País tramposo


Por Héctor Blas Trillo

 Digámoslo de una y con todas las letras: la Argentina es considerada un país tramposo en el mundo. Un país que no reconoce ni paga sus deudas, que no respeta los contratos, que no cumple los fallos locales o internacionales, que miente y acusa a los demás de hacerlo, sin responder jamás a los cuestionamientos que se le hacen en tal sentido. (para leer la nota completa, cliquear en el título)

La Argentina forzó un canje de la deuda en el año 2005 luego del recordado default de fines de 2001, anunciado por el presidente Adolfo Rodríguez Sáa y victoreado por ambas cámaras del Congreso Nacional. Ese canje de la deuda fue impuesto a los acreedores por la dupla Néstor Kirchner – Roberto Lavagna (éste último, ministro de economía en ese momento). La quita fue enorme, y dio lugar a jactancias de parte del expresidente en reiteradas oportunidades a lo largo de los años siguientes. Las jactancias también incluyeron a su ministro. Ambos estaban felices y contaban como un logro esencial haber llevado a cabo un proverbial “pelito pa la vieja” a los acreedores, incluyendo a los tenedores de bonos locales y a las mismísimas AFJP. 

Mediante una ley, votada por una verdadera y genuina escribanía congresista, se dispuso un “cerrojo” de por vida para aquellos “holdouts” que no aceptaron el canje forzoso (no voluntario, como suele decirse). Las cuentas públicas simplemente borraron ese remanente de deuda, que superaba largamente los 25.000 millones de dólares, como si éste jamás hubiera existido.

 En aquel tiempo se dieron argumentos insólitos, especialmente por parte del Dr. Lavagna, quien llegó a afirmar que si alguien le prestaba dinero a altas tasas a la Argentina, tenía que saber que el riesgo era muy grande. Para decirlo en criollo: si nos prestaste, embrómate.

Posteriormente, y tal como fue previsto al menos por nosotros, el canje fue reabierto en 2010, por un año más. En él, una nueva tanda de deudores desahuciados se presentaron para por lo menos cobrar algo, cansados de luchar o de esperar. Un 7%, sin embargo, no aceptó el nuevo canje. Algo así como 7 mil millones de dólares a valores originales (unos 15 mil millones con los intereses devengados). Por supuesto que, tal como ocurriera en la primera oportunidad, nuevamente esa deuda se declaró inexistente y se borró del mapa.

Bien. Ahora el argumento es que quienes reclaman y logran éxito ante un juez de Ghana o ante el famoso Thomas Griesa en EEUU, son “fondos buitre” y que por lo tanto no se le pagará un dólar. Ya nos referimos a esto en un trabajo anterior. Los “fondos buitre” que aceptaron los canjes anteriores eran también fondos buitre, pero como “hocicaron” no merecen reproche. En cambio éstos sí. La lógica de la trampa se vuelve demasiado obtusa cuando no se detiene a tiempo.

También, a partir de fines de 2006, el INDEC fue intervenido y desvirtuado y sus funciones. Sus técnicos de carrera fueron perseguidos y echados a patadas, para mentir luego los índices de inflación y de tal manera no reconocer la realidad a los tenedores de bonos ajustables por CER. La pérdida que se ha infligido a tales tenedores al mentir sobre la tasa de inflación acumula varios miles de millones de dólares.

La Argentina, además, no reconoce los fallos del CIADI (donde han ido a reclamar los incumplimientos contractuales varias empresas extranjeras que estuvieron radicadas en el país). Se apropió de los fondos de las AFJP. Confiscó las acciones de Repsol sin pagar un dólar. Hace varios años que no paga al llamado Club de París, pese a existir un DNU firmado por Cristina Kirchner en el año 2008, estableciendo el pago mediante el uso de reservas del Banco Central.

Las declaraciones juradas anticipadas de importación violan normas de la OMC y sigue sin aceptar las auditorías del FMI siendo que la Argentina es país miembro. Si miramos hacia adentro, tenemos un gobierno que nos miente cuando pretende argüir que defiende la pluralidad de opiniones. Una presidenta que responde a preguntas de estudiantes de manera absolutamente falaz. Un vicepresidente que está seriamente sospechado de irregularidades de todo tipo. Varios funcionarios con antecedentes francamente inaceptables y una extensa lista de diputados, senadores, gobernadores e intendentes genuflexos capaces de cualquier cosa por mantener sus cargos.

Un país agobiado por la corrupción con funcionarios enriquecidos de manera cuando menos sospechosa. Una interminable lista de abusos de poder, “escraches” (incluso desde la cadena oficial) y asociaciones con medios y empresarios amigos a los que largamente se favorece con dinero del erario.

Un ataque despiadado a la justicia en general y a los jueces en particular, con acusaciones banales y amenazas incluso a familiares por supuestos pasados nunca denunciados. Todo para intentar acallar a un grupo de medios hasta ayer nomás íntimo del poder al que se le entregó todo en bandeja y hoy se lo denuesta desde la más aberrante propaganda mediática oficial.

Periodistas que cumplen funciones que no hacen sino recordar a las prácticas más crueles del nazismo. Animadores y hasta artistas que no trepidan en descalificar a la gente por no hacer o pensar como ellos quieren. Y muchísimas veces artistas que sobreviven gracias a generosos honorarios pagados por actuaciones en denigrantes actos de propaganda política del gobierno.

 Y en el contexto, agrupaciones que recuerdan las camisas negras, o las pardas; con denominaciones oprobiosas, pestilentes: Vatayón Militante, Unidos y Organizados (no en libertad, como reza la primera moneda patria), La Cámpora (recordando al triste presidente que alguna vez siendo titular de la cámara de diputados llevó adelante nada menos que 12 homenajes en un mismo día al presidente Perón); y varios grupos y grupúsculos que a toda costa intentan “pertenecer”.

Decenas y centenas de aplaudidores oficiales en “actos” transmitidos en cadena donde se vitorea a la presidenta tanto si dice una cosa, como si dice todo lo contrario. Una presidenta que cada vez más se escucha a sí misma y no escucha a nadie más.

Empresarios, funcionarios, diputados, senadores, gobernadores, intendentes, que desfilan por sí y ante la presidenta sin otra finalidad que la de mostrarse sonrientes y aplaudiendo sin razón valedera las más insólitas ofensas lanzadas a quienes no comparten el pensamiento de la señora.

Un país en decadencia, con una educación basada en planes oficiales que niegan la historia o la dibujan a su modo. Con una inseguridad galopante en prácticamente todos los órdenes. Donde no se respetan contratos ni propiedades. Donde se anulan leyes como si nunca hubieran sido dictadas y no hubieran producido efectos. Donde se cobija a delincuentes y terroristas internacionales con cuando menos discutibles teorías jurídicas. Donde se abandona a periodistas detenidos por grupos parapoliciales en aeropuertos de países considerados amigos. Donde se deja escapar a un delincuente que pretendía ingresar una valija llena de dólares en un avión oficial acompañado por funcionarios argentinos. Donde los funcionarios e incluso el mismísimo presidente de la Nación adquieren por monedas valiosos terrenos para luego salir a acusar a los “fondos buitre” de haber comprado por monedas bonos de la deuda en default como argumento inadmisible para no pagar. Un país con estos antecedentes que son apenas la punta del iceberg, porque podríamos seguir enumerando cuestiones similares durante larguísimo rato; no puede ser considerado serio, responsable y cumplidor. Por eso el llamado “riesgo país” (que es un cálculo matemático, y no un “invento” de las calificadoras, como pretenden hacer creer algunos canallas que saben muy bien de qué se trata) está donde está. Por eso es que lamentablemente es considerado, en muchas partes del mundo, un país tramposo.
Lamentable, pero cierto.

 Buenos Aires, 17 de noviembre de 2012

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