La nueva configuración mundial: los BRICS



por Ricardo Auer

BRICS es un “espacio” conformado por Brasil, Rusia, India, China, y desde el año 2010, también por Sudáfrica. No están unidos por ideologías, ni por tradiciones culturales, ni por costumbres (ethos) sociopolíticas, ni por formas de gobierno. Tampoco por su tasa de crecimiento; mayor en China e India que en Brasil y Rusia. Los perfiles demográfico son diversos: India sigue con población en aumento; China y Brasil tienden a estabilizarse y Rusia con población declinante. Su integración comercial a la economía mundial (medida como suma de importaciones + exportaciones sobre el PBI) es muy desigual: China es el más abierto (68%); Rusia (54%), India (48%) y Brasil (26%). China se especializó en bienes manufacturados; India en servicios; Rusia en productos energéticos primarios y Brasil en commodities agropecuarias. Lo único que tienen en común, es su gran tamaño poblacional y geográfico y su pujanza económica: 42 % de la población mundial, el 25 % de la superficie terrestre mundial; y alrededor del 20 % del PIB mundial. Además controlan más del 40% de las reservas mundiales de divisas.

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Resulta sugerente que el sistema financiero internacional (Jim O'Neill, de Goldman Sachs) fue quien le dio vida al acrónimo “BRIC” original, en el año 2001, colocando el foco sobre el gran potencial de crecimiento de estas naciones. De esa forma marcó la dirección “correcta” hacia donde deberían dirigirse las inversiones financieras, que siempre buscan excepcionales tasas de retorno, en el marco de márgenes de seguridad apropiados. Recordemos que hace casi 25 años; en los inicios de la década de 1990, 10 años antes de la existencia del concepto “BRIC”, Rusia recién comenzaba a salir de la “Cortina de Hierro”; China intentaba recuperarse de la Revolución Cultural y del levantamiento popular en la Plaza de Tian Anmen; la India seguía siendo un endiablado enredo burocrático y Brasil experimentaba episodios de bajos crecimientos con altas inflaciones. Todos ellos eran considerados “mercados emergentes”, o “en desarrollo”, para los criterios occidentales; época en que todavía se hablaba más del “Tercer Mundo” que de la “Aldea Global”. En el 2007, el mismo O´Neill también habló de los “N 11” (next 11; próximos 11): Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Pakistán, Filipinas, Turquía, Vietnam y Corea del Sur, en su calidad de países que se presentarían como promisorios destinos de inversión por los mismos factores que habían agrupado a los BRIC , aunque a una escala menor.

Los BRICS no son un verdadero “bloque” de poder, o un “actor” del sistema internacional, ni sus integrantes están cohesionados entre sí, ni son una “asociación económica” diferenciada, aunque todos sus integrantes son parte del G-20. Ninguno de ellos, individualmente, es aceptado como líder indiscutido de su geo-espacio. Particularmente en el caso de China, siendo el socio más importante de casi todos los países de Asia, es a su vez, recelado por su avance casi incontrolado. Rusia no es “líder” ni de Europa ni de Asia, pese a que tiene un peso importante en ambos lados de los Urales, por su valor estratégico nuclear. India es la democracia más grande del mundo, donde aún hoy coexisten las miserias de las “castas” sociales, pero no lidera ningún grupo de naciones. Brasil es nuestro vecino y socio del MERCOSUR y del UNASUR; no hace falta explicar más.

Teóricamente la economía de los BRICS alcanzaría dentro de 15 años (2030) el nivel del G7. Sin embargo China es más grande económicamente que los otros 4 países juntos. Su potencial es muy superior a cualquiera de los demás; les lleva una enorme distancia. Para ese entonces (2030) China podría integrar otros “espacios”, o estar más aislada. Es difícil preverlo. En síntesis, la historia del ascenso del BRIC es principalmente la historia del ascenso de China.

La convergencia de intereses de los BRICS es diversa, pero tiene dos ejes principales: buscar cierta complementación económica, y hacer sentir su peso económico y social dentro del proceso “pro-multipolaridad” del poder mundial; especie de “des-americanización” o “des-hegemonización” global. Cada uno de ellos, además, tiene objetivos más específicos: China trata de no aparecer como otro imperio dominante, sino como un “integrante más”, conciliador de intereses dentro de Asia, su “lebensraum” natural. China necesita cierto orden internacional pacífico y estable para seguir creciendo y hacerse más poderosa. Para China, “BRIC” es un instrumento más de estabilización regional y de aseguramiento del suministro de insumos estratégicos para sostener su crecimiento. Sus necesidades nacionales se enmascaran así detrás de instrumentos multilaterales, para reducir las eventuales resistencias de sus vecinos y tranquilizar a otros actores del sistema mundial. Al mejorar sus relaciones con Rusia e India, evita cualquier forma de encierro estratégico. Rusia por su lado, busca permanecer entre los países con valor estratégico, aunque sólo ya no pueda; India trata de pacificar sus fronteras, ya que todo gran gasto militar preventivo, no puede ser volcado hacia el crecimiento económico y a la elevación del nivel social de su numerosa población paupérrima; Brasil, busca afianzar su liderazgo natural en Sudamérica, arrastrando a sus vecinos a reconocerla como la “única” con poder regional con capacidad de “negociar” razonablemente con los EEUU. Además intenta proyectarse como potencia global, para influir en África y para buscar un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Simultáneamente cada país interactúa en muy diversos foros, por lo que la descentralización e internalización del poder es cada vez más compleja. Baste un ejemplo de interacción de los BRICs en diversos foros:

Pese a su superioridad militar indiscutida, EEUU ya no puede actuar unilateralmente, o aislado de los poderes regionales de los otros actores destacados del sistema internacional. En la última década fue incrementándose el poder de éstos últimos (el componente multipolar del sistema) al tiempo que se fue atenuando la supremacía del poder unipolar de los EEUU. Todo esto ocurre en el marco de la limitación del poder de los Estados-Nación individuales, por el crecimiento de la influencia de otros actores trans-nacionales: por “arriba”, las instituciones supranacionales (ONU, FMI, Banco Mundial), los organismos regionales (UE, OEA, ASEAN, MERCOSUR) y funcionales (OMS, OPEP, AIE). Por “debajo”, el “soft power” de las organizaciones no gubernamentales (diversas Iglesias, Greenpeace, Médicos sin Fronteras, etc); y el de las corporaciones transnacionales, en especial, las del sistema financiero; pero también el de otros “oscuros” componentes transnacionales: grupos guerrilleros y terroristas, cárteles de la droga y mafias internacionales, las que han crecido con fuerza y alcance, gracias a las oportunidades abiertas por la globalización.

Hay objetivas diferencias internas entre los BRICS: China e India siempre se miraron con recelo, pese a que ahora coordinen aspectos económicos. China apoyó fuertemente el desarrollo nuclear de Pakistán, en conflicto casi permanente con India. Rusia y China han tenido afinidades, aunque históricamente hubo fuertes rupturas. Rusia se queja de los bajos precios que China le paga por el gas entregado, aunque en las últimas semanas han firmado importantes acuerdos de suministros de gas a largo plazo. China ha tenido históricos conflictos fronterizos con Vietnam, antes apoyado por Rusia y ahora por EEUU. Brasil es un importante proveedor de materias primas a China, pero está molesto por el desequilibrio del intercambio en productos con valor agregado. La “fábrica china” trae problemas en la creación de empleo en todas partes del mundo, inclusive dentro de su propio “club de amigos”. Pese a esas diferencias, el comercio intra-BRIC sigue creciendo. La inclusión de Sudáfrica es muy particular y en realidad no se corresponde objetivamente por los parámetros clásicos de los BRIC, ya que no tiene ni la población, ni el crecimiento ni el potencial económico a largo plazo de los otros cuatro. Indonesia, México, Turquía, Corea del Sur, o Taiwan, hubieran sido complementos más lógicos, ya que al menos tienen PIB comparables, aunque las poblaciones son mucho más pequeñas que los BRIC originales. China fue la que insistió en elegir a Sudáfrica, en la inteligencia de que dicha incorporación la hacía parecer más “amigable” para los demás países africanos, donde los intereses estratégicos de China son tremendamente importantes y donde ya tenía problemas de “abusos” en varios países.

Respecto al PBI per cápita también hay diferencias: Rusia y Brasil superan los USD 12.000, mientras que China está en el nivel de USD 5.000 e India de tan solo 1.500.-, según datos del FMI (2011). Las altas tasas de crecimiento de los BRICS podrían no ser sostenidas a lo largo de las próximas décadas. Japón, UE, Corea del Sur, Taiwan (los famosos “tigres” del ciclo anterior) dejaron de crecer luego de haber alcanzado altos niveles de incorporación tecnológica y de consumo per cápita. El alto consumismo del mercado juega un papel destacado en los inicios del ciclo de crecimiento, pero una vez alcanzado cierto nivel, la demanda más sofisticada hace decrecer la magnitud del proceso. También la escasez de la oferta de mano de obra calificada puede actuar de moderador del crecimiento. Las demandas de distribución social o demandas de libertades democráticas también pueden generar modificaciones sustanciales a los procesos iniciales.

Los conflictos estratégicos también se suman a las incertidumbres del futuro. Moscú es receloso de su integridad territorial en su frontera oriental con China, por su baja densidad poblacional, la que es mayoritariamente abastecida por los comerciantes chinos. La India no desearía, pero debe, tener que mantener una Armada importante, para ejercer el control de las rutas marítimas en el Océano Indico, Golfo de Bengala y el Mar Arábigo. Los chinos impulsan a que se considere a su moneda “yuan”, como moneda de reserva y de intercambio comercial, como el dólar; pero la fijación de su bajo valor, reforzando la capacidad de exportación de China, en contra de los intereses de sus amigos del BRIC, no genera demasiado entusiasmo.

Sin embargo no todos son problemas. El lado positivo del BRICS es que su “capacidad de asociación”, le han otorgado un “soft power” que ha sido utilizado para asumir cierta “representatividad” de los países emergentes frente a los más desarrollados, tanto en foros como el G20 o para fomentar mayor multilateralismo o poder de negociación en otros ámbitos. Una sinergia bien aprovechada por todos. Sin embargo ninguno de ellos fuerza el cambio profundo del paradigma, sino más bien un reformismo del sistema internacional, buscando sólo que algunas cartas estén mejor distribuidas.

Detrás de los BRICS hay un sinnúmero de países, cuyo crecimiento los hace acercar a ellos: México, Tailandia, Vietnam, Turquía, Nigeria, ….. La estabilidad política juega un papel importante en lo focalización de las inversiones, que en definitiva son las que producen el crecimiento económico, independientemente de otras consideraciones como la distribución del ingreso, el régimen político, el tipo de cultura. El bajo nivel salarial (en USD) es un factor que sin duda tienen en cuenta los inversores, pero definitivamente tal vez no sea el más determinante, ya que el nivel educativo promedio, la capacitación técnica, el grado de disciplina social, y los recursos naturales disponibles, juegan hoy papeles más que destacados en la toma de decisiones.

En ciertos sectores industriales los salarios chinos superan ya a los de México. En la India, pese a los bajos salarios, la enorme burocracia, las fuertes regulaciones, los déficits presupuestarios, la mala infraestructura y los problemas sociales, impiden un mayor crecimiento. Brasil creció gracias a la alta demanda de materias prima de China, el descubrimiento de petróleo en sus costas y por su correcta apuesta a la agroindustria. Rusia sigue basando su estrategia en la exportación de productos primarios, fundamentalmente energía (gas y petróleo).

Dentro de los factores que pueden modificar los escenarios futuros está la innovación tecnológica. Ya sea para hacer un “fracking” más ecológico (extracción del gas de esquistos) o la extensión de la robotización de los procesos industriales. La innovación tecnológica se impulsa por 3 factores: la determinación de las políticas del estado; las capacidades personales de su población, sustentadas en un sistema educativo sólido y coherente, apoyado por las familias; y por empresas con capacidad gerencial, mercado “interno” inicial apropiado, con emprendedores con visión global, apoyadas por una clase política con vocación de grandeza nacional. Aquellos países que logren esas ventajas competitivas pueden volver a crecer o mantenerse con gran empuje, si la innovación recibe un fuerte impulso en las próximas décadas.

Los países BRIC conocen este factor y están trabajando fuertemente en Investigación y Desarrollo. El Estado chino impulsa a las empresas a invertir en I+D, o en la compra externa de tecnología. La ayuda financiera se realiza con plazos largos y existe una estrategia diferencial para cada sector, siendo las telecomunicaciones, uno de los más destacados. En ese sector, el gigante chino ZTE Corp. tiene presentadas más patentes mundiales, que Panasonic de Japón y le sigue China Huawei Technologies. Las patentes son un clásico indicador de la futura fuerza económica. India tiene también sus sectores de vanguardia: los medicamentos genéricos; el desarrollo de software y algunos sectores de la industria química. Las proteínas brasileñas son líderes del mercado mundial, a partir de una fuerte inversión en I+D en la industria alimenticia. Los rusos también invierten en I+D, pero en sectores más relacionados con las FFAA y las comunicaciones espaciales. Las “marcas” y las empresas globales también juegan un papel destacado en la externalización de las potencialidades nacionales de esos países. Cada uno de esos países tiene empresas “estrella” lanzadas al mercado global.

La gobernabilidad política interna puede ser otro factor importante en el futuro de los BRICS. Las demandas sociales de las poblaciones que ven satisfechas sus necesidades básicas, demandan otra calidad de respuesta política, que no siempre los regímenes “rígidos” pueden satisfacer en tiempo y forma. Las expectativas no cumplidas en el campo económico pueden ser un factor de desequilibrio de muchos “capitalismos autoritarios”, tan valorados por cierta prensa amiga del sistema financiero internacional. Un ejemplo cercano lo tenemos en nuestro vecino Brasil, complicado por la inmensa inversión en infraestructura para el Mundial de Futbol y las Olimpiadas. La corrupción de los gobiernos y de sus amigos empresarios, puede ser un disparador de cambios de humor social. Así ocurre en todos los países del BRIC. Muchos jerarcas, ministros y destacados políticos han caído en desgracia (encarcelados o condenados a muerte) por estas razones; y casi siempre, para que el régimen sobreviva (“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, Il Gattopardo, Giusuppe Tomasi di Lampedusa). Pero nada es para siempre.

El empuje de los BRIC es innegable, pero su futuro está aún indeterminado, excepto China, que es la potencia desafiante y la de mayor vigor. Desde lo puramente económico, bajo la superficie de lo aparentemente sólido, muchas veces se enmascaran fuerzas y tensiones que pueden aflorar en momentos pocos pensados, como lo fue la caída del Muro de Berlín (9/11/1989) o la Revolución de Octubre (ocurrida el 7/11/1917 de nuestro calendario gregoriano) con la caída de Rusia Zarista. Las tensiones militares en toda Asia, pueden necesitar mayores presupuestos estatales, sustrayéndolos al desarrollo económico o al mejoramiento de la equidad social. Los pueblos podrían disgustarse; tanto en Japón como en China. Pese a todas estas consideraciones, y que al presente, hayan disminuido sus expectativas de crecimiento, los BRIC tienen asegurada una participación activa en este siglo XXI.

CONCLUSIONES

Los BRIC son parte del diseño actual del sistema internacional y ninguno de ellos plantea cambios drásticos o “antisistema”. Solo aspiran que el sistema se flexibilice y que el diseño de la representatividad internacional se adapte al nuevo poder relativo de sus miembros. Esto implica que los miembros del BRICS deberán aceptar recíprocamente una mayor responsabilidad sobre la seguridad y la gobernabilidad global.

Desde el aspecto económico, pareciera ser que hay ciclos de crecimiento focalizado en ciertos países, zonas, o espacios, donde confluyen básicamente dos aspectos centrales: • la dirección impulsada por el sistema financiero internacional, que busca rentabilidad económica por encima de cualquier otra consideración social o política. • las necesidades geopolíticas de las grandes potencias; aquellas que aún guardan dosis importantes de poder nacional, es decir, que siguen resguardando sus intereses nacionales.

La combinación de ambos vectores, que a veces van de la mano, pero a veces chocan entre sí, resultan determinantes para predecir el rumbo de cada país. Por supuesto que esto no es lineal, ya que factores específicos de cada sociedad (orgullo nacional, nivel y visión de su clase dirigente, descubrimiento de nuevas riquezas naturales, capacidad innovadora, dominio de algún “soft power”, disponer de situaciones o ubicaciones estratégicas, o de otros “accidentes”), como así también de la realidad de cada momento o etapa histórica, pueden modificar cualquier predicción, hacia el lado positivo (potenciación) o el negativo (decadencia).

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