Los dos más importantes opositores: Moyano y Lanata

por Mario Cadenas Madariaga


Para las elecciones presidenciales del año pasado, el oficialismo no contaba con estos dos importantes oponentes. Con la representación que tienen hoy se han formado en nueve meses. No porque no existieran, ni porque no fueran conocidos, sino porque o no se habían definido en la posición actual o porque no tenían la proyección pública que hoy han alcanzado. Un tiempo récord y un signo de transformación.

 Moyano y sus perspectivas de consolidación.


 Moyano ha ganado una posición que tiene muy buena perspectiva de consolidarse. Primero porque ha advertido que el “modelo” ya no puede conformar al movimiento obrero en sus legítimas aspiraciones, porque está manifiestamente en declinación. De ahora en más él tendrá permanentemente la bandera de las reivindicaciones obreras, la mas auténtica y creíble. Las otras expresiones de la CGT, precisamente porque han optado por cobijarse bajo el palio del oficialismo no podrán exigir públicamente y aparecerán y serán sólo sus instrumentos.


 Además porque ha levantado una bandera cierta y amplia. Ha atacado el INDEC por sus cifras deliberadamente falsas, que son una estafa o tentativa de estafa, entre otros a los trabajadores, porque sobre el aumento del costo de vida se funda una de las bases de los reclamos obreros. Otra porque ha denunciado a la inflación, que en el nivel que se encuentra, es un grave deterioro mensual a los salarios.


Pero más aún. Ha fundado la autenticidad y continuidad del movimiento obrero, y puesto en descubierto la duplicidad del kirchnerismo, en sus dos caras más celosamente construidas, la oposición al Proceso y la lealtad moral con el interés de los humildes, cuando fueron asistentes mudos de aquel período y abogados de los bancos y personales beneficiarios de las ejecuciones hipotecarias. Pero mucho más todavía. Ha descubierto el sueño de los trabajadores argentinos de tener alguna vez un Presidente formado en sus filas, como Lula en el Brasil. Por eso ha prometido repensar su voto.


 Su decisión que la concretó contra viento y marea, revela el debido carácter y un valor firme. No podía imaginar que la decisión que asumía sería sin lucha. El personalismo presidencial no cedería fácilmente, ni la conocida docilidad de muchos dirigentes gremiales los podía transformar en generales de un movimiento obrero independiente. Ninguno de ellos soñó jamás, ni es sus peores delirios, en la Presidencia de la Nación. Su máxima y única aspiración es morir o jubilarse como secretarios de sus gremios. La especulación de otros que no se definen, no corren riesgos actuales, pero tendrán menguados proporciones del beneficio final.


 Jorge Lanata es otra cosa.


 Es un periodista independiente, con una mirada predominantemente progresista, como conviene a la época. Así como lo importante en Moyano es haber interpretado justo en su oportunidad, la necesaria autonomía del movimiento obrero, el alto mérito de Lanata es haber acertado con la forma de hacer periodismo opositor. Que en nuestro país haya ganado 18 puntos de rating que significa más de dos millones de espectadores en todo el país, es realmente un alto mérito.


 ¿Dónde esta el secreto? No sólo hay que buscarlo en Lanata y sus métodos, sino en el público y sus secretas predilecciones. Mi comentario es de un distante y aislado observador, sin conocer al personaje y su medio, lo que posiblemente sea una visión muy limitada, como desde el ojo de una cerradura. Pero lo que alcanzo a ver me dice lo siguiente. Es un periodismo de altos recursos. Se moviliza a largas distancias en aviones de línea y privados. Va acompañado de un equipo de camarógrafos y otros periodistas, porque se deben realizar tareas en diversos lugares. El no cuenta, sino que muestra, con la elocuencia de la fotografía, y relata lo que ve. No teoriza, no cita a Adam Smith, Voltaire, Montesquieu o Rousseau. No califica; en general, pregunta, pero la respuesta está elocuente en la realidad que presenta. No adelanta la conclusión, el espectador es el que llega a ella. No trata de seducir.


No se muestra mejor de lo que es -y no es muy elegante-, más bien parece que se ríe de si mismo. Pero no de su tarea. Es despiadado en la sátira. Pero no se sirve de los adjetivos, o sólo secundariamente y al final. Lo que muestra es como el público inocente es terriblemente burlado y estafado, deliberadamente por el gobernante. Confirma e ilustra la sensación que ya tenía el espectador. No quiere tener el mérito de decirle cosas nuevas, sino de confirmar e insiste en viejas creencias. Recurre al vocabulario gesticular en sus expresiones más groseras e ilustrativas. Son las únicas sanciones que tiene el hombre común a su disposición y las usa corrientemente.


Pero Lanata las ha transformado en un símbolo. En el gesto de señoras respetables, jóvenes bonitas, caballeros de modales muy finos, y entonces parecen más hirientes, como las dagas o los venenos muy elaborados, y no causan rechazo porque han perdido su sordidez. Es un regicidio no sangrante. Y finalmente la caricatura y ridiculización del personaje. Por si algo había quedado en pie. Es un pulverizador.


 Con esta forma de periodismo nada quedo en pie de la visita presidencial a Angola, de las inversiones más exhibidas y defendidas en Tierra del Fuego, de la honorabilidad de los patrimonios adquiridos por los colaboradores de Santa Cruz, de la eficiencia de Aerolíneas o de las pretendidas obras de bien común de los gobernantes de Tucumán, entre las que vi. Pero lo extraordinario es haber sostenido la atención de millones de espectadores de televisión alrededor de estos temas y dejarles la sensación de haberles hecho pasar un buen e ilustrativo rato.


 Esto forma una conciencia al poco tiempo.


 Publicado en el Informador Público

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