El debate con ojos de ring-side



Por Mariano Rovatti

Primero se boxea con los pies, luego con la cabeza, y recién después, con las manos. (Víctor Mastronardi, maestro de boxeo)

(si no sale el artículo completo, cliquear en el título)



Por primera vez, la Argentina elegirá su presidente en un ballotage. También por primera vez, ambos contendientes se midieron en un debate televisivo, cara a cara, al estilo de aquella pionera batalla entre John Kennedy y Richard Nixon, en 1960.

El domingo, el debate tuvo más rating que Showmatch, Las mil y una noches, y Fútbol para Todos juntos, con lo que es difícil imaginar que sea insignificante a la hora de decidir el voto, sobre todo a partir del próximo viernes, cuando comience la veda. Recordemos lo que pasó en la primera vuelta, y las diferencias registradas entre las estimaciones previas y el resultado final.

El boxeo es quizás el deporte más complejo de todos, si tenemos en cuenta la necesidad de un estado atlético impecable, los riesgos que se asumen, el factor emocional, la capacidad estratégica, la preparación previa, los recursos técnicos, el talento natural y la valentía para jugarse por entero en el momento justo.

La política tiene mucho de todo ello. Si un debate presidencial se parece a un deporte, es justamente al boxeo. Hasta por la puesta en escena que lo rodea, que lo convierte en un espectáculo en sí mismo. Si no, no mediría más de 50 puntos.

En lo que en sí fue el debate, encontré dos errores estratégicos importantes en Daniel Scioli:

El primero fue hablar todo el tiempo de su rival Mauricio Macri, poniéndolo permanentemente en el centro del ring. La estrategia del gobernador le subió el precio a Macri, agigantando su figura. Le dio un poder desmesurado, como eventual gestor de tragedias. Eligió movilizar sentimientos negativos en la población, como el miedo o la angustia. No leyó que el 65% de los votantes expresó su deseo de algún grado de modificación en el estado de cosas. Ratificó con tozudez su voluntad de continuidad, con algún cambio que nunca expresó con claridad.

Lo correcto hubiera sido relativizar a Macri, empequeñecerlo, destacándose el mismo como el nuevo líder de la Argentina, que viene a inaugurar un nuevo ciclo que llevará su impronta. Sólo acertó en copiar propuestas del tercero, Sergio Massa, aunque dichas a último momento no sonaron creíbles.

El otro gran error de Scioli fue plantear como el eje principal del conflicto político la cuestión económica y social, cuando en este momento lo fundamental pasa por lo institucional. Estamos en un fin de ciclo, hay un hartazgo de estilo autoritario, del relato sesgado, la corrupción, la inseguridad, la intromisión en la Justicia. Las variables económicas y sociales hoy no están descontroladas, y por lo tanto no se ubican en el primer nivel de la preocupación de la gente. En el 2016, con el cambio político ya consumado, el eje sí pasará a ser económico y social, con las variables en estado crítico, ya sea por acción u omisión del futuro gobierno. 

Scioli plantea la elección como una opción de hierro entre dos modelos antagónicos, en la que se juega el destino del país. ¿Es así realmente? Ni Scioli podrá evitar algún nivel de ajuste, ni Macri podrá eludir las consecuencias sociales de éste. Para el próximo gobierno, el ancho del camino se acortará, y no hay tal opción antagónica.

Emocionalmente, Macri estuvo tranquilo y conciente de sus limitaciones. Repitió sobriamente su libreto austero. Scioli lucio nervioso, agresivo, lejos del político que fue toda la vida (conciliador, dialoguista, moderado) Curiosa parábola del gobernador que en el momento más importante de su carrera dejó de ser él mismo. Si llegó a ser candidato a Presidente fue por sus atributos previos, que lo posicionaron como el único exponente competitivo del Frente para la Victoria. Justo se desprendió de ellos frente al gran desafío de su vida.

Siguiendo la metáfora del boxeo, Scioli apareció como un mamporrero, que tiró siempre el mismo golpe en forma desesperada y sin eficacia, salvo en el round de la seguridad y derechos humanos, que ganó con claridad. El resto de la pelea, Macri fue un boxeador tiempista, sin muchos recursos, que caminó el ring jabeando y marcando puntos.

Siguiendo el mismo juego – y recordando mis tiempos de juez a la vera del ring de Castro Barros 75- podemos decir que Macri ganó 10-8 el primer round (desarrollo económico y humano) y 10-9 el segundo (educación y niñez) el cuarto (fortalecimiento democrático) y el quinto (palabras finales), llevándose Scioli el tercero (seguridad y derechos humanos) con un 10-8. El total de la tarjeta daría 48-45 para Macri. Triunfo claro pero sin ser paliza.

Al final, como cuando el árbitro toma las manos de ambos boxeadores a la espera de la lectura del fallo, bastaba mirar los gestos de cada uno para saber quién había ganado.

Buenos Aires, 17 de noviembre de 2015


Gracias por leer, comentar y/o reenviar este artículo

 Mirá el video del debate completo:


 

1 comentario:

Estela Edith Bonnet dijo...

Con su, Claridad,Mariano y su hablar desde un lado del cuadrilatero, sin bandera que lo condicione.,hace que aun queden esperanzas,en que podemos construir,algo mejor , felicitaciones.Estela Bonnet.