Moyano llena un espacio vacío

por Mariano Rovatti 

Hugo Moyano fue reelecto al frente de la CGT, la que quedará fracturada a partir de ahora. Según informa la conducción electa, 1.008 delegados sobre los 1.851 habilitados para votar en el Congreso Confederal (el 54,48%) así lo decidieron, frente a las presiones del gobierno nacional, y en especial, la intromisión del Ministerio de Trabajo, que no guardó la debida neutralidad. (para leer la nota completa, cliquear sobre el título)

Moyano perdió el apoyo de los gremios más numerosos, cuyos líderes acordaron consagrar a Antonio Caló como Secretario General de una CGT paralela, afín al gobierno nacional. En el medio, quedará la CGHT Azul y Blanca, integrada por una discreta cantidad de sindicatoa pequeños aliados de la poderosa UTHGRA de Luis Barrionuevo.


Descartada la certeza de una derrota de Moyano (si son ciertos los números dados, Moyano hubiera triunfado en el confederal), el gobierno apostó a la ruptura de la CGT, objetivo que logró a partir de una persistente presión que incluyó aprietes financieros. El gobierno le debe a los gremios una suma considerable por aportes a las obras sociales, y sólo se comprometió a cancelar esa deuda a quienes se alinearan contra Moyano.

A la futura CGT cristinista le quedará el amargo rol de contener a sus bases y desalentar las luchas en medio de un contexto de inflación en aumento y alta conflictividad social. Veremos cuánto tiempo pueden sostenerlo.

El papel de Moyano será más relajado. En épocas de ajuste, la protesta es más redituable políticamente que la lealtad al gobierno.

Además, Moyano pasa a ser quien ocupa el lugar vacante de jefe de la oposición. Teóricamente, quien debería hacerlo es Hermes Binner, segundo en la última elección presidencial, acaecida apenas hace nueve meses. El ex gobernador santafecino prácticamente se ha borrado de todo quehacer político relevante.

El radicalismo está maniatado en su habitual internismo y búsqueda de identidad. Mauricio Macri amagó ocupar el lugar de líder opositor, pero dio un paso atrás con el rechazo de los subterráneos, y a partir de allí, se quedó en el molde. El claustro de Elisa Carrió, la depresión de Eduardo Duhalde y la nueva profesión -actor teatral- de Alberto Rodríguez Saá, completan el panorama de una oposición claudicante, sin respuestas ni preparación para ser una alternativa de poder.

También Daniel Scioli contribuye a generar ese vacío, no confrontando con quien lo confronta. El conflicto que vive con la Nación está llegando al límite de tolerancia que puede desembocar en una crisis de gobernabilidad. (ver más sobre el tema en "Scioli en un callejón sin salida")

Moyano aprovechó ese hueco, y otra vez, demostró que el único desafiante real que tiene el peronismo es el mismo peronismo, por su concepción del poder y su capacidad de hacer política.

El camionero construye una imagen con una fuerte impronta peronista clásica, a la que intenta agregarle banderas tentadoras para la clase media: elevación del mínimo no imponible en Ganancias, generalización de las asignaciones familiares, devolución de aportes de las obras sociales, y ahora, la preocupación por la inseguridad.

También simbólicamente reproduce -a su modo- la disputa intraperonista de los años '70, entre el ala filoizquierdista, intelectual y violenta, y la otra, sindical, verticalista y doctrinaria. Como en ese entonces, el teatro de operaciones es el poder mismo.

Tras la muerte de Néstor Kirchner, se quebró para siempre el delicado equilibrio que sólo mantenía el caudillo patagónico. Los que antes eran aliados, hoy están enfrentados: los progres, los intendentes del conurbano, los gremios, los gobernadores, los multimedios, los agricultores....

Moyano tiene el modelo de construcción política de Luiz Inacio Da Silva. Lula armó desde joven una estructura con base sindical, y fundamento ideológico trotzkista. Tras acumular derrotas, triunfó en 2002, relativizó su ideología, mantuvo la política económica vigente desde 1964 y condujo un período de espectacular crecimiento de Brasil, llevándolo al sitial de superpotencia mundial.

Pero Hugo no tiene el carisma de Lula, ni es aceptado por la clase media argentina, y tiene dificultades para ser reconocido como líder por los sectores políticos no sindicales. Hoy, su principal mérito pasa por los reflejos demostrados para ocupar un lugar vacío, de vanguardia en la resistencia al gobierno nacional.

Pero está en duda su capacidad de construir un liderazgo transclasista que lo coloque en situación de ser alternativa de poder para el 2015.

Casi no hay ejemplos en la historia argentina de dirigentes sindicales exitosos que, al desembarcar en la política, hayan reproducido sus logros. Si bien Moyano tiene límites objetivos para la construcción personal, es capaz de ser uno de los pilares en la formación de un frente que logre sintetizar lo mejor de distintas expresiones que no encuentran un liderazgo común. El resto de la oposición tiene que empezar a hacer su parte.

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