Panorama económico

Por Héctor Blas Trillo

En los últimos tiempos el clima político y económico se ha enrarecido. Creemos que cualquiera sea la posición política o ideológica de cada uno de nosotros, eso lo podemos percibir todos.

Es obvio que tenemos problemas cambiarios importantes. La moneda extranjera se ha disparado porque como consecuencia de las presiones y limitaciones en el mercado cambiario. Su contracara evidente es que el peso argentino pierde valor rápidamente. Prácticamente en algo más de 20 meses la salida de divisas hizo que las reservas del Banco Central bajaran de 51.000 millones a 39.000. La inflación que se registra en la realidad puede verse en el hecho de que para el INDEC los índices de pobreza apenas alcanzan a algo más del 5% de la población. Y los de indigencia apenas superan al 1%.

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Cualquiera de nosotros que recorra el GBA o los alrededores de cualquier gran ciudad puede verificar que existe una enorme cantidad de gente que apenas subsiste, y en muchos casos, como sabemos, la subsistencia sólo es posible mediante la asistencia proveniente de planes sociales otorgados por el gobierno.

Por supuesto que subsistir subsisten también los pobres y los indigentes. Y las cifras que surgen de análisis privados hablan de una cantidad de pobres que supera al 27% de la población. Y la indigencia (incluida dentro de la pobreza) se aproxima al 6%, según informes de la Universidad Católica Argentina.

El evidente distanciamiento entre índices oficiales de precios al consumidor produce, como contrapartida, que la pobreza poco a poco vaya desapareciendo de las estadísticas. Algo lógico, si pensamos que por ejemplo un incremento salarial promedio del 25% anual con una tasa de inflación del 10% implica una sustancial mejora en los ingresos reales. Mejora que tomando la inflación determinada “no oficialmente”, se vuelve imaginaria.

En materia energética día a día se incrementan las necesidades de importación, lo cual acentúa la baja del superávit comercial, que se ha reducido prácticamente en un 50%. Todos vemos, además, cómo las empresas extranjeras van liquidando sus inversiones en el país. Sin prisa y sin pausa.

El resonado caso de la brasileña Vale es por demás elocuente. Una inversión prevista de 10.000 millones de dólares, concretada hasta el momento en unos 2.000 millones de esa moneda, que decide no seguir adelante por falta de condiciones de mercado y seguridad jurídica.

Prácticamente no hay mercado que no esté sufriendo las consecuencias de las políticas intervencionistas cargadas de arbitrariedad. Erráticos y displicentes, nuestros funcionarios nos desayunan casi todos los días con nuevas ocurrencias. Lo inimaginable puede ser cierto de un día para el otro.

Hace 4 años que la Argentina no cumple la denominada cuota Hilton de exportación de carnes a Europa. El mercado inmobiliario se ha frenado literalmente de resultas del llamado cepo cambiario. El trigo soporta los embates más crudos de una improvisación y hasta una desidia incomprensibles.

Apenas se sostiene la industria automotriz y las dificultades con nuestros vecinos en materia de intercambio comercial son una realidad desde rato.

Los controles de precios, disfrazados de “acuerdos” voluntarios, muestran su fracaso antes de nacer. El incremento de la presión fiscal es otra pátina, que se suma al constante drenaje inflacionario.

El dólar ha llegado a $ 9,40 por unidad y nadie espera que se detenga en su rauda carrera hacia los $ 10. El Banco Central envía cartas a quienes han retirado moneda extranjera de cajeros en el exterior, en ellas se les pide a los “culpables” que muestren en qué gastaron ese dinero, con comprobantes. Una verdadera orgía de un intervencionismo hormiga que no conduce a otra cosa que a nuevos picos de tensión e incertidumbre. Ni siquiera intentamos acá abordar la ilegitimidad de todo lo actuado en materia cambiaria. Sólo describimos lo obvio: que es inconcebible que se pretenda encarrilar una política de crecimiento con este tipo de parches claramente autoritarios y discrecionales.

Uno se pregunta para qué están las autoridades a cargo de la conducción económica. El video del ministro Lorenzino huyéndole a una periodista griega que pregunta sobre la inflación recorrió el mundo. Pero nos mostró la cara más impresentable de un gobierno que ha decidido que “de eso no se habla” a tal punto, que el pobre ministro ni siquiera preparó una respuesta de ocasión para una pregunta que devenía absolutamente obvia. El secretario de comercio y el llamado “viceministro de economía” armaron un montaje digno de una película de Bruce Willis y forzaron el ingreso de ellos y de un grupo de funcionarios (entre los cuales estaba Daniel Reposo, recordado por su increíble torpeza al alterar su currículum para acceder a la fiscalía general en lugar de Esteban Righi), a la asamblea de accionistas del grupo Clarín. Con ellos estaba Enrique Vanoli, el presidente de la CNV, que parece que también fue conminado a asistir al espectáculo. Espectáculo que consistió en llevar cámaras del Canal de televisión del gobierno y de C5N para filmar a un ridículo Guillermo Moreno jugándola de guapo y señalando a las personas con el dedo preguntando “¿éste quién es?” Mientras el deterioro de la situación económica es una realidad creciente, estos señores se dedican a montar un show para la televisión de propaganda oficial, lleno de chabacanería y prepotencia, como todos habrán podido ver. La señora presidenta se ha rodeado de estos personajes increíbles y les ha dado un poder que no sólo viola las normas constitucionales, lo cual es casi ocioso repetir por estas horas, sino que los lleva a aportar las más insólitas estupideces y encima ante las cámaras de televisión llevadas por ellos mismos.

El show debe seguir, mientras el magma de una economía en claro estado de descomposición, nos tapa a todos cada vez más aceleradamente. A todos, incluyendo a los funcionarios también.

Lo que se dice y se repite en las “usinas” del gobierno es que las cosas seguirán más o menos así hasta después de las elecciones de octubre. Pero eso de que seguirán de este modo lleva a imaginar un escenario donde las “movidas” más ridículas habrán de repetirse. Donde será moneda corriente la toma de nuevas “medidas” restrictivas a los turistas. Donde aparecerán nuevas disposiciones tendientes a obtener nuevos y variados datos de los contribuyentes que están en el sistema, etc.

Crece la inflación, crece la presión tributaria, crece el desempleo, crece la necesidad de ayuda a los indigentes que según el gobierno prácticamente han dejado de existir. Crece el tipo de cambio, crecen los conflictos sociales, crece la desconfianza y el desánimo de la gente. Y nuevamente se repite sin solución de continuidad la retórica del golpismo.

Mientras en el Congreso Nacional se modifican aspectos fundamentales del Poder Judicial sacadas con fórceps y clara presión a los representantes del bando oficial. Incluyendo la fraudulenta segunda votación de alguno de los artículos del entramado legal. Estamos ante la realidad. Y la realidad no podrá ser superada por ningún “relato”. Así, podemos anticipar, y no tememos hacerlo, que nos espera algún tipo de explosión (o de implosión) mucho más cerca de lo que muchos preveíamos.

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