen techo ni paredes. Ni agua, ni luz, ni gas. Hablan de haber conseguido finalmente la casa propia y de la alegría de ya no tener que pagar un alquiler de casi $1000 mensuales por una pequeña habitación dentro de una villa de emergencia. Sólo parece faltar un banquero estadounidense dando créditos de miles de dólares para comprar las sogas y los alambres con el objetivo de vender todo después como hipotecas subprime.
Enfrentados a la ocupación de ese lugar, que para reforzar lo simbólico se llama Parque Indoamericano, dos gobiernos entran en una sorda disputa. El resto de la clase política prácticamente enmudece. No parece haber solución. La Policía Federal se retira; la Metropolitana se declara incapaz. Algunos entienden que la toma fue políticamente instigada. Otros que hasta quienes la propician son idiotas útiles al servicio de un submundo del crimen y narcos que aspiran a crear, mediante la incorporación de ese espacio, un corredor de villas de emergencia que integre los asentamientos de la 20, la 3 y Los Piletones, a escasos metros de la 1-11-14, y albergando así a alrededor de 200.000 personas.
Las noches de caos se suceden: hay muertos, personas bajadas de ambulancias para ser golpeadas, tiros, barrabravas, vecinos exaltados. Un delegado de la usurpación habla desde un atril en Casa de Gobierno: se dice kirchnerista. Y aclara que su adherencia política sobrevino después de una experiencia de siete años preso en la cárcel por robo. Algo menos frívolo que Victoria Vanucci adoptando el judaísmo por un nuevo amor. Menos trascendente que Richard Gere y el budismo. ¿Parecido a Mike Tyson abrazando el Islam mientras cumplía su condena?
Las tomas se multiplican. Tiene que ser un sueño. Se censa a la gente que ocupó el parque. Tiene que ser un sueño: ¿cómo entraron tan rápido 13.000 personas? Hay una negociación y se produce el desalojo. Tiene que ser un sueño: ¿cómo salen tan rápido 13.000 almas?
Ahí es cuando despertamos. Aliviados. Todo esto no pasa. Porque no hay déficit habitacional, el sur de la ciudad está cuidado, y la seguridad ciudadana es una prioridad por lo que la iluminación más la acción preventiva de la policía permiten que se transite con tranquilidad. Los propietarios de habitaciones y los políticos no juegan con las carencias de la gente. Como tampoco los narcos, cuya actividad es sumamente compleja porque el país está adecuadamente radarizado.
También hace rato que nos venimos ocupando de la calidad y la igualdad educativa. La Iglesia no agrega dificultades adicionales a las que conlleva la planificación familiar en ámbitos pauperizados. Y este país, que casi nació con políticas migratorias y que precisa gente para aprovechar sus ventajas, no permite que los recién llegados se vayan aglomerando en espacios precarios y sin infraestructura, cuyas poblaciones crecen ocho veces más rápido que el promedio de la ciudad.
Por suerte nos venimos ocupando de estos temas desde hace mucho y las pesadillas son sólo eso. Pero mientras algunos las soñamos o las vemos por televisión siempre hay otros forzados a vivirlas.
Publicado en Diario La Nación

No hay comentarios: