Por qué Argentina no sale campeón



Por Mariano Rovatti

Pese a contar con el mejor plantel del certamen, la selección argentina perdió la final de la Copa América. Al contrario de lo sucedido hace un año en la Copa del Mundo, esta vez sí representa un fracaso para nuestro fútbol, que suma 22 años sin que su selección mayor obtenga algún título. Las principales razones de ello no se encuentran dentro del campo de juego.

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Como tantas veces, la selección argentina llegó a un torneo internacional como una de las principales candidatas, poseedora de un plantel rico en estrellas, el más caro de todos. Una vez más, sus principales jugadores llegan a un torneo luego de brillar en las competiciones europeas, consagrados individualmente y alzando trofeos con sus poderosos equipos, del que son además, sus principales figuras.

Esta Copa América además, contó con la particularidad que la mitad de sus selecciones participantes fueran dirigidas técnicamente por argentinos, dándose la situación inédita en que los cuatro semifinalistas tuvieran DTs del mismo país.

Por momentos frente a Uruguay, casi todo el partido frente a Colombia, y sobre todo, en la semifinal frente a Paraguay, Argentina desplegó el fútbol de mayor nivel del torneo, con un preciso y refinado control del balón, con facilidad para generar situaciones de gol, y cierta dificultad para concretarlas, salvo en el citado match frente a los guaraníes.

En la final, que Chile mereció ganar antes de patear los caprichosos penales, Jorge Sampaoli se impuso desde el pizarrón, disponiendo una estrategia más eficaz que la imaginada por el Tata Martino. Pero en la contingencia del fútbol, pudo haber ganado Argentina si Ezequiel Lavezzi hubiera definido al segundo palo en la última jugada de los 90 reglamentarios.

Como ésta, muchas selecciones argentinas llegaron a la Copa América, o al campeonato del mundo, como “candidata” y se fueron con las manos vacías: en 1994, con el Coco Basile en el banco, y Diego Maradona, Claudio Caniggia y Gabriel Batistuta en la cancha; durante el ciclo de Daniel Passarella (Copa América 1995, Juegos Olímpicos 1996 y Mundial 1998) con jugadores que brillaban en Europa como Juan Sebastián Verón, Hernán Crespo, Roberto Ayala, Ariel Ortega, Javier Zanetti, Diego Simeone, Roberto Sensini o el mismo Batistuta; con esa misma base, con el Loco Bielsa (Copa América 1999, mundial 2002); o el ciclo Pekerman (mundial 2006), con varios de aquéllos más Juan Román Riquelme, Pablo Aimar y el muy joven Lionel Messi; o los últimos ciclos de Basile (segundo), Diego Maradona, Checho Batista y Alejandro Sabella, que tuvieron entre otros a Lucho González, Javier Mascherano, Claudio Zabaleta, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero, Angel Di María…

Pareciera que el problema no está adentro de la cancha, ni tampoco al borde de ella, dado que también los técnicos se destacan. En ambos rubros el fútbol argentino es altamente competitivo, y obtiene frecuentemente, niveles de excelencia mundial.

En donde el fútbol argentino hace agua es en el estamento de los dirigentes. Allí, su tercermundismo se expresa patente en la falta de idoneidad técnica y moral para conducir instituciones deportivas.

El sistema del fútbol argentino está caracterizado por la corrupción, la desorganización, la falta de previsión y sentido común, la escasa calidad institucional, la injusticia de sus procedimientos, y en los últimos años, la instalación del matonaje de las barras bravas y la fusión de sus intereses con los del poder político de turno, en los tres niveles del Estado.

En la última década, sobran los ejemplos de instituciones que se han caído a raíz de pésimas gestiones (River, Independiente), o que nadan en la mediocridad de dirigentes y de logros (Boca), o que se cayeron y se recuperaron a partir de gestiones transformadoras (San Lorenzo, River, Racing), o que con menos recursos, pero con dirigencias honestas y capaces tuvieron logros trascendentes (Newell´s, Vélez, Estudiantes)

En el fútbol, los logros nacen en el nivel dirigencial, se diseñan en el nivel técnico y se consuman con buenos jugadores. En ese orden. Como en todas las actividades de la vida social.

Argentina tiene jugadores brillantes y técnicos capaces, pero dirigentes de cuarta, que se quieren salvar con los logros de aquéllos, que nunca llegan. Para alzar trofeos, primero hay que alzar la visión.

Buenos Aires, 11 de julio de 2015

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