El Papa peronista: acto de equilibrio de Francisco en América Latina



Publicado en The Economist

Si se puede aplicar el término a un prelado de 78 años de edad, que ha convertido a la falta de ostentación en un arte, entonces el Papa Francisco es una estrella de rock. O al menos éso es lo que está siendo percibido en América Latina esta semana. Cientos de miles han llegado para asistir a misas al aire libre en Ecuador, Bolivia y Paraguay. Sin embargo, la gira del viaje al extranjero de ocho días –el más largo hasta ahora en este papado y el primero de habla española de América- puede hacer algo más que subrayar la popularidad en su región natal de Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano. Puede añadir definición política a su papado.

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Aún siendo el hogar del 40% de los católicos del mundo, América Latina ha experimentado un rápido avance del cristianismo evangélico en los últimos 40 años. Sin embargo, según el Centro de Investigación Pew, un grupo de expertos en los Estados Unidos, Paraguay (donde el 89% son católicos), Ecuador (79%) y Bolivia (77%) siguen siendo bastiones de la fe, junto con Colombia y México.

El objetivo más obvio del Papa es mantenerlos de esa manera al hacer la Iglesia más acogedora y más relevante. En Guayaquil, en una misa que celebra la familia ("el mejor capital social") habló de su preocupación por los excluidos de ella, una referencia a la batalla silenciosa que está librando hacia una mayor tolerancia hacia las parejas gay y divorciadas. El tema será tratado por un sínodo en octubre. Los tres países que va a visitar son todos bastante pequeños y pobres, con grandes poblaciones amerindias. Ellos fueron escogidos cuidadosamente. Francisco, que solía ser un sacerdote jesuita en Argentina, valora el trabajo pastoral con los marginados de la sociedad, respeta la piedad popular y promete un "iglesia pobre para los pobres".

Sus palabras tienen seguidores entusiasmados de la Teología de la Liberación, un conjunto de las ideas de izquierda que fueron influyentes en América Latina en los años 1970 y 1980. Francisco aceleró la beatificación, que tuvo lugar en mayo, de Oscar Romero, arzobispo salvadoreño que fue asesinado a tiros por el derechista Escuadrón de la muerte mientras celebraba misa en 1980, y es un héroe para la izquierda.

Sin embargo, el padre Bergoglio siempre rechazó la revolución marxista violenta, que algunos sacerdotes de izquierda sí apoyaron. En lugar de abrazar la Teología de la Liberación, la reinterpreta para una era post-marxista. Al igual que Romero, el Vaticano señala que "la opción por los pobres no es ideológica, sino evangélica". Las críticas del Papa al capitalismo de libre mercado, coinciden con la doctrina social católica tradicional y con el peronismo, movimiento político populista nacionalista de Argentina, al que alguna vez fue cercano.

Dos de las huestes del Papa, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, y el de Bolivia, Evo Morales, son aliados de extrema izquierda del régimen autoritario de Venezuela. Proclaman que van a tomar de los ricos para dárselo a los pobres, mientras que en silencio acallan a la oposición. Correa, que se hace llamar un "izquierdista cristiano", manifestó públicamente esta semana que el Papa realiza una copia de sus políticas. En un reproche apenas velado a su anfitrión, el Papa hizo hincapié en el valor del pluralismo y advirtió contra "dictaduras, culto a la personalidad y el afán de liderazgos individuales". Francisco ya ha demostrado ser un Papa altamente político. Su apoyo a las conversaciones secretas que llevaron a un deshielo diplomático entre Estados Unidos y Cuba fue crucial. Cuando vuelvan a abrir las embajadas a finales de este mes, después de 54 años, él puede reclamar parte del crédito.

Él ya ha recibido cinco veces a la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández, una peronista con la que se enfrentó siendo Arzobispo de Buenos Aires. Con una elección presidencial en octubre (en la que Fernández no puede postularse), estas reuniones han provocado quejas de los opositores. Pero el Papa es "muy sutil en el ejercicio de influencia en la Argentina", dice el politólogo Sergio Berensztein. Su objetivo en este período es fomentar un traspaso democrático suave, evitando la violencia y el caos que han marcado las transiciones políticas en Argentina en el pasado.

Algunos observadores temen que el Papa está exagerando políticamente su mano. Su plan para ir a Cuba, durante cuatro días en septiembre en el camino a los Estados Unidos, enojó a los republicanos y pone en riesgo su imagen pública en la sociedad americana.

La mayor prueba de habilidad política de Francisco será si él puede ayudar a lograr una solución pacífica y la transición democrática en Venezuela, donde el gobierno impopular de Nicolás Maduro se enfrenta a una probable derrota en las elecciones parlamentarias de este año, si es que éstas son libres y transparentes. "Detrás de escena, lo que él está tratando de hacer es todo lo posible para desactivar la confrontación en Venezuela", dice Jimmy Burns, autor de una próxima biografía de Francisco. Se espera que incluya en la aplicación de presión sacerdotal a los aliados del señor Maduro, los presidentes Correa y Morales, esta semana.

Traducción: Mariano Rovatti

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