Religión, iglesia y fe




Por Mariano Rovatti 


Me llevó más de cuarenta años diferenciar estos tres conceptos.

La iglesia y la religión son dos estructuras creadas por el hombre para construir, mantener o consolidar determinadas situaciones de poder.

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Si bien los cristianos creemos que la Iglesia fue fundada por el mismo Jesucristo, esa Iglesia se refiere al movimiento de creyentes en el mundo entero a través de la historia, que ya lleva más de dos mil años de vida.

En el sentido estricto del término, iglesia es una institución creada por personas, y como tal, sujeta a las miles de variantes que condicionan la época, las ideologías, las costumbres y los intereses de sus integrantes en general, y sus dirigentes en particular. Según esta acepción de iglesia, ésta configura una estructura política, económica y social, inspirada en el mensaje de Cristo, pero interpretada de miles de formas diferentes, según las particularidades descriptas.

Como toda estructura de poder, su trayectoria está movida por los intereses, las ambiciones y las conductas humanas.

En la Biblia, pocas veces se puede observar que Jesús nombra a la “iglesia”. El hablaba de “reino” como el dominio de las cosas de Dios.

Dentro del cristianismo, existen tres grandes grupos: los católicos –que hoy llegan a 1.200 millones de personas- agrupados en una sola iglesia mundial, gobernada desde el Vaticano por un monarca vitalicio llamado Papa, elegido por el Colegio de Cardenales. Ambas instituciones –Papado y Colegio Cardenalicio- funcionan como réplicas del Emperador y el Senado del viejo Imperio Romano. La conducción es jerárquica y vertical, y se impone a todas las diversidades que puedan existir dentro de la iglesia a nivel mundial. Privilegia así la unidad de concepción y de acción. Su principal ámbito de influencia es América Latina, siendo Brasil el país en el mundo con mayor cantidad de católicos: 163 millones.

Otro gran grupo es el de los evangélicos, que congregan a 700 millones de personas organizados según un paradigma de autonomía, en donde cada iglesia es conducida por un pastor general, una pareja –varón y mujer- de pastores o un consejo. Centenares de miles de iglesias chicas, medianas y grandes se esparcen por el mundo, según diferentes estilos o ideas: pentecostales, bautistas, luteranos, calvinistas, adventistas, metodistas, etc. Su principal ámbito de influencia es el mundo anglosajón, siendo los Estados Unidos el país con mayor cantidad de evangélicos en el mundo, con 164 millones de fieles. Es el único movimiento creyente en expansión en América Latina.

Los ortodoxos son otro conjunto, agrupado por regiones o países, principalmente en Europa Oriental: Grecia, Turquía y Rusia, entre otros, con 300 millones de fieles. Tanto los evangélicos como los ortodoxos, tienen mecanismos de asociación, pero conservan su autoridad individual. La totalidad de cristianos representan poco menos de un tercio de la población mundial.

Los otros cultos existentes en el planeta se agrupan de diferentes maneras, conforme a las distintas tradiciones y costumbres de cada nación, y también por las diferentes modalidades de participación del Estado en cada uno de ellas. Musulmanes (1.150 millones), Hinduistas (900 millones), Budistas (400 millones) y Judíos, (13 millones) son las principales comunidades de creyentes. Frente a ellos, el 2,5 % se declara expresamente ateo, y el 30% no se congrega en ninguna iglesia ni comunidad, pero admite creer en “algo” o dice no saber si existe Dios o algún poder superior.

La religión es otra estructura humana, -fundamentalmente dialéctica- creada para interpretar y transmitir el mensaje, los principios y/o los ideales de la fe. Obviamente, ello se hace desde el lugar y la situación de quien lo hace. Etimológicamente, quiere decir “re-atar” o “atar dos veces”. Los guardianes de la religión son las autoridades de las iglesias, quienes manejan los alcances de la aquélla, según convenga a sus propios intereses o a los de aquélla institución que representan.

Una característica esencial de la religión es su carácter inmutable e incuestionable, por asociársela a la voluntad de Dios. En verdad, ello esconde una intención de consolidar una situación de poder dada sobre los fieles. Los fundamentalismos, suelen ser expresiones exacerbadas de la religión, potenciadas por la intolerancia y la soberbia, con los mismos fines de dominación y manipulación política.

Jesucristo –en su paso por la Tierra- puso en jaque a la autoridad de los religiosos, ligados fuertemente al poder político y económico de su tiempo y lugar. Técnicamente, fue un revolucionario, o un subversivo, y como tal murió en la cruz, como se hacía con los delincuentes más peligrosos de la época.

La fe, en cambio, es un fenómeno que no se origina en el hombre, no nace de su corazón, ni de su voluntad. Para los creyentes, Dios es a la vez inspirador y objeto de la fe. El creyente la vive como una experiencia personalísima. Según su intensidad, los creyentes vivimos una relación con Dios cuya figura decodificamos como podemos según nuestra cultura y/o educación.

Aun sin incluir el concepto de Dios, la fe tiene valor como sentimiento o emoción: constituye lo opuesto al miedo, y es la principal aliada del deseo.

Mientras muchas veces la religión y las iglesias pueden atar y poner límites, la fe libera potencial y ensancha el campo de las oportunidades.

Todas las comunidades de creyentes sostienen que su fe es la mejor, pero ello es una discriminación típicamente humana. Si Dios es infinito, puede llegarse a El por miles de caminos válidos.

Los cristianos creemos que Jesús, al resucitar, venció a la muerte y con ella, a todos los males, dándonos esperanza en la lucha cotidiana por la vida, en que guiados por la fe, llegaremos a la victoria. Pero ello hace grande a Cristo, no al cristianismo. El resto de las comunidades seguramente, tendrán sus maneras de darle el lugar máximo a Dios, o como lo llamen.

Como enseñaba Gandhi, todos los cultos son válidos si nos hacen mejores personas y nos ayudan a construir un mejor sistema de vida en común. Para los cristianos, el modelo de vida está resumido en el sermón de la montaña, pero para los demás estará contenido en otras enseñanzas comparables, por su profundidad y sentido humanístico.

El hombre -en su intima conciencia- busca la existencia de Dios, y a veces lo encuentra, y otras lo pierde. Cada cual a su manera, y está bien.



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