Aquélla plaza y éste Vélez

Por Mariano Rovatti

Hace treinta y ocho años, el Presidente Juan Domingo Perón celebró por última vez un 1º de mayo junto a los trabajadores argentinos. Después del exilio, la resistencia y la proscripción, era el primer Día del Trabajador que volvía a congregar una multitud en la Plaza de Mayo, el lugar en donde las masas volvían a profesar su amor por su líder. (para leer el artículo completo, cliquear en el título)

El clima político tenía una temperatura mucho más alta que el plácido otoño de aquel año 1974. Como ahora, la batalla política se libraba puertas adentro del gobierno, pero afectaba a todo el país. Un año antes, Héctor Cámpora –el De la Rúa peronista- había durado sólo un mes y medio en el sillón presidencial, pese a su categórica victoria del 11 de marzo. El Tío no había podido conducir a esa variedad tan compleja que iba desde el Comando de Organización hasta los Montoneros, pasando por la 62 Organizaciones, y el Partido Justicialista tradicional. La noche de la misma jornada en que Cámpora había asumido, la izquierda peronista –Montoneros, FAP, la tendencia revolucionaria de la Juventud Peronista y demás grupos- llegó hasta la cárcel de Villa Devoto y logró manu militari la liberación de todos sus militantes presos, condenados por la Cámara Penal. El procedimiento no fue incruento, ya que dos jóvenes resultaron muertos, fruto de los enfrentamientos con los guardiacárceles. Días después, el Congreso sancionó una ley de amnistía que blanqueó la liberación producida en los hechos por los mismos activistas. Inmediatamente, gran cantidad de edificios públicos eran ocupados por grupos de la izquierda peronista, que reclamaba mayor injerencia en el poder formal. Se consideraban a sí mismos indispensables en el armado peronista, ya que habían sido en los últimos años el grupo con mayor poder de movilización. La nominación de Cámpora y de sus ministros Esteban Righi en Interior, y Juan Carlos Puig en Relaciones Exteriores, así como una veintena de diputados, agotaba el reconocimiento de Perón a su aporte político, en el orden nacional. El resto del gabinete y del mapa del poder estaba en manos del PJ tradicional, dirigentes sindicales y de la CGE, junto a exponentes de la derecha peronista, con José López Rega en el Ministerio de Bienestar Social como principal referente. En los foros exteriores, en plena guerra fría, el canciller Puig desarrolló un discurso antinorteamericano, alineándose con Cuba y Chile –gobernados por Fidel Castro y Salvador Allende. Perón no avaló ese giro de la diplomacia, así como tampoco aprobaba la toma de los edificios públicos. Ese cóctel explosivo finalmente estalló el 20 de junio en Ezeiza, cuando el Gral. Perón volvió definitivamente al país. En cruel enfrentamiento entre los bandos extremos del peronismo, más de 200 muertos marcaron el final de la presidencia de Cámpora, que renunció días después junto al vicepresidente Solano Lima, convocando a elecciones que finalmente ganó Perón. Ya sin la dictadura militar, resultaba incomprensible que perdurara la violencia. Un gobierno elegido por el pueblo se hallaba en el poder, pero ello no significó obstáculo para que proliferara la muerte como método de acción política. José Ignacio Rucci, José Alonso, Carlos Sacheri, Alberto Villar, Jordán Bruno Genta, Arturo Mor Roig, el Capitán Viola, Carlos Mugica, Alberto Campos, Rubén Cartier, Silvio Frondizi, y Rodolfo Ortega Peña fueron asesinados por balas provenientes de distintos bandos, entre 1973 y 1974, en plena vigencia de las instituciones republicanas. En medio de este clima de descontrol, Perón envió al Congreso un paquete de reformas a la legislación antiterrorista, agravando las penas. El grupo de diputados que respondía a la izquierda peronista intentó resistir la iniciativa, recibiendo una severa respuesta del Presidente. La relación de Perón con el ala izquierda de su movimiento se había roto tras el asesinato de Rucci, días después de su victoria electoral. En su tercer mandato, le dio mayores espacios de poder al PJ tradicional, el sindicalismo y el ala derecha, sacando de la cancha a la JP y los montoneros. Ese 1º de mayo fue preparado por la CGT como una fiesta, y como la materialización definitiva de esa opción ya ejercida por el General. Una multitud llenó la plaza, demostrando tanto el sindicalismo como la izquierda sus respectivos aparatos movilizadores. Como dato de color, en los balcones de la Casa Rosada fue coronada la Reina del Trabajo: una joven obrera textil que se llamaba…¡Cristina Fernández…! …Ironías del destino… En su breve discurso, Perón ensalzó a los dirigentes sindicales y destrató a la JP, a quienes llamó imberbes y estúpidos. Las columnas de la izquierda peronista se marcharon de la plaza, dejando gran parte de su superficie al descubierto. Perón había dejado de ser el General, para ser el viejo. Dicen que ese día el joven Néstor Kirchner no estaba allí, sino en Río Gallegos. Veintinueve años más tarde, al asumir como Presidente de la Nación, le habría dicho a sus viejos compañeros: volvimos a la plaza. Con ellos, el Pingüino construyó su liderazgo juntándolos con el PJ tradicional, el sindicalismo, y demás sectores de adentro y afuera del peronismo. Tras su muerte, su viuda fue haciendo su propio armado político que incluyó a algunos y excluyó a otros referentes cercanos a su marido. Salvando las distancias, y haciendo el odioso ejercicio de la comparación, Cristina Fernández (la Presidenta, no aquella Reina del Trabajo) hizo el viernes 27 de abril, en la cancha de Vélez, lo mismo que Perón 38 años antes. Bajo el lema unidos y organizados, el acto y la movilización fueron realizados principalmente por La Cámpora, el Movimiento Evita, de Emilio Pérsico y el Frente Transversal, de Edgardo Depetri. Los jóvenes y las organizaciones sociales, dos emergentes de la crisis del 2001. En ella, además de la economía, colapsaron los partidos políticos tradicionales. La Cámpora se formó con cuadros surgidos de movimientos anti-sistema, agrupaciones estudiantiles y organizaciones de derechos humanos. Los movimientos sociales surgieron de los piquetes y las protestas sociales de fines de los noventa. Muchos de sus dirigentes fueron montoneros en los setenta, y actualmente, se hallan en conflicto con Daniel Scioli y los intendentes, quienes los marginaron en el reparto de cargos. A dos meses de la elección en la CGT, no hubo columnas sindicales. Los que fueron lo hicieron sin identificarse como tales. El mensaje del cristinismo fue claramente desmitificador: para movilizarnos, no los necesitamos En la primera fila del palco de Vélez, se pudo ver cuáles son las predilecciones de la Presidenta. Además de los nombrados, estaban Gabriel Mariotto –varios metros adelante del gobernador Scioli- Agustín Rossi –ariete oficialista en la Cámara de Diputados- Guillermo Moreno, Máximo y Alicia Kirchner, Andrés Larroque, Carlos Zannini y el golpeado Amado Boudou. Treinta y ocho años después, Cristina ejerce la opción contraria a la de Perón: desplaza al PJ tradicional y al sindicalismo, y entroniza a los jóvenes y los movimientos sociales. Elimina viejas y crea nuevas superestructuras, haciendo que la relación sea tan directa como dependiente entre ella y sus referentes. La estatización de YPF resulta así muy oportuna a este proceso, ya que asegura una amplia estructura de cargos rentados a favor de sus militantes. En muy poco tiempo, la CGT elegirá autoridades: allí el gobierno intentará relevar a Hugo Moyano, o al menos, provocar una división del movimiento obrero. Esto último es lo más probable que ocurra. Mientras tanto, seguirán cercando a Daniel Scioli, a quien acaban de darle un fuerte golpe con la venta de Radio 10 y C5N a Cristóbal López. Además de agrandar el grupo de medios afines al gobierno, le sacaron al Manco el multimedios que mejor lo trataba, y facilitaba el trabajo de conservar la excelente ponderación que tiene entre la opinión pública. Confluyendo con todo esto, ya se habla sin remilgos de la reforma constitucional que promoverá este mismo año el gobierno en el Congreso. Sólo le faltan 40 diputados y 7 senadores para llegar a los dos tercios necesarios. Quizás en octubre próximo, el pueblo sea convocado a elegir constituyentes. Todo lleva a una brutal concentración de poder. El cristinismo es un tren lanzado a toda velocidad, que no encuentra obstáculos a su paso. ¿Hasta dónde y hasta cuándo? Buenos Aires, 30 de abril de 2012 Nota: por razones no detectadas, no es posible separa este texto en párrafos, tal como lo escribió el autor

No hay comentarios: