25 de marzo, día del perdón

Por Mariano Rovatti

Hoy es feriado nacional. Un nuevo aniversario del golpe militar que derrocó a la Presidenta María Estela Martínez de Perón. Las ciudades del país, nuevamente serán llenas de la consigna "memoria, verdad, justicia". Está bien.

Además de encarcelar sin proceso a notorios funcionarios del gobierno justicialista depuesto, el "Proceso de Reorganización Nacional", aprovechando la ocasión de la lucha antisubversiva, eliminó a través de la desaparición, la tortura y la muerte, a miles de militantes políticos, sindicales, sociales y religiosos. Para terminar de consumar su perversidad, se apropiaron de sus hijos recién nacidos. (Para leer el artículo completo, cliquear en el título)

Además de todo ello, la dictadura estuvo a punto de embarcar a la Nación en una guerra fraticida con Chile, destruyó a la industria nacional, hundió en la pobreza a millones de argentinos, desarrolló una brutal represión cultural, endeudó como nunca antes al Estado, estableció un sistema de corrupción estructural en todos los niveles de la función pública, y como aventura final, bastardeó la causa de Malvinas, provocando la primera derrota de las armas argentinas en su historia.

La intervención de la Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo fue ordenada en 1975 por el Presidente interino Italo Luder, para el territorio tucumano, y luego por la Sra. de Perón para todo el país. La sociedad en conjunto reclamaba es medida. La Argentina padecía una ola de atentados cuya crueldad aumentaba día a día.

La lucha armada revolucionaria había sido el camino principal de la oposición a la llamada "Revolución Argentina", el período 1966-73. Primero fueron boicots, movilizaciones y sabotajes, luego, secuestros y asesinatos, al principio de personas representativas de la "clase dominante", y luego de dirigentes políticos, sindicales, y hasta artistas populares.

La proscripción de los partidos políticos -y sobre todo del peronismo- la habían dado cierto plafond político a estos grupos. Pero a partir de mayo de 1973, nada justificaba su accionar.

Desde la resistencia a la dictadura, las organizaciones revolucionarias habían creado un monstruo que en democracia no pudieron manejar. Esta contradicción fue más patente en FAP y Montoneros, de extracción peronista. El símbolo de esa impotencia fue el acto del 1º de mayo de 1974, cuando el Presidente Juan Domingo Perón, insulta y desprecia con inusitada furia a los militantes de la izquierda peronista, quienes abandonaron la Plaza de Mayo dejándola semivacía. Muchos de ellos, 29 años después -el día que asumió Néstor Kirchner- dijeron "volvimos".

Con la restauración democrática, por iniciativa del Presidente Raúl Alfonsín, los responsables de las violaciones a los derechos humanos fueron juzgados y condenados, al igual que numerosos jefes guerrilleros. Durante la segunda mitad de su mismo gobierno, en medio de asonadas militares, se sancionan las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, tendientes a limitar los grados de responsabilidad de los militares acusados. En 1990 fueron indultados masivamente por el Presidente Carlos Menem, y en 2003, comenzaron a reabrirse causas en razón de la nulidad de las "leyes del perdón", sancionada por el Congreso Nacional.

El gobierno de Néstor Kirchner acompañó ese proceso y rápidamente vio la posibilidad de su utilización política. A través de numerosos actos partidarios sobreactuados, revivió todos los fantasmas desatando una inédita ola de revanchismo, reabriendo heridas de treinta años. En todos los casos, para desacreditar a los adversarios del presente.
Paralelamente, los medios de prensa oficialista taladraron en la difusión de una visión tendenciosa, simplista y maniquea de la historia: los jóvenes idealistas y libertarios contra la repugnante oligarquía aliada al poder militar. Algunos jóvenes de hoy, sin la debida información, han comprado la novela.

Ya que el 24 no es laborable, como día de recogimiento y recordación, y que el 25 tampoco lo será, por obra y gracia del nuevo régimen de feriados, propongo que aprovechemos ésta última para convertirla en una jornada para el perdón y reconciliación nacional.

Perdonar no es un acto de debilidad, ni garantizar la impunidad, ni darle un trato injusto y privilegiado a los culpables. Tampoco es un sentimiento.

Perdonar es una decisión espiritual, sanadora y liberadora, tanto en el orden personal como en el orden social.

Concretamente, propongo que este tema quede estrictamente dentro del ámbito judicial, activándose las causas, evitando su prescripción, condenándose a quienes sean hallados culpables, luego de haber ejercido su derecho a defensa.

A su vez, que la clase política deje de alimentar el odio entre argentinos, y de hacer campaña convocando a los fantasmas, rindiéndole culto a la muerte.

Propongo que la memoria sólo sea usada para no repetir errores, para recrear viejos aciertos, tomar enseñanzas, recordar nuestro origen común y saber hacia dónde vamos como Nación. Anclarnos en el pasado es una inmadura actitud que nos evita el compromiso con el presente y el futuro.

España en los 70 y Sudáfrica en lo 90 son ejemplos a seguir. Ellos sublimaron sus odios de décadas y elaboraron proyectos nacionales de integración.

En marzo de 1976, había un amplio consenso social para la consumación del golpe. Como sociedad, tenemos pendiente esa autocrítica. Asumiendo lo que hemos consentido colectivamente, también nos tenemos que perdonar a nosotros mismos.

Buenos Aires, 24 de marzo de 2011

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