15 motivos para elegir un cambio

Por Mariano Rovatti

Faltan apenas dos semanas para que los argentinos decidamos quién nos gobernará durante los próximos cuatro años. Un hecho significativo, que parece intrascendente dada la escuálida campaña electoral que está desarrollándose.

Según los sondeos, el resultado del 14 de agosto sería aún más contundente a favor del oficialismo. Quizás sea una tentación sumarse al carro triunfalista, pero el análisis político y la determinación de las prioridades y planes de gobierno deben tratarse sin ligereza ni ánimo resultadista, más propio de una competencia deportiva que de los asuntos nacionales importantes. (para leer el artículo completo, cliquear en el título)

Es un lugar común pensar que frente a la Presidenta no hay nadie. En verdad, son seis los candidatos presidenciales que se le oponen, o sea que -pese a todo- el ciudadano tendrá siete opciones delante suyo el próximo 23 de octubre. El derecho a elegir es sagrado, y es el mismo ciudadano quien lo tiene que defender con su voto responsable.

Pese a que pueden verificarse innegables aciertos del gobierno nacional en su gestión, no votaré la reelección de la Presidenta. Estas son las razones que encuentro para ello:

1) Concentración de poder y rasgos autoritarios: desde la recuperación de la democracia en 1983, no se ha verificado un gobierno que haya logrado el grado de concentración de poder que ostenta el presente, pese a haber llegado en 2003 con sólo el 22% del apoyo popular. Gobernadores, intendentes, legisladores nacionales y provinciales, jueces, periodistas, punteros y actores políticos en general han renunciado o se ven impedidos de ejercer elementales actos de autonomía, por el temor de quedar afuera del favor presidencial. Tanto Néstor como Cristina Kirchner han desarrollado un liderazgo basado en el sometimiento de sus cuadros, exigiéndole el alineamiento total sin medias tintas. El “apoyo crítico” es una categoría inexistente para el kirchnerismo, y quien la ejerce equivale a un opositor, sinónimo de enemigo. Quienes se atrevieron a ello, sufrieron el escarnio y la humillación.
De acuerdo a cómo sea el resultado final, avanzará en el Congreso una iniciativa impulsada por un sector del oficialismo para reformar la Constitución Nacional, y permitir que la Presidenta puede aspirar a ser reelecta en 2015. Más allá de las operaciones político-mediáticas, impulsar una reforma es una necesidad política de la Presidenta para mantener alineada a su tropa, y que no empiece a mirar hacia la figura de Daniel Scioli a medida que se acerca el 2015.
Hoy, el Frente para la Victoria cuenta con 37 senadores sobre 72, y 116 diputados sobre 257. Una victoria similar a la de las primarias, más las previsibles boro-cotizaciones acercará al gobierno a la mayoría de dos tercios que exige la Constitución en su art. 30.

2) Unitarismo financiero: tras la debacle del 2001/2002, la Argentina pasó a tener un sistema de finanzas públicas con fuerte incidencia de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, con recursos no coparticipables con las provincias. Desde 2003, el Estado Nacional centralizó el manejo de los recursos públicos, y con ello disciplinó políticamente a los estados provinciales, quienes con sus propios recursos, sólo logran hacer frente a sus gastos corrientes. La nación así es la única capaz de generar obra pública relevante, que modifique la infraestructura de servicios del país. Sólo la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de San Luis zafan de este perverso sistema de dependencia.

3) La mentira como método de comunicación: en 2007, cuando el problema de la inflación empezaba a acechar, el gobierno resolvió intervenir el INDEC y truchar los datos oficiales sobre la evolución del costo de la vida. Una decisión inédita, que nos generó aislamiento y nula confiabilidad para ser objeto de inversiones extranjeras. Además, esta situación impide que la Argentina cierre de una vez por todas su conflicto con los acreedores externos, en especial los tenedores de bonos, lo que perjudica nuestra calificación, dificultando el acceso al Estado y a las empresas argentinas al crédito internacional.

4) Acoso comunicacional: el gobierno ha desarrollado un agobiante sistema propagandístico, en respuesta a su principal enemigo, el grupo Clarín. Utilizando recursos públicos para publicidad oficial, sostiene diarios, revistas y canales de televisión adictos, además de bancar la televisación del fútbol, pilar del sistema de propaganda.
El kirchnerismo escribió su propio relato de la historia: nada de lo que nos pasó como nación desde 1810 superó a la gesta nacional y popular kirchnerista, presunta síntesis del peronismo revolucionario de los ’70 y el progresismo ilustrado. Como frutilla del postre, la repentina muerte de Néstor Kirchner es mostrada como una épica caída en un combate imaginario, continuación de aquella mística revolucionaria de tres décadas atrás.

5) Falta de estrategias para los problemas actuales de la economía: la inflación, la fuga de divisas, la pérdida de reservas, la caída del precio internacional de la soja, la pérdida de exportaciones a Brasil y una incipiente corriente de suspensiones en la industria son problemas concretos que presenta hoy la economía argentina, pese a los buenos datos positivos de los últimos años, que empiezan a ser un dulce recuerdo.
La crisis internacional nos va alcanzando: Europa le está dejando de comprar productos industriales a China, quien vé así disminuir sus divisas, lo que hace que nos compre menos soja, bajando su precio internacional. Esto pone en peligro las finanzas públicas argentinas, dependientes de las retenciones a la exportación.
Ello a su vez compromete la política económica interna, ya que el Estado tendrá menos recursos para fomentar el consumo, pilar de la actividad económica local.
La fuga de divisas es una corriente constante junto a la pérdida de reservas, dada su utilización para sostener el tipo de cambio a valores que no generen pánico entre los inversores locales. La inflación también se mantiene como un persistente castigo a los asalariados. La caída del precio de la soja y la disminución de exportaciones a Brasil amenazan reducir gravemente el superávit comercial, generando a su vez problemas fiscales, laborales y sociales.
El gobierno carece de planes estratégicos para resolver todas estas cuestiones.

6) Diez millones de pobres: para el INDEC son menos, pero para los analistas y organizaciones serias una cuarta parte de nuestro pueblo vive bajo la línea de pobreza. Es una situación inconcebible en un país aún escasamente poblado, y con una tasa de crecimiento del PBI muy alta durante la última década.
Frente a ello, el gobierno implementó la Asignación Universal por Hijo, una gran medida aliviadora, pero no integradora. Más aún, condena a quien la recibe a ser más dependiente de la ayuda estatal, convirtiéndose en un rehén político del gobierno, quien así alimenta la cultura de la dádiva, desalentando la cultura del trabajo.
Muy lejos quedó el apotegma justicialista cada argentino debe producir al menos lo que consume.

7) Falta de políticas de estímulo a la producción: el boom productivo del campo argentino se ha dado a pesar de, y no gracias a, la intervención del Estado. Más allá del conflicto del 2008, el gobierno nada ha hecho para aprovechar a fondo las condiciones favorables que a largo plazo se presentan para el país como productor de alimentos.
De todos modos, es cierto que desde 2002, cambiaron las condiciones para la producción industrial, gracias a la devaluación del peso y al posterior auge del consumo.
Pero la Argentina tiene la posibilidad de dar un salto de calidad, y pasar a ser nuevamente una potencia mundial. El Estado debe fijar prioridades y utilizar el arancel, el crédito y el impuesto como herramientas orientadas a la inversión en aquellas áreas que resulten estratégicas.
La inversión llegará con seguridad jurídica y previsibilidad económica: con el riesgo- país a 981 puntos, estando Brasil a 275, México a 239 y Uruguay a 330, parece difícil que aquéllas no sigan de largo.
Además, el sistema financiero estatal y privado orienta el crédito exclusivamente al consumo, siendo inexistente o inalcanzable para la producción o para el acceso a la vivienda.

8) Infraestructura de servicios: pese a tener superávit fiscal durante todos estos años –uno de los mayores méritos gubernamentales- no se utilizan esos fondos para mejorar la infraestructura del país. Salvo el tramo Rosario-Córdoba, no hay nuevas autopistas. Menos aún, un plan federal que integre a todo el territorio nacional. Los ferrocarriles siguen deteriorándose, causando tragedias, y sin reinstalarse ramales como se había prometido. Más allá de algunos anuncios, poco o nada se ha hecho en puertos, aeropuertos, gasoductos, centrales eléctricas, telecomunicaciones…La situación de crisis que se avecina impedirá que se hagan obras que se podrían haber hecho en los años benignos.

9) Inseguridad: el país carece de una política integral en la materia, en especial en el área metropolitana de Buenos Aires, en donde la Nación, la Provincia y la Ciudad Autónoma deberían trabajar en conjunto. Mientras el delito está cada vez más organizado y trabaja eficientemente, el Estado no coordina esfuerzos.
Sin tinturas ideológicas, ni falsas antinomias entre el garantismo y la mano dura, el Estado debe promover la revisión de las leyes de fondo, la reforma de la legislación procesal, dotar al Poder Judicial de los recursos necesarios, reformular los criterios jurídicos de numerosos magistrados, jerarquizar moral, económica y técnicamente a las fuerzas policiales, trabajar en conjunto con las ONGs especializadas en función de prevenir el delito, reestructurar los sistemas carcelarios, y mejorar la infraestrucutura urbana para evitar la proliferación de delitos y la impunidad de quienes los cometen. También puede innovarse con medidas tales como la designación de comisarios y fiscales con participación popular.

10) Recursos naturales y estratégicos desprotegidos: pese a su retórica progre y nakypop, el gobierno es un confiable aliado de las empresas mineras multinacionales. Ejemplo de ello es la Barrick Gold, la mayor compañía del mundo en la materia, que creó una zona de explotación a cielo abierto en donde el Estado no ejerce su soberanía, y en la que utiliza gran cantidad de agua de las cuencas argentinas por un precio vil, y sin control sobre las cantidades de oro extraídas ni la cantidad de cianuro utilizada para su lavado, que queda allí embalsada contaminando el medio ambiente. El veto presidencial de la Ley de Glaciares en 2008 protegió los intereses de la multinacional, poniendo en peligro la preservación de los glaciares, inmensas fuentes de reserva de agua.
Similar situación se da con los hidrocarburos. El gobierno creó ENARSA, una empresa vacía, que nada tiene en común con Petrobrás o PEMEX, sostenidos por sus estados como herramientas para defender el recurso estratégico del petróleo y derivados.

11) Jubilados en el horno: atrás quedaron los ocho aumentos dados por Néstor Kirchner. Si bien es cierto que se ha creado por ley un mecanismo de ajuste automático, millones de jubilados y pensionados viven tan mal como siempre desde 1976. Haberes miserables, centenares de miles de juicios por reajustes, y sentencias incumplidas sistemáticamente por la ANSES, son eslabones que se unen al veto al 82% móvil de hace un año.
Además, la caja de la ANSES se utiliza como un banco que financia iniciativas como el Fútbol para Todos, para regalar netbooks, o para tapar agujeros financieros del Estado, poniendo en peligro los haberes de los futuros jubilados.

12) Defensa y política internacional: la Argentina tiene una errática política exterior, sin tener claro su rol en el concierto mundial. El mundo desarrollado nos mira con desconfianza y el bloque emergente (Brasil, Rusia, India y China) no nos incluye en sus decisiones.
Nuestro país no aprovecha el rol de proveedor de alimentos para pararse en el mundo con autoridad. La Presidenta utiliza los foros internacionales para sermonear a los otros jefes de Estado, pero no para construir asociaciones útiles a los intereses nacionales.
Justo es reconocer que se han mejorado las relaciones con los países hermanos de América del Sur, faltando aún mucho camino para recorrer.
Las Fuerzas Armadas hoy presentan una realidad de desmantelamiento y desmotivación, similar a la que vienen sufriendo desde la derrota de Malvinas.

13) Corrupción e impunidad: empezando por la familia presidencial, todo el elenco gubernamental ha tenido un formidable crecimiento patrimonial desde 2003 hasta la fecha, de difícil justificación. La lista de escándalos por corrupción es larga: Southern Winds, Skanska, valija de Antonini, bolso de Miceli, Eduardo Jaime, medicamentos truchos, tercerización ferroviaria, Schocklender…. Igual de larga es la lista de la impunidad. La Justicia argentina no toca a ningún funcionario o aliado, salvo Juan José Zanola, quizás un aviso para el resto de la dirigencia sindical, de lo que puede pasarle si saca los pies del plato.

14) Auge de la droga: desde hace años, la droga viene avanzando a sus anchas sobre la sociedad, en especial, sobre los más jóvenes. No sólo que no hay política oficial en la materia, sino que se observa una sospechosa pasividad de funcionarios de distintos niveles, frente al auge de la producción, comercio y consumo de estupefacientes de todo tipo.
Con apoyo oficial, avanza en el Congreso un proyecto de despenalización del consumo de marihuana, que lejos de solucionar el problema, hará más llano y rendidor el negocio del narcotráfico.

15) Reconciliación nacional: desde la muerte de Néstor Kirchner, el gobierno ha modificado su anterior estilo de confrontación permanente, basado en la degradación, estigmatización y demonización del adversario. Durante mucho tiempo, ése había sido el método favorito de construcción política del oficialismo. Militares, empresarios, los Estados Unidos, el campo, la iglesia católica, los multimedios, la oposición…todos los no encolumnados detrás del proyecto eran enemigos. Y como tales, sólo cabía su eliminación.
Si bien el estilo presidencial cambió, las heridas quedaron abiertas. Y todavía, los cuadros políticos y mediáticos subalternos conservan esa metodología.
Nuestra nación necesita un conjunto de políticas de Estado que cualquier gobierno siga con coherencia y continuidad, acordadas por los principales actores políticos y sociales. Para ello, es necesario retomar la senda del diálogo y el respeto, en el que pensar distinto no sea propio de un enemigo, sino de un hermano, un compatriota, que completa cada visión particular de la realidad. La descalificación del ocasional adversario –incluso con interpretaciones tendenciosas de la historia- sólo servirá para anclarnos en el odio e impedirnos el desarrollo definitivo como nación.

No sé por qué, la oposición –mediocre, cobarde, incompetente- casi nada habla de estos temas. Aunque sea para la denuncia. Porque de propuestas –salvo excepciones- está desprovista por completo. Dios y la Patria también los demandarán a ellos.

El Frente para la Victoria, que tuvo su lógica declinación tras años en el poder, pero luego logró revitalizarse tras la muerte de Kirchner, ha quedado como el único partido sólidamente estructurado a nivel nacional, con liderazgo, proyecto y cuadros. La oposición tendrá en estos cuatro años el deber de encontrar sus nuevos líderes, formular un proyecto alternativo y formar nuevos cuadros. Del adversario, deberá aprender de su capacidad de rehacerse tras las derrotas.

Quizás, el 2012 sea un año difícil para la Argentina, dada la gravedad y complejidad de la crisis mundial. El desafío para todos –gobierno y oposición- será encontrar los caminos para afrontrar ese desafío con los menores daños que sea posible.

Ojalá que cuando llegue ese momento, tengamos un gobierno lúcido, sin la borrachera triunfalista que le podría generar otra victoria categórica, y una oposición con grandeza y vocación de poder, sin la depresión de los resignados.

Pensando en ese momento, es que decidiré mi voto el próximo domingo 23.

Buenos Aires, 10 de octubre de 2011


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