Malvinas una parte importante, pero no la única de la Soberanía nacional

por José M. García Rozado

CFK pretende distraernos mediante una falsa “malvinización”, cuando en realidad comunica sólo una parte de lo que es “recuperar nuestra Soberanía Nacional”, extraviada desde los 90 del siglo pasado cuando “ella”, su difunto marido y Carlos Menem terminaran el proceso de desmalvinizar al pueblo y de entregar lo poco que ya nos quedaba de nuestra Soberanía Nacional. Nuestra verdadera autonomía como Nación pasa por recuperar nuestros recursos naturales, además de las Islas del Atlántico Sur, nuestra Antártida Argentina y la plataforma continental de nuestro mar. (para leer el artículo completo, cliquear en el título)

La Presidente sólo comunica lo que le conviene y permanentemente habla de la “cuestión Malvinas” como si sólo existiere esa cuestión respecto de la Soberanía Nacional, ocultando otros muy importantes aspectos referidos a aquella importantísima cuestión y de la cual “ella” y Néstor en vida nunca se ocuparon o cuando lo hicieron fue para deteriorarla o apañar un proceso de desnacionalización de los recursos naturales –agua, minería, petróleo, gas y pesca- como el ocurrido desde 1976 y profundizado por las gestiones de Alfonsín y Menem muy especialmente. Y decimos que “ellos” fueron partícipes y cómplices porque durante el período de la dictadura militar “él” era uno de los principales, sino el principal prestamista de la provincia de Santa Cruz amparado por el “aparato represor militar” de aquella provincia.
Posteriormente durante el Gobierno Menem, y el acceso de NCK a la Intendencia de Río Gallegos y de CFK como diputada no sólo acompañaron las medidas del entonces presidente en el desguace de las empresas del Estado, sino que siendo Gobernador él fue quien por medio del actual Secretario Parrilli y de la Senadora Cristina Fernández “apretaron” a diputados y senadores patagónicos para que firmaren la desnacionalización de YPF, Gas del Estado y tantas otras empresas públicas –OSN, FFCC, Agua y Energía, Aerolíneas y Austral, etc.-, por lo cual ahora no pueden discursear sobre la renacionalización de los servicios o de las empresas que ellos mismos ayudaron a privatizar.
Utilizar la cuestión “Malvinas” como pantalla, al igual que lo hace David Cameron, para tapar los gigantescos problemas macroeconómicos y de balanza de pagos que enfrentamos los argentinos, como consecuencia directa del desgobierno imperante desde enero de 2007, cuando comenzó a incrementarse el gasto público por sobre el nivel de ingresos –generando con el tiempo el déficit fiscal existente en 2011-, es una verdadera canallada, propia de éste régimen seudo progresista y que de nacional y popular no tiene ni un ápice. Como ahora debe enfrentar un verdadero “ajustazo”, quizás de menor envergadura que el del Premier británico, pero que impactará duramente en la canasta de las clases bajas y medias argentinas, Cristina “comunica lo que le conviene” y por lo tanto inicia un discurso virulentamente malvinizador y poco real.
Quienes de una manera u otra, participamos de la “gesta heroica de la reconquista de las Islas Malvinas”, aunque no avaláramos la metodología empleada por la cúpula de la dictadura militar, y mucho menos los motivos que los llevó a ella, donde una causa noble y verdadera pudiera defenderse con métodos innobles, ya que la misma dictadura que avasallaba la soberanía popular al derrocar a un Gobierno Constitucional –como lo era el de María Estala Martínez de Perón- reivindicara a través de las armas la soberanía de las Islas Malvinas, Sandwichs y Georgias del Sur; la falsa y ilegítima idea de que “un fin justifica los medios está en la base de las tragedias del siglo XX”.
Es ahora, como lo fue entonces, muy difícil contrariar a la izquierda vernácula latinoamericana que vivió y vive una de sus mayores contradicciones, ayer debieron apoyar a una dictadura porque se apropió de un sentimiento nacional genuino y legítimo como es el de la “causa Malvinas” mientras un muy importante número de compatriotas entregaron valerosamente su sangre y sus vidas en las heladas aguas del sur –soldados, suboficiales y oficiales de las FFAA y hasta de las Fuerzas de Seguridad y civiles asimilados como los pilotos del Grupo Cóndor-, y la ingenuidad rayana con la estupidez de suponer que “el Imperio y su madre patria” iban a dejar hacer como pago al trabajo sucio realizado por aquella dictadura en Centroamérica y en especial en Nicaragua.
Hoy, muchos de esas mismas izquierdas se suben al discurso-relato cristinista olvidando que aquella guerra permitió el regreso de esta seudo democracia –o democracia del voto y no del gobierno popular-, además de incorporarles a los isleños el intento de reconocimiento a la autodeterminación y al “viejo y desgastado Imperio” la imposición de una base militar que resguarda ilegítimamente el petróleo, el gas y los recursos ictícolas que extraen o se aprestan a realizar con las mismas empresas asociadas a las trasnacionales que nos esquilman los recursos mineros y petrolíferos de nuestro territorio continental, ante la impasividad –cuando no la más abyecta complicidad- de un Gobierno nacional que discursea por izquierda y aparatea desde un supuesto sentimiento nacionalista.
La supuesta restauración democrática ocultó la humillación de una guerra perdida, y que como bien explicita el Informe Rattenbach, tiene responsables directos y concretos y otros indirectos pero no menos responsables, y a quienes la Nación y estos supuestos defensores de los DDHH nunca cuestionaron, ni seria ni falazmente siquiera; y como casi siempre desde las historias oficiales dejamos de indagar las causas para responsabilizarnos por los errores cometidos, aunque fueran de las dirigencias y no del pueblo, sin pretender por esto juzgar a una sociedad malinformada que primero aprobara, luego se henchía de patriotismo y finalmente les daba la espalda a aquellos veteranos que volvieron mutilados física o sicológicamente, sino para aprender de una vez de la historia real y verdadera.
CFK reivindica Malvinas contrastando con el reclamo de los otros reclamos de soberanía, Pascua Lama, Famatina, y tantas otras explotaciones cupríferas o auríferas, la extracción del litio del norte, los atentados a los glaciares por las mineras inescrupulosas, la falta de inversión en prospección y extracción petrolífera y gasífera de las empresas socias, amigas y/o testaferras de “ellos”, una vez más se enarbola la derrotada concepción de que los fines aunque nobles, pueden conseguirse de modos que los vuelven innobles y nos llevan a inquirir si en estos tiempos de la globalización imperialista del dinero –banca y finanzas que nos condujeran a la presente crisis internacional- con corporaciones más poderosas que los Estados, ¿cuál es la verdadera Soberanía Nacional?
La de Malvinas, o la de los recursos naturales esquilmados con la complicidad de los gobernantes –actuales y pasados, nacionales y provinciales-, y ¿dónde debe flamear verdaderamente nuestra bandera nacional? Y nos contestamos, definitivamente en todos ellos, en Malvinas y las Islas del Atlántico Sur, en la reafirmación de nuestros derechos sobre la Antártida y los mares de nuestra plataforma marítima, así como los recursos petroleros, mineros, del agua e ictícolas; sin dejar de reconocer la solidaridad de nuestros hermanos latinoamericanos –por lo menos ahora, en algunos casos puntuales-, debemos firmemente debatir con autenticidad y verdadero patriotismo dónde descansa nuestra auténtica Soberanía Nacional.
La autonomía de decidir sobre los destinos de nuestra Patria –Soberanía Política, Independencia Económica- se asienta sobre los territorios y sobre sus riquezas: el agua, el oro, el lítio, la plata, el uranio, el cobre, el gas, el petróleo que junto a otros tantos minerales y combustibles esconden nuestras montañas, nuestras pampas y nuestro litoral (fluvial y marítimo), o la riqueza del mar, depredada desde la gestión Solá a la fecha con la connivencia y complicidad de Néstor y Cristina, y varios otros no son parte de nuestra Soberanía. Nuestra privilegiada geografía, convertida en riqueza desde que los de afuera pusieron los ojos y principalmente las garras en lo que nosotros no sabemos o queremos defender, es también y primordialmente una cuestión de Soberanía Nacional.
Dejemos de lado el relato-discurso falsamente progresista y defensor de los DDHH, para iniciar el camino serio de recuperar seriamente nuestra perdida soberanía, y comencemos verdaderamente a recorrer el camino de la recuperación de los derechos humanos básicos que son excluir definitivamente el hambre, la pobreza, la indigencia, la falta de trabajo digno y dignamente remunerado, generando una política educativa y de salud universal y de excelencia para todo nuestro pueblo, en una Patria donde los recursos sobran y deben ser seriamente explotados, no para beneficio de unos pocos y de cualquier manera, sino para que estén verdaderamente al servicio de la felicidad del Pueblo Argentino.
Este régimen debe oír el clamor “nacional y popular” que nos llega desde los rincones y los pueblos donde el pueblo sufre la ignominia de las carencias casi o totalmente absolutas, no se trata de no llevar adelante el reclamo por todas las vías legales y legítimas por las Islas Malvinas y las del Atlántico Sur, sino por el contrario frenar definitivamente este nuevo y colosal colonialismo que significa la extracción sin control alguno de lo que son nuestros recursos estratégicos; y así como en 1992 se nos alertó sobre que “la próxima guerra será por el agua” hoy definitivamente consagrada como un “derecho universal” hoy una auténtica política de derechos humanos es la que antepone el derecho del pueblo a la codicia de los negocios.
El falso doble discurso cristinista de denostar a las corporaciones, mientras a la vez no se les hace cumplir con nuestras leyes y con los contratos oportunamente firmados y nunca controlados, o cuando se impulsa la guerra a un monopolio mientras se generan otros tanto o más poderosos entre los amigos del poder, debe quedar a la vista de la ciudadanía; pocas actividades económicas cuentan con los beneficios ignominiosos como la minería hoy apañada desde el poder central y desde algunos poderes provinciales, traicionando a la Patria. Un gobierno que dice haber sido legitimado en las urnas mayoritariamente no puede negarse a debatir de frente al pueblo argentino para corregir las decisiones que se tomaron en los noventa y de la que ellos participaron, en nombre de otras supuestas mayorías.
Los espejitos de colores, que nuevamente nos quieren vender, como el ingreso al Primer Mundo o el del desacople de la crisis internacional sirvieron y pretenden servir para extorsionarnos: “atentan contra el progreso” o “son extremistas”, ocultando que aquello que denunciáramos oportunamente hoy está sucediendo. Los argentinos ya debiéramos aprender que la modernidad y el progresismo de una sociedad no se mide por lo que consume sino por cuanto se respetan los derechos populares, los de todos, los de los poderosos y los de los oprimidos, pero principalmente la de los oprimidos. ¿La soberanía no significa que seamos nosotros, los argentinos, los que decidamos cómo manejar nuestros recursos y nuestras riquezas?
La pantomima de descolgar el cuadro de un dictador genocida se contrapone abiertamente con reivindicar lo que pertenece a nuestra identidad histórica; no corramos el riesgo de que sean los gestos vacíos los que simbolicen los Derechos Humanos actuales y verdaderos, la bandera podrá por ahora no flamear sobre Malvinas, pero si comenzamos a ser serios y la hacemos flamear inicialmente sobre nuestros montes, llanuras, selvas, ríos o mares de la mano de nuestros niños, nuestros jóvenes y nuestros ancianos nunca nos convertiremos en “kelpers” argentinos, es allí donde se está poniendo a prueba no sólo la soberanía sobre nuestros territorios sino también sobre nuestras riquezas y recursos y fundamentalmente sobre la idea misma de una auténtica democracia.

Buenos Aires, 1 de Febrero de 2012.

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