Perspectivas políticas al inicio del 2017



Por Mariano Rovatti

El gobierno de Mauricio Macri comenzó el año en medio de cambios de figuras y definición de estrategias. La oposición se arma a la expectativa de los resultados de las políticas gubernamentales y de la situación judicial de Cristina Fernández-Kirchner.

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Las salidas del gobierno de Alfonso Prat Gay, Daniel Chain e Isela Constantini expresan un nivel de definiciones en cuestiones en las que se venía dando una prolongada ambivalencia. Convivían dos proyectos en el equipo económico: uno encarnado por Prat Gay, de carácter estructuralista, orientada a combatir la inflación a través del aumento de la oferta de bienes y servicios; el otro, representado por el Presidente del Banco Central Adolfo Sturzenegger, que tendía a secar la plaza con tasas de interés altas y restricciones al gasto público.

Ambos polos generaban una tensión tal que ninguna de los proyectos lograba imponerse. Quizás por su cuna industrialista, al principio el Presidente Macri parecía inclinarse más por el primer modelo, siempre y cuando se produjese una reactivación de la economía y una caída sustancial del índice inflacionario.

Tras algunos éxitos iniciales, como la eliminación del cepo cambiario y la refinanciación de la deuda externa, la gestión de Prat Gay cayó en un pozo en materia de resultados, que sólo parecía superarse con el blanqueo de capitales que ya muestra señales de haber sido auspicioso.

Pero el primer año del gobierno macrista se consumió con más inflación y estancamiento que los recibidos de la gestión kirchnerista, pagando además los costos políticos de un ajuste que no habría alcanzado para lograr sus objetivos.

Además de ello, conspiró contra Prat Gay su alto perfil político, visto por el Jefe de Gabinete Marcos Peña como un obstáculo para el alineamiento de todos sus ministros. La decisión de dividir el Ministerio de Economía acentuará la atomización de la conducción económica y le quitará color político, dado el perfil técnico de sus nuevos responsables. Queda así muy claro que en la Casa Rosada nadie quiere superministros del estilo Cavallo, Machinea o Lavagna, tal como pasaba en los tiempos del kirchnerismo.

Más allá de los estilos, Macri eligió con Nicolás Dujovne, una política más definida, focalizada en el aspecto monetario, con intención de tener a raya el gasto público. Seguramente, habrá mayor sintonía con el BCRA, pero esta opción parece riesgosa en medio de un año electoral y un contexto recesivo.

Esta victoria de Marcos Peña la extiende a su batalla entre los halcones del PRO y los pragmáticos filoperonistas. Peña, al igual que su gurú Jaime Durán Barba, descree de la necesidad de tener acercamientos con el peronismo, sosteniendo que el gobierno debe afirmarse como la alternativa al mismo, expresando un mandato otorgado en tal sentido por la sociedad.

Pero este proceso se dio pocos días después de producirse hechos que marcarían la necesidad opuesta. Primero, Emilio Monzó, Presidente de la Cámara de Diputados, y número tres del orden sucesorio presidencial, marcó públicamente sus diferencias con el estilo peñista, señalando la necesidad de acordar con sectores del peronismo –corriente de la que proviene Monzó- circunstancia que se encargó de recordar con insistencia.

El otro hecho, producido a continuación, y quizás directamente relacionado, fue la votación en Diputados del proyecto de reforma al Impuesto a las Ganancias impulsado por Sergio Massa, con el apoyo de todas las islas peronistas, la centroizquierda y el kirchnerismo, o lo que queda de él.

Massa aprovechó la falta de sentido de oportunidad del proyecto enviado por el PEN –elaborado por el despedido Prat Gay- que imponía el pago del tributo a una ancha franja de personas con ingresos de veinte mil pesos mensuales.

Finalmente, el gobierno negoció con el peronismo –principalmente con Massa y Miguel Pichetto- dejando de lado a Prat Gay y acordando condiciones tributarias más lógicas. El gobierno salió herido de la movida, pero superó el desafío.

En la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal parece optar por el otro polo. Al acuerdo que ya tenía con el massismo, le agregó una serie de pactos con el duhaldismo y demás representantes del PJ prehistórico, como Jesús Cariglino, Mario Ishii y Aldo Rico.

Para la gobernadora, la figura política más popular de la Argentina, la necesidad tiene cara de hereje, y no le brinda alternativas, como a la candorosa Birgitte Nyborg de la serie Borgen.

Tras un período de aporte a la gobernabilidad, Sergio Massa parece comprender que la avenida del medio lo volverá a llevar al tercer puesto. El tigrense trabaja para ser el líder de la oposición, y con ello, ser la primer alternativa de poder al frente Cambiemos. Todavía no está en condiciones de aglutinar al peronismo, pero una victoria electoral en la Provincia de Buenos Aires lo pondría ante esa posibilidad.

Para ello Massa necesita primero definir su participación en la elección de senadores nacionales. Ha exteriorizado su acuerdo con Margarita Stolbizer, sapo difícil de tragar para el paladar peronista, pero audaz para apropiarse de la franja de la centroizquierda, vacante con la debacle kirchnerista.

Dentro del PJ aún no arrancó Florencio Randazzo, quien viene tejiendo acuerdos por abajo, sin asomar la cabeza por actos públicos o medios masivos de comunicación.

En el segundo y tercer cordón del conurbano, aún conserva buena intención de voto la ex Presidenta Cristina Fernández-Kirchner, con un piso del 20%. Operadores progubernamentales le suben el precio, para mantener un estado de división en el peronismo. ¿Jugará Cristina en la Provincia de Buenos Aires? ¿o le conviene ir por Santa Cruz, que también elige senadores? La segunda alternativa le ofrece menos riesgos, pero le quita centralidad. Para ella también, la necesidad tiene cara de hereje. Necesita los fueros, y en Santa Cruz, en el peor de los casos sale segunda y entra al Senado, como pasó con Carlos Menem en La Rioja en 2005. Así, dejaría la batalla bonaerense en manos de Daniel Scioli, quien se caminaría a una probable inmolación electoral.

Cambiemos carece de candidatos atractivos en la California argentina. Ninguno logra superar el tercer puesto, detrás del eje Massa-Stolbizer y del acuerdo Cristina-Scioli. En una riesgosa estrategia, apuestan a la división del peronismo. Con los datos de hoy, el el PJ metería el 1-2…

En la Pampa húmeda y la zona cordillerana a Cambiemos puede irle razonablemente bien. La baja de las retenciones agropecuarias y mineras darían sus frutos electorales. Pero el problema del gobierno está en el conurbano bonaerense, bastión peronista y posible Waterloo del macrismo tras un año de gobierno.

Macri necesita logros económicos concretos para hacer más sólidas sus posiciones electorales en los grandes centros urbanos. Pero no todo es plata. Hay otra cuestión que jugará a favor o en contra del gobierno según ocurran los hechos: la suerte procesal de Cristina Fernández-Kirchner y sus principales jerarcas.

El 2016 terminó con un procesamiento dictado por el juez Raúl Ercolini, en una causa en la que CFK está comprometida: la presunta asociación ilícita en la apropiación de fondos públicos derivados de la adjudicación de la obra pública.

La ex Presidenta tiene otras causas en su contra, pero si los jueces siguen a este ritmo, los fueros la pondrán a salvo.

Hace algunos meses, Elisa Carrió denunció que Daniel Angelici operaba a los jueces federales para dejarla viva a CFK y así estimular la división peronista. Más allá de ser una estrategia arriesgada, esa iniciativa puede ser repudiada moralmente por la sociedad. Como en 1983, hay un reclamo ciudadano de “nunca más”, esta vez contra la corrupción impune, sea del gobierno que fuere. Si Macri aparece frenando las causas contra el kirchnerismo, además de perder una oportunidad histórica de iniciar un verdadero cambio, quedará ante la opinión pública como más de lo mismo, generando una decepción entre sus propios votantes.

No sólo que no debe frenar las causas, sino que tampoco el gobierno debe ser neutral ante la Justicia. Tiene que impulsar las causas contra los corruptos, de la misma forma que hizo Raúl Alfonsín contra los genocidas del gobierno militar.

No todo es plata. A veces, las elecciones se ganan con liderazgos construidos con motivaciones nobles y decisiones heroicas.

Mar del Plata, 2 de enero de 2017


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2 comentarios:

Diego Ezequiel Bianchi dijo...

Excelente editorial Mariano, Felicitaciones!!

Unknown dijo...

Muy acertado el comentario final. Si Macri no se hace cargo de las expectativas de sus votantes, pasará sin pena ni Gloria x el Poder