Calles salvajes



Por Mariano Rovatti

Los hechos acaecidos en Córdoba y en la elección del nuevo rector de la Universidad de Buenos Aires, son señales coincidentes de un persistente proceso de pérdida de control del rumbo de los acontecimientos por parte del gobierno nacional, más ocupado en la pelea interna por el poder que en encarar los problemas en su real dimensión.

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La respuesta del Jefe de Gabinete Jorge Capitanich al pedido del gobernador José Manuel de la Sota muestra además una fisura -previsible y prematura a la vez- en la relación entre el premier chaqueño y la Presidenta Cristina Fernández.

Tal como anticipamos en estas páginas, los primeros movimientos de Capitanich lo mostraron con un perfil resuelto y autónomo, en línea con sus aspiraciones de convertirse en el heredero del cristikirchnerismo en 2015. La transición hacia ese momento llevaría inexorablemente al chaqueño a construir su propio espacio político para –cuando fuese oportuno e inevitable- traicionar a Cristina.

La designación de Coqui como Jefe de Gabinete fue una jugada hábil para poner en marcha a un gobierno paralizado, preservar a una Presidenta debilitada en su salud física, emocional y política, y efectivizar el necesario ajuste en un Estado descompensado financieramente para poner un límite al creciente proceso inflacionario. Pero desde el kirchnerismo no parecen resignados a darle a Capitanich la misma soga con la que finalmente los ahorque.

Si hubiese dependido exclusivamente de su voluntad, el Jefe de Gabinete hubiera enviado la asistencia inmediata al gobierno cordobés, apenas conocida la ola de saqueos. Pero Capitanich tuvo que jugar el peor papel: poner la cara para defender una actitud miserable que al final se le volvió en contra al propio gobierno: De la Sota arregló con los policías –en condiciones muy duras para el gobierno cordobés- sin la participación de las fuerzas nacionales. Cuando se dispuso el traslado de éstas, ya De la Sota estaba pasando la factura política al gobierno nacional. El kirchnerismo quiso perjudicar al Gallego y lo consiguió, pero pagando un costo político igual o mayor.

A dos semanas de asumir, Capitanich encontró su límite, y dilapidó el capital político que rápidamente había amasado. Los gobernadores que lo apuntalaron ahora desconfiarán del Jefe de Gabinete, frente a un hecho semejante que se dé en cada una de sus provincias. Puede darse como un efecto cascada, teniendo en cuenta que al fin y al cabo, los policías obtuvieron un acuerdo muy favorable a sus reclamos. Luego del cordobazo, ya se produjeron rebeliones policiales en La Rioja, Catamarca, San Juan, Neuquén y Río Negro. Además de la gravedad que en sí misma presenta esa situación desde el punto de vista institucional, es considerable el estado de psicosis que genera en la población el acuartelamiento policial, y la utilización ilegal de armas por parte de particulares para defenderse del delito, agravando aún más el problema.

El episodio de la elección del rector de la UBA merece ser tenido en cuenta en este contexto como un dato más de la pérdida del control de la calle por parte del gobierno, circunstancia que aterraba a Néstor Kirchner, porque consideraba que una vez que ello ocurría era muy difícil para el gobierno retomar el control de los hechos, tal como había ocurrido durante la gestión de Fernando de la Rúa. Cabe tener en cuenta que los hechos más violentos en la protesta universitaria fueron generados por grupos que no son reconocidos por la conducción de la FUBA como propios, lo que invita a pensar que el motivo de la misma excede el marco universitario. De todos modos, hay que observar atentamente el gran avance de la izquierda dura en las elecciones estudiantiles de este año.

Por último, recordamos algo que anticipamos hace más de un año, a través del Boletín de Información Política (BIP), publicación on line del Instituto Programático para la Unidad Nacional (IPUNAC), referente a la pronta llegada de las maras como fenómeno delictivo, muy común en América Central, y que ya se veía florecer en sectores del conurbano bonaerense y en las villas de emergencia de la Ciudad de Buenos Aires. Los hechos registrados en Rosario, San Fernando y Córdoba en las últimas semanas son muestra de ese avance. Estos saqueos no son los mismos de 1989 y 2001, sino que responden a organizaciones aceitadas, dotadas de logística y armamento, vinculadas al narcotráfico, que saben utilizar el terror para apropiarse de un territorio, contando con la complacencia activa o pasiva del Estado en sus distintos niveles. Para frenar este avance hace falta un plan integral en donde la conducción política sea sólida, unificada y profesional. Hoy estamos lejos de ello. Que Dios nos proteja.

Buenos Aires, 7 de diciembre de 2013

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo como siempre. Lamentable pasividad -o complicidad?- de la clase política gobernante. Abrazo. Gerardo Dj