El gobierno paga el costo de regalar la iniciativa política

por Ignacio Fidanza

El escándalo Schoklender domina una agenda pública que el Gobierno dejó vacante hace meses. La muerte de Kirchner se llevó los aspectos más revulsivos del kirchnerismo, pero también parece haber dejado a esa fuerza vacía de creatividad. (Para leer el artículo completo, cliquear en el título)

El problema que enfrenta el kirchnerismo por la propagación fractal de los escándalos de Sergio Schoklender y el vodevil de Rachid y Morgado, se explica en la propia carencia: la incapacidad para instalar nuevos ejes de debate público, ya sea desde la gestión o la política.

Néstor Kirchner se recuperó de la doble derrota de la pelea con el campo y las elecciones del 2009, con un frenesí de iniciativas que incluyó la batalla con Clarín y las “corporaciones”, la nacionalización de Aerolíneas, el matrimonio gay, la nueva reforma electoral y la apertura inédita del espacio político para la “juventud”, que dejaron a la triunfante oposición, desarticulada y sin reacción.

Se trató de un puñado de acciones con más contenido simbólico que real, pero que confirmaron que Kirchner tenía ese talento para ocupar el centro de la escena, que había demostrado con acciones más trascendentes, durante su mandato como Presidente.

Contradiciendo esa enseñanza, el kirchnerismo decidió administrar la inmensa herencia política que les dejó la muerte de su líder, con una fórmula en extremo conservadora, que acaso demuestra que Cristina siempre fue el ancla, de una fuerza que todavía no logró resolver la pérdida de su vector creativo.

El gobierno intentó administrar la espuma posterior a la muerte de Kirchner congelando su acción política en el sentido más profundo. Es decir, en su costado transformador de la realidad. Porque mantener la tensión con Clarín o llevar al extremo la participación de los jóvenes de La Cámpora en la burocracia estatal, bien miradas son acciones conservadoras, repeticiones de un libreto que empezó a quedar descalzado respecto a las nuevas demandas de la sociedad.

El Gobierno tiene –o debería tener- en su mesa de trabajo, un cúmulo de problemas a atender: inflación, deterioro del poder adquisitivo, normalización del Indec, acuerdo con el Club de Paris y regreso a los mercados internacionales, pérdida progresiva de los superávit de cuenta corriente y comercial, estancamiento de la recuperación del empleo, dificultad para acceder a la vivienda, fuga de divisas, atraso cambiario, colapso del sistema de transporte público, crisis energética, ausencia de diálogo político con la oposición, parálisis del Congreso, conflictividad gremial, entre otras cuestiones demasiado reales.

No es para asustarse. Muy por el contrario, se trata de una agenda ideal para que Cristina reinvente su Presidencia y le de al peronismo una épica de segundo mandato que podría llevarla a terminar su segunda Presidencia –si la aborda con éxito- con registros de popularidad muy superiores a los que ostenta actualmente. Porque el fantasma del pato rengo es eso, un fantasma. Es la gestión lo que salva o condena a un presidente, no el calendario electoral.

Sino Lula no habría logrado imponer a su sucesora y gobernar hasta el último día con pleno ejercicio de sus facultades, y De la Rúa nunca habría caído ya que todavía tenía una reelección por delante.

Nuevas ideas y nuevos hombres

El problema es que el kirchnerismo que sobrevivió a Kirchner, acaso simbolizado por Carlos Zannini, se cree en la obligación de hacer una interpretación literal del Corán que creen que dejó el ex presidente y acaso se estén perdiendo el sentido profundo de su legado: le reinvención permanente de una fuerza que hizo de la transgresión su razón de ser.

Más Moreno, más Campora, más Mariotto, no es más Kirchner y posiblemente sea menos. Esa mirada ideológizante de un líder básicamente pragmático, como corresponde a todo líder peronista, es no sólo un pésimo homenaje, sino un grave error político que el Gobierno ya esta pagando.

¿Sino como se explica el crecimiento de Duhalde que emerge de los suburbios del peronismo y se convierte en una amenaza interna plausible? Si hasta Ricardo Alfonsín demostró mayor audacia que el kirchnerismo al asociarse con Francisco de Narváez y Javier Gonzáles Fraga. Le puede salir bien o muy mal, pero al menos buscó nuevas soluciones para viejos problemas, algo que de manera tozuda la Casa Rosada se niega a hacer, pese a que tiene las opciones al alcance de la mano.

Hoy lo novedoso no es “profundizar el modelo”, sino cambiarlo donde hay que cambiarlo. Apenas un ejemplo: la participación de Betriz Sarlo en 678, fue un momento de inédita riqueza política y discursiva, no tanto por la pavada que intentaron instalar los grandes medios que previsiblemente la presentaron como la campeona moral de la noche, sino porque permitió imaginar un país –aún gobernado por el kirchnerismo- donde el debate franco de ideas es posible y hasta buscado. O sea, un país mejor.

¿Cuánto mediría hoy la Presidenta si hubiera anunciado un paquete de medidas serias para enfrentar la inflación? ¿Si hubiera convocado a los mejores para enfrentar ese desafío? ¿Si la normalización del Indec estuviera en marcha?

Y eso es apenas lo ineludible ¿Cuáles son las novedades en materia de política exterior? Kirchner, transgresor como era, selló una alianza con Hugo Chávez y enarboló un antiimperialismo de superficie, electoral, sin descuidar el vínculo con Lula ¿Qué es lo nuevo que hemos visto en esta materia?

Y así en cada área que recorre el Poder Ejecutivo, lo que se ve es la adormilada administración de viejas iniciativas, el eco cansino de viejas consignas.

Lo que se observa es acaso un pavor, un pánico por salir de la zona de confort en la que la muerte de Kirchner dejó al Gobierno, que claramente no es la que vive la sociedad que tiene nuevas demandas para nuevos tiempos. Y la respuesta es conocida: la fuerza que no sepa interpelar esos reclamos, quedará a un costado de la historia, como siempre pasó.
Publicado en La Politica On Line

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