2011: viaje a lo incierto

por Mariano Rovatti

 El año que culmina se caracterizó por la volatilidad de los escenarios. Cualquier análisis realizado a lo largo de 2010, terminó resultando provisorio o aventurado.

Sin duda, la muerte de Néstor Kirchner fue el hecho central, por marcar un claro fin de época, que se venía anticipando desde la derrota electoral del ex presidente en junio de 2009. En nuestro artículo Cuesta abajo publicado dos semanas antes de su deceso, analizábamos el deterioro del poder político del kirchnerismo, acentuado tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia, por el que se impide la desarticulación del multimedios Clarín durante el 2011. En la práctica, ello significa su victoria –aunque muy costosa- sobre el gobierno en la guerra declarada por éste.

El año que se va tuvo picos fuertes, como la pelea con Martín Redrado por la disponibilidad de las reservas en divisas del Banco Central, el apogeo del Bicentenario, la exhibición de poder de Hugo Moyano, la pretensión de autonomía de Daniel Scioli, el nacimiento del cristinismo, el giro al centro de la Presidenta, el recrudecimiento inflacionario, los nuevos roles gubernamentales de Aníbal Fernández, Carlos Bettini, Nilda Garré, Horacio Verbitzky y Julio De Vido, el ascenso a primera división de Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz, los vaivenes de Mauricio Macri y Eduardo Duhalde, las oscilaciones de Julio Cobos y  Elisa Carrió , y la reaparición de la violencia social, pese al promisorio porvenir económico del país.

Tras la muerte de Kirchner, habíamos anticipado una fuerte lucha por el poder en torno a su viuda...

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...Se acababa un período de liderazgo fuerte e hipercontrolado, en el que Néstor Kirchner representaba el exclusivo factor de unidad y contención para las distintas líneas internas de su espacio político. Con ese sillón vacante, está a prueba la capacidad de conducción de Cristina, que viene desarrollando, desde los funerales de su marido, una serie de actos concretos tendientes a fortalecerse, distinguiéndose cada vez más de la figura del extinto ex mandatario, la que canoniza en público y sepulta en privado.

Kirchner tenía un estilo de conducción “atómica”; él era el núcleo que se relacionaba con los átomos, que entre sí no tenían otro vínculo que no fuera ese núcleo. Al desaparecer éste, aquéllos pierden su unidad, y tienen que reacomodarse. Cristina parece tener un estilo más piramidal, descansando en un nivel de colaboradores cercanos –que está en proceso de formación- que a su vez se relacionan con el estamento inferior. El estilo atómico es desgastante porque hace que el núcleo tenga que estar en todos los detalles, pero concentra más poder. El otro es más eficiente, porque exige menos esfuerzo para obtener los mismos resultados, pero delega más poder en la segunda línea, y permite mayor juego político entre sus miembros. Julio De Vido, Carlos Zanini, Florencio Randazzo, Aníbal Fernández, Daniel Scioli, Hugo Moyano y todos los demás están reubicándose donde pueden en este proceso.

Todo lleva a que la Presidenta busque su reelección el año próximo. Para ello, actúan factores favorables y desfavorables, circunstancia analizada en nuestro artículo Fortalezas y debilidades, de semanas atrás. Tras la muerte de Kirchner, y los treinta días posteriores en donde se percibió el viraje cristinista, su intención de voto trepó hasta el 45%, lo que llenó de euforia al gobierno. Pero, días más tarde, y con los primeros conflictos sociales que debió asumir el kirchnerismo, la espuma bajó, y la medición real oscila hoy entre el 30% y el 35%, lo que no está nada mal para sus aspiraciones.

Los desafíos que deberá enfrentar hasta la elección serán dos: liderazgo y gestión. El primero tiene que ver con la contención de las múltiples y contradictorias ramificaciones del oficialismo, en medio del duelo personal que aún está haciendo. Lo segundo, la solución efectiva de los problemas acuciantes para su gobierno. Frente a un panorama alentador en el terreno productivo, los retos más importantes parecen ser tres: inflación, seguridad y conflictividad social. Un triángulo peligroso, porque sus elementos se potencian entre sí.

Para la lucha contra la inflación, todo indica que el encargado no será el actual ministro del área, Amado Boudou, sino Mario Blejer o Miguel Bein, dos técnicos reconocidos en el mundo financiero. En medio de un año electoral, será difícil derrotar a la inflación sin desalentar el consumo. Un dilema para los técnicos que tengan en sus manos este problema.

La candidatura a jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires será el pasaje de salida del actual funcionario. Curiosamente, su postulación fue lanzada entre gallos y medianoche de la mano de Hugo Moyano, quizás el personaje político más despreciado por los porteños. Es como si alguien que quiera ser candidato a intendente de La Matanza eligiese a Federico Pinedo como padrino...

La seguridad y la conflictividad social han quedado fuertemente vinculados tras los hechos de Villa Soldati y Constitución. Han pasado a primer plano las figuras de Nilda Garré y Horacio Verbistzky, quienes avanzan de frente contra las estructuras policiales. En el manejo de ellas, también Cristina se aleja de Néstor, quien toleraba sus vicios a cambio de mantener el control de la calle. El gobierno perdió parcialmente ese dominio territorial.

Está por verse cómo reaccionarán los cuadros policiales frente a la nueva política en materia de seguridad. Que los federales vayan desarmados a contener conflictos sociales significa mandarlos al matadero. A su vez, la presencia masiva de gendarmes en la provincia de Buenos Aires, es considerada por sus policías como una invasión de personal no capacitado y un atropello a la autonomía provincial, debilitando la autoridad del gobernador.

Los conflictos sociales aparecen para contradecir el discurso del modelo productivo con inclusión con el que alardean los funcionarios. Más allá de todas las operaciones y armados políticos que se denuncien, es objetivamente cierto que hay una situación de injusticia social concreta, insólita para un gobierno que se dice peronista, nacional, popular y/o progresista. Pese al sostenido crecimiento económico, los habitantes de la capa inferior de la escala económico-social están condenados a no salir más de ella.

En los aborrecidos años noventa, cientos de miles de argentinos accedieron a su vivienda propia, gracias al crédito y a la estabilidad. Tras la devaluación, ello pasó a ser una ilusión, dado que los precios de los inmuebles se fueron acomodando a los valores internacionales. Ahora, también pasa a ser ilusorio alquilar una vivienda, en razón del proceso inflacionario que minimiza el poder adquisitivo del salario, insuficiente ya para el sostén básico de millones de familias, a las que sólo se las fideliza electoralmente mediante la dádiva gubernamental.

Frente a estos desafíos que debe enfrentar el gobierno, la oposición tiene los suyos. La falta de liderazgo y de propuestas sigue siendo una extendida característica entre sus filas.

El radicalismo tendrá en agosto un hecho que lo potenciará: quizás sea el único espacio político que elija a su fórmula presidencial en elecciones internas. A la lucha entre Julio Cobos y Ricardo Alfonsín, se agrega la postulación de Ernesto Sanz, quien se ofrece como la síntesis de lo que ofrece uno y otro.

Cobos venía cayendo en la consideración popular hasta su segundo voto de desempate, el de la ley del 82% móvil. El hecho lo benefició objetivamente, pero por poco tiempo: semanas después murió Kirchner y aquel efecto político se disipó rápidamente. La delicada situación institucional de Cobos –vicepresidente y opositor a la vez- es un ancla para sus aspiraciones. Además, para los radicales de boina blanca, es un doble traidor: al partido primero y al gobierno después.

Ricardo Alfonsín creció con una postura claramente opositora –aunque no sea cerril- usufructuando la memoria de su venerado padre. Pero para muchos, incluso radicales, Ricardito está tierno, aunque ya no es un mozo, sino que ronda los sesenta años. No se le vé la pasta de líder necesaria para gobernar un país como la Argentina.

Sanz intenta capitalizar las falencias de sus competidores. Tiene un gran prestigio entre los afiliados radicales, probado manejo político demostrado en el Senado, y le resulta confiable al establishment. Si logra perforar su alto grado de desconocimiento popular, es un candidato considerable.

El peronismo federal y el PRO necesitaban un impulso para terciar en la lucha grande. Y se los dio el gobierno, de boca de Nilda Garré, acusando a Eduardo Duhalde y Mauricio Macri de ser responsables de los hechos de Soldati y Constitución. El gobierno le subió el precio a ambos y al convertirlo en contrafigura, lo puso a Macri en una carrera presidencial que parecía haber postergado para 2015. Asimismo, toda situación que remita en la memoria colectiva a la pérdida de control de la situación por parte del gobierno, potencia la figura del veterano ex Presidente.

Ambos espacios están llamados a integrarse, pero su unidad todavía está amenazada por varios factores. La primera es la ausencia de affectio societatis entre los peronistas y el PRO, más allá de tener posturas y necesidades políticas compatibles entre sí. Todavía de uno y otro lado buscan afianzar sus respectivos posicionamientos, y la indefinición sobre el proyecto político de Macri posterga toda construcción frentista. Además, en su afán de no quedar pegado a la vieja política, Francisco De Narváez acentúa su aislamiento, y pone en peligro su capital político obtenido en la victoria de 2009 sobre Kirchner.

No resulta insignificante la decisión de Fernando Solanas de concurrir a elecciones presidenciales, amenazando con comerle votos por izquierda al gobierno. Por pocos que fuesen, podrían alcanzar para obligar a Cristina Fernández a ir al ballotage.

Y allí, más allá de toda especulación, alianza u operación, allí serán uno contra uno.

Buenos Aires, 30 de diciembre de 2010


Estimado lector: deseamos que el 2011 sea un gran año, en el que se cumplan nuestros sueños, y se recompensen nuestros esfuerzos. Dios bendiga a nuestra nación y su pueblo.


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