La corrupción es un
problema en los BRICS, con los cuales la Argentina guarda similitudes.
¿Qué decisiones tomaron?
El Código Penal es un texto
claro sobre el cual no hay demasiadas consideraciones políticas que realizar.
El periodismo, a su vez, es una actividad de la que todos conocemos tanto
potencialidades como limitaciones –sobre todo cuando se dan en un contexto en
el que grupos empresarios de medios aparecen enfrentados a un gobierno por una
regulación de ese negocio–.
(para seguir leyendo, cliquear en el título)
En una semana en la que a una
investigación periodística que buscó vincular a empresarios cercanos al
kirchnerismo con presuntas operaciones de lavado de dinero, se sumaron
informaciones sobre dos empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York y que
aseguraron haber pagado sobornos para hacer negocios en el país, vale la pena
avanzar en algunos elementos que sirvan para análisis de este tipo de denuncias
y su tratamiento político.
Me interesa en ese marco
repasar qué ocurre en países que son, en muchos aspectos, primos hermanos
de la Argentina ,
los BRICS, en materia de corrupción y cuál es el “enfoque político” hacia
el tema de sus gobiernos. Con una producción que viene de experimentar un
rápido crecimiento y en donde el Estado ha extendido su influencia, en un
contexto de un mayor peso de los países del Sur en el comercio internacional,
algunas de las situaciones a las que se enfrentan estos países son dignas de
ser analizadas en forma comparada. En este sentido, si bien la Argentina no es Brasil,
ni China, India, Rusia o Sudáfrica, ha crecido en vinculación y elementos en
común con estos países e integra varios clubes junto a ellos, entre ellos, el
G20.
No se trata aquí de consolarse como un “tonto” ante el mal de “muchos” sino de evaluar las distintas formas en que la corrupción se convierte en estos países en un fenómeno de primer nivel de atención no sólo por parte de las oposiciones, la prensa o las instituciones judiciales. Ocurre así que el debate sobre la transparencia (o la falta de ella) en el manejo de la cosa pública le impone a los gobiernos implementar a su vez determinadas acciones de tipo “político”.
“Las autoridades de los BRICS
están luchando por mantener su legitimidad política, ante tasas de crecimiento
declinantes, una creciente división a partir de la riqueza y los niveles de
corrupción percibidos”, señaló en un reciente informe la fundación alemana
Bertelsmann. Además, la organización no gubernamental remarcó que en estos
países se requieren “urgentes reformas en la política social” y que esa
situación “amenaza con la inestabilidad, a partir de una inequidad extrema y
extendida corrupción”.
En un reporte del mes pasado sobre gobernanza sustentable en estas naciones, esta fundación citó las palabras del ex presidente chino Hu Jintao en el Congreso del Partido Comunista del año pasado, cuando remarcó problemas no resueltos por ese régimen como el federalismo fiscal y la falta de transparencia. Ante 2.270 dirigentes, Jintao tomó la cuestión de la corrupción como prioritaria y de manera explícita remarcó: “Castigaremos sin clemencia a cualquier persona involucrada, sea cual fuere su poder o su cargo, siempre que viole la disciplina del partido y las leyes del Estado”.
Si tomamos el caso brasileño, veremos cómo el tema de la corrupción también aparece como una problemática política y social importante. Por un lado, el Tribunal Supremo Federal condenó en octubre pasado a 25 personas por el caso del mensalão. Entre los condenados estuvo nada menos que José Dirceu, el funcionario con más poder durante el mandato de Lula. Este mismo mes, los coletazos de esa investigación continuaron y
“Yo no tolero la corrupción, y
mi gobierno tampoco. Si hay sospechas fundadas, la persona debe partir. Pero
por supuesto, no hay que confundir esas investigaciones con una caza de brujas
propia de regímenes autoritarios”, dijo Dilma Rousseff al diario francés Le
Monde a fines del año pasado. Y en cuanto a las acusaciones contra Lula no dudó
en calificarlas de “lamentables” y definirlas como “tentativas para empañar el
inmenso respeto que el pueblo brasileño tiene” por el ex líder sindical.
Del otro lado del mundo, en Rusia, Vladimir Putin, antes de asumir en 2012 un nuevo mandato, reconoció que su país afronta una “corrupción sistémica” que expulsa las inversiones. El hombre fuerte de Moscú señaló que “el principal problema es la falta de transparencia, la ausencia de control por parte de la sociedad sobre los funcionarios, las aduanas y los servicios fiscales, el sistema judicial y las fuerzas del orden”. “Esto es corrupción sistémica, si llamamos a las cosas por su nombre”.
Mientras tanto, en la India , una manifestación
convocada por organizaciones sociales tuvo como eje quejas de los ciudadanos
por la corrupción en enero de 2011. El activista Anna Hazare realizó ese
año una huelga de hambre que obligó al Gobierno a firmar una serie de
acuerdos de medidas de transparencia.
En Sudáfrica, el presidente Jacob Zuma, que asumió en 2009 su actual mandato, luego de ocho años de acusaciones por cargos de corrupción que
En febrero pasado, el Gobierno de Zuma anunció que publicará la lista de todos los funcionarios condenados por casos de corrupción. “En los próximos días publicaremos los nombres de todos aquellos que fueron condenados por casos de corrupción y de todos a quienes el Estado congeló o confiscó sus bienes (…) para que la gente pueda saber quiénes son estas manzanas podridas de la sociedad sudafricana”, declaró a la prensa el ministro de Justicia, Jeff Radebe. “Se trata de información pública. Está en los archivos de nuestros tribunales, por lo que no hay ningún problema en nombrar a estas personas”, justificó el funcionario, quien dijo que el actual Gobierno busca “que el público sea consciente de lo que pasó”.
Como se ve, ninguno de estos gobiernos entró en crisis o en descomposición a partir de denuncias de corrupción. Todos ellos han adoptado algún tipo de estrategia “política” para apuntalar su legitimidad y estabilidad ante las acusaciones. No son pocos los casos en que los propios líderes que han sido “tocados” por sospechas encaran procesos de “limpieza” o campañas a favor de la transparencia.
Qué nivel de impacto político tendrán las acusaciones de corrupción que se conocen por estos días en el país aún está por verse. Y cuál será la estrategia política del Gobierno ante esa situación, más allá de lo que ocurra en los estrados judiciales será otra de las incógnitas a ser develadas.
Publicado en eee.elestadista.com
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