El fin de una devaluación exitosa

Por José M. García Rozado

Vuelve el 1 a 1 con salarios básicos que no llegan a $ 3,3 mil o US$ 761,25 mensuales.

En 2011 el peso se devaluó 8% contra el dólar, mientras la inflación casi triplicó esta devaluación, completándose por octavo año la apreciación del peso; pero la productividad aumentó y los salarios no se apreciaron de igual manera. En los 90 del siglo pasado con la convertibilidad la productividad era casi un tercio inferior a la actual y los salarios básicos estaban cercanos al 75% de los actuales. Llegamos al fin del ciclo de la devaluación exitosa de la postcrisis de 2001 ingresando en una etapa de “ajustes estructurales”. (si no sale el artículo completo,cliquear en el título)

La falta de previsibilidad es quizás el más notorio de los resultados del régimen K, pero debemos sumarle que el tipo de cambio entre el dólar y el peso ha vuelto a ser el de la convertibilidad del cavallo-menemato, mientras se aumentó las productividad y se depreciaron en términos reales los salarios básicos. La Argentina ejemplo de lo que se dio en llamar “una devaluación exitosa” está dando paso a otra donde la apreciación del peso frente al dólar ya empieza a generar graves inconvenientes en los exportadores, salvándolo por el momento la realidad del tipo de cambio respecto del real, el euro y el rinbimbi chino o yuan, nuestros principales mercados.
Todos sabemos que las devaluaciones sirven para “ganar competitividad”, haciendo más caras las importaciones y más baratas las exportaciones, pero esto que se implementó tras la crisis de 2001 como la salida de ella, con el correr de los años de gobierno K se fue revirtiendo, aunque sabemos que esto suele durar un tiempo, y que dicha ventaja no puede ser permanente, por los mismos motivos que no se podía continuar con la convertibilidad de los 90, aquella “devaluación exitosa” de la que hablan los economistas y analistas internacionales serios, pasó a ser un ciclo mucho más corto que el que se podría haber implementado.
La devaluación generó que los precios internos se acomodaran a la nueva realidad una vez salidos de la crisis, pero por causa de las medidas tomadas para “ahorrar divisas” resultantes de pagar los bonos atados a la inflación, mediante la intervención estrafalaria del INDEC y que en un futuro no muy lejano nos puede acarrear gravísimos problemas de índole judicial y resarcimientos monetarios muy importantes a la Patria y a su pueblo, aquella inflación –acomodamiento de precios internos post devaluación- del 40% de abril de 2002 se estabilizó y la economía argentina comenzó el proceso de crecimiento a tasas chinas y con baja inflación –un dígito- durante el período del 2002 al 2005 inclusive.
Es éste precisamente el período en que Argentina fue noticia y dio la nota, de una nación que tras la crisis y el default de su deuda externa y la licuación de inmensos pasivos internos salía de aquella para convertirse en un “modelo de devaluación exitoso”; pero esto cambió ya en 2006 cuando la inflación interna superó el 12% anual y mucho más a partir de 2007 cuando las cifras de la inflación dejaron de ser un dato preciso y cierto y se acercaron al 20% anual. En estos días se cumplen 5 años de la intervención morenista del INDEC, único caso en la historia económica reciente en que la modificación del tipo de cambio haya prolongado sus efectos por tanto tiempo.
En el período comprendido entre 2002 y 2012, la economía real duplicó su tamaño, se crearon –aunque específicamente en los primeros cuatro años- millones de empleos, y surgieron o resurgieron muchas nuevas industrias y sectores de servicios en una parte sustancial gracias al colchón cambiario que ahora está llegando definitivamente al fin de su vida útil. En ese marco se puede entender la decisión impuesta desde las esferas del poder del “control cambiario policíaco” y de las “declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI)”, que junto a la quita de los subsidios a la energía, los combustibles y el transporte darán como resultado un nuevo golpe inflacionario en el bolsillo de las clases medias, medias bajas y bajas argentinas.
Las mismas que han visto desaparecer aquel círculo virtuoso de generación de empleo, baja de la pobreza y el indigencia de los primeros cuatro años de la post crisis, donde la recuperación del empleo y del salario –incluso de las jubilaciones y pensiones- mostró los verdaderos signos; pasamos de un salario básico de US$ 571 mensuales en la era de la convertibilidad a menos de US$ 340 en plena crisis de inicio de febrero de 2002, con jubilaciones y pensiones de menos US$ 200 mensuales. A finales de 2006 aquellos guarismos habían vuelto a recuperar los ingresos de la convertibilidad aumentándose paralelamente la productividad en casi un 30%, con lo cual los costos salariales sobre los productos producidos eran significativamente inferiores a los de la convertibilidad del menemato aumentando el círculo virtuoso del crecimiento económico.
Pero se fue Lavagna y Néstor asumió el control de la economía junto al infaltable Guillermo Moreno y sus gigantescas mamarrachadas que incluyeron aprietes, ilegalidades, intervenciones capciosas rayanas con lo mafioso y entonces aquel “círculo virtuoso de crecimiento con generación de empleo y disminución notoria de la pobreza y la indigencia” rotó en una política económica que se volvió berretamente populista y donde la politización de la economía fue de la mano de las prebendas y beneficios para los amigos del poder del régimen y la cooptación de todo aquel que estuviese a su alcance. Se intentó con la “transversalidad” y con la “concertación” fallándose en sus resultados estrepitosamente y aquel círculo de crecimiento con generación de empleo dio paso a un nuevo modelo de dádivas y prebendas que incluyó la sumisión de las clases más desposeídas a los designios clientelares impuestos desde el poder central del régimen.
Estas últimas medidas –control cambiario y DJAI- son las sucesoras notorias del nuevo paradigma cristinista muy emparentado con el neoliberalismo de los 90 y las antiguas DJNI que usaron diversos gobiernos, democráticos y dictatoriales, en las últimas décadas para hacer frente a emergencias en la balanza de pagos; el actual escenario no dista mucho ya de presentar un peligro inminente en el frente externo, pues el superávit comercial de 2011 que terminó en cerca de US$ 12 mil millones se achicará, crisis internacional y seca mediante, a un valor más cercano al 50% que al 70% del de 2011. Mientras la tasa de crecimiento de las importaciones duplicaba a la de las exportaciones -2010/2011- hoy vemos como por las draconianas medidas adoptadas y el enfriamiento de la economía argentina y regional produce que las importaciones suban un 12% contra un 17% de las exportaciones.
El régimen parece decidido a maximizar el superávit comercial por la vía de la restricción de las importaciones –hasta de papel de diario-, olvidando que para exportar, sobre todo productos manufacturados (y debido a la política implementada del avestruz que negó la necesidad de generar capacidad productiva y tecnológica nacional), nos hace falta una importante cuota de importaciones; el riesgo de la actual política aplicada es que termine por dificultar aún más las exportaciones y de este modo vuelva a peligrar el superávit comercial, pero por el lado de la oferta. De cuanto será exactamente depende de los precios internacionales, ya que las exportaciones agropecuarias, por la seca, disminuirán notoriamente en volumen y los precios fijados en Chicago dependen más del buen clima y la producción en aumento de los farmers estadounidenses, que de la seca Argentina.
“Esta ecuación de mayor precio está lejos de compensar la caída en ingresos causados por una menor producción”, si ha esto sumamos la inflación interna y la pequeña depreciación de nuestra moneda el coctel se vuelve realmente muy peligroso. La política del “ajuste” vuelve a imponerse al igual que en los años dorados del neoliberalismo del que tanto aprendiera Amado Boudou y sus dilectos congéneres del gobierno cristinista.

No hay comentarios: