Cambios y transformaciones



Por Mariano Rovatti

Una elección no hace una tendencia. Hay patrones de conducta social que tienden a reiterarse a menos que se produzcan hechos relevantes, con la suficiente fuerza para torcer el rumbo de la historia.




En política, frecuentemente se producen cambios. La Argentina es ejemplo permanente de numerosos cambios en sentido opuesto, que generan un efecto pendular: la economía es el principal escenario de este tipo de oscilaciones. A lo largo del siglo XX, a una experiencia populista le siguió una liberal y viceversa, logrando que en el largo plazo se verifique una consolidación del statu quo: inflación, concentración de la riqueza, subdesarrollo, producción sin diversificación, infraestructura obsoleta, especulación financiera, déficit fiscal y comercial, endeudamiento. Pese a ser un país bendito por la naturaleza, la Argentina camina en el mundo por debajo de sus posibilidades.

Ahora, al lado de tantos cambios, el siglo XX presentó sólo tres transformaciones. Entendiendo éstas como aquéllas modificaciones estructurales, que por lo profundas y esenciales, hacen que sus efectos sean irreversibles. No dan la posibilidad del péndulo. Fueron hechas de una vez y para siempre. La primera fue la Ley Sáenz Peña, sancionada en 1914, que permitió el acceso de Hipólito Yrigoyen a la presidencia de la Nación. Salvo en la Década Infame, nunca más el voto popular volvió a ser el de la era conservadora. La voluntad popular pasó a ser sagrada, tanto que hasta 1983, la única forma de torcerla era el golpe militar.

La segunda transformación argentina en el siglo XX fue la revolución social que generó el peronismo. Los derechos reconocidos a trabajadores y organizaciones sindicales, como sistema, no tuvieron marcha atrás, salvo puntuales cambios, que fueron sólo eso y no transformaciones. A partir de mediados del siglo XX ya no se discutió sobre aguinaldos, vacaciones, jornada laboral limitada, o el derecho de huelga, entre tantas conquistas, que quedaron naturalizadas para la sociedad.

La tercera transformación fue asumir la democracia como único sistema de vida posible para todos los argentinos. A partir de 1983, y en especial luego del juicio a las juntas militares, nunca más fue una declaración poderosa, creída desde las entrañas de la sociedad, sea cual fuese su ideología o condición social.

Todavía faltan otras transformaciones. Salir del cambio permanente, para iniciar una verdadera transformación cuyos efectos sean irreversibles. La construcción de una política económica perdurable, que sea fruto de una definición del modelo nacional, está aún pendiente. La estimulación de los antagonismos, que ha dado pasto a las fieras desde 2003 hasta el presente, sirvió para ganar elecciones y para condenarnos a un estancamiento eterno, matizado en algunos años de bonanza artificial gracias al alza inusual de los precios de los commodities.

Desde la última transformación acaecida en 1983, puede verificarse el siguiente comportamiento social en las elecciones presidenciales:

CORRIENTE                             1983 1989 1995 1999 2003 2007 2011 2015 PROMEDIO 
Peronismo                                      40    47     50     38     62     52     68     62        52
Radicalismo                                   52    32     14     50     36     41     13     30        34
Centroderecha                                  1    11      1       7        0      1       0        0          3
Izquierda/centrozquierda                 4      2      1        2       1      1     21        8          5
Otros                                                2      3      31            
                                                                       (**) (***) (*)                         (*) 

(*) se consideran juntos radicalismo y centroderecha, dado que confluyeron en alianzas 
(**) FREPASO, alianza de peronistas y centrozquierda 
(***) se consideran juntos radicalismo y centroizquierda dado que confluyeron un una alianza 
Se consideran en cada corriente la suma de todos los partidos clasificados en ellas. Cuando hablamos de peronismo no nos referimos sólo al PJ, y cuando lo hacemos con el radicalismo, no nos enfocamos sólo en la UCR. 

Más allá del promedio puede establecerse que el peronismo tiene un piso cercano al 40%, y el radicalismo, al 25% y que la centroderecha y la izquierda / centroizquierda tienen techos cercanos al 7% ú 8%.

Estos patrones tienen en cuenta la cultura, la clase social, la ideología, la educación, las tendencias. Ello es así más allá de las coyunturas políticas, económicas y sociales. Si consideramos el sector en donde el grado de fidelización del voto se debilita, queda un 15% aproximadamente que se comporta de manera independiente, influido de manera más potente por las coyunturas.

¿Dónde se aloja ese 15%?

A menos que se produzca una nueva transformación, en los términos citados, para ganar una elección, hay que conquistar ese 15%. Los dieciséis cuadrados centrales del tablero de ajedrez. ¿Dónde están? ¿En la juventud, los ancianos, las ciudades, el campo, los varones, las mujeres…?

Primero veamos cómo está compuesta la Argentina según sus ingresos. Si bien la categorización es arbitraria, reconoce un consenso básico entre los especialistas.

• El segmento ABC1, la clase alta, que tiene un ingreso familiar mensual mayor a $ 89.925.- representa el 5% de la población. Su ingreso familiar promedio es de $ 177.375.-
 • El segmento C2, la clase media alta, que tiene un ingreso familiar mensual entre $ 32.670.- y $ 89.925.- representa un 18% de la población. Su ingreso familiar promedio es de $ 56.100.-
 • El segmento C3, la clase media típica, que tiene un ingreso familiar mensual entre $ 18.975.- y 32.670.- representa un 30% de la población. Su ingreso familiar promedio es de $ 28.462.-
• El segmento D1, la clase media baja, que tiene un ingreso familiar mensual entre $ 9.322.- y 18.975.- representa un 32% de la población. Su ingreso familiar promedio es de $ 14.025.-
 • El segmento D2, la clase baja, que tiene un ingreso familiar mensual inferior a 9.322.- representa un 15% de la población. Su ingreso familiar promedio es de $ 6.517.-

Hace cinco años atrás, la clase media típica superaba a la clase media baja. En el conurbano bonaerense predominaba el segmento D1, y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el C2. Podemos inferir que en todo el país se da una tendencia de “conurbanización” social, fruto de la inflación, el estancamiento económico y la informalidad laboral, entre tantas otras causas.

Cuando se hacen encuestas preguntando a la gente sobre a cuál clase social pertenecen, el 80% afirma “a la clase media”. No mienten, ya que sumadas las franjas C2, C3 y D1, da exactamente 80%. Culturalmente, estas tres franjas tienen más valores en común que diferentes. La pertenencia a una u otra es un hecho que deriva de los vaivenes de la economía familiar y nacional. Pero las creencias que sostienen son esencialmente las mismas, más allá que por cercanía, D1 también tenga valores compartidos con D2 y C2 con ABC1.

Los dos franjas del extremo de la pirámide son más estables y fijas en sus creencias y por lo tanto, en su voto. Pareciera que la posibilidad de inestabilidad está en las franjas centrales.

Si vemos pirámides de otros tiempos, vemos que la C2 tiene estabilidad, siendo más fuerte en la Ciudad de Buenos Aires y las grandes ciudades de la Pampa Húmeda. Las franjas que se están moviendo son la C3 –que se achica- y la D1, que crece. Allí está el grueso del 15%.

La falta de fidelidad con el voto se halla directamente relacionada con la coyuntura política, económica y social, pero en especial con ésta última. Este electorado no consume política, no vé programas de televisión ni lee diarios en donde se habla de política. Simplemente, constata en el día a día su condición económico social. Hasta cuánto le alcanza el sueldo. Si tiene trabajo.

Tanto para ganar una elección como para sostenerse en el poder, hay que conquistar ese 15%, que se localiza principalmente en las clases media y media baja. Allí están muchos jubilados, empleados públicos, gerentes despedidos, cuentapropistas, docentes, profesionales que la pelean día a día, los que usan la tarjeta de crédito para comprar comida aumentando exponencialmente su endeudamiento…Muchos de ellos están fuera del circuito formal, por lo que no tienen cobertura social de ningún tipo. De algún modo están peor que los de la franja inferior, que al menos tienen planes sociales que los contienen.

Ese flujo que va de la clase media a la clase media baja no se detiene desde –al menos- 2011, el último año de crecimiento de la economía argentina. Desde entonces, la productividad no registra un aumento sustancial, y la inflación se consolidó como fenómeno estructural.

Para que el gobierno sea reelecto, será vital detener y revertir ese flujo, haciendo que la clase media vuelva a crecer. La política actual no lo favorece en tal sentido, sino que consolida esa tendencia. La falta de crecimiento económico, las tasas altas, el tipo de cambio atrasado, el endeudamiento en ascenso, los déficit fiscal y comercial en alza y la consecuente inflación empobrecen aún más a la sociedad.

Difícilmente, el gobierno logre la reelección invocando el pasado, como sí lo pudo hacer en las últimas elecciones intermedias, en las que se impuso gracias a la división peronista. En la próxima elección, en donde se elige Presidente, y por lo tanto se opta por un proyecto o algo similar, será vital la situación económica del país, y en especial, la de la franja del 15%.

Para la oposición, si quiere acceder el poder, deberá –además de articular un mecanismo de unidad- encontrar una alternativa que sea representativa para esa franja del 15% y le devuelva la esperanza en el futuro, el capital más importante que pierde una sociedad cuando la azota una crisis económica.

Buenos Aires, 10 de enero de 2018

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