Lola Mora



La escultora Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández, más conocida como Lola Mora, nació presuntamente en Tucumán en 1866. Hay quienes dicen que en verdad nació en El Tala (Salta), aunque ella siempre se reconoció como tucumana.


Fue la tercera de los siete hijos de Romualdo Alejandro Mora Mora y Regina Vega Sardina. Estudió en el colegio Sarmiento, de San Miguel de Tucumán, donde fue una destacasda alumna. Cuando Lola tenía 18 años, fallecieron sus padres con dos días de diferencia. Fue alumna del pintor italiano Santiago Falcucci, de quien aprendió pintura, dibujo y retrato, recibiendo influencias del neoclasicismo y el romanticismo italianos, estilos que marcaron su obra posterior. Sus primeros trabajos fueron retratos de la sociedad tucumana. También retrató en carbonilla al gobernador salteño Delfín Leguizamón.

Posteriormente, Lola realizó una colección de veinte retratos en carbonilla de los gobernadores tucumanos desde 1853, que fueron adquiridos por la Legislatura de la provincia. en cinco mil pesos.

En 1895 viajó a Buenos Aires en busca de una beca para perfeccionar sus estudios en Europa, que le fue concedida por el presidente José E. Uriburu.

En 1987 se instaló en Roma, siendo alumna del pintor y escultor Francesco Paolo Michetti, y los escultores Constantino Barbella y Giulio Monteverde, con quienes aprendió a trabajar con terracota y mármol respectivamente.

Al tiempo de estar en Italia se relacionó con los círculos artísticos y culturales, en los que fue muy respetada, informando la prensa argentina sobre sus trabajos, viajes por Europa, exposiciones y los premios recibidos. Allí trabó amistad con el escritor y político Gabriele D’Annunzio.

Un autorretrato suyo hecho en mármol de Carrara, se exhibió en la Exposición Universal de París de 1900, ganando la medalla de oro. Luego regresó a la Argentina. Recibió el encargo en Tucumán de una estatua de Juan Bautista Alberdi, acordó en Salta la fundición de estatuas y relieves conmemorativos para el Monumento del 20 de febrero y ofreció a la municipalidad de Buenos Aires su obra más famosa: la Fuente de las Nereidas, la que concretó en 1903.

Lola Mora volvió a su estudio de Roma para preparar los encargos y regresó a Buenos Aires en 1902 con los bloques de las estatuas esculpidas que, al ser desembaladas, provocaron un escándalo, ya que en la sociedad porteña se consideró que las obras mostrando sin recato los cuerpos desnudos emergiendo triunfalmente de las aguas, eran licenciosas y libidinosas.

Realizó asimismo la estatua De la Libertad, en la Plaza Independencia, en San Miguel de Tucumán; las estatuas de La Justicia, El Progreso, La Paz y La Libertad, en las adyacencias de la Casa de Gobierno de Jujuy; y la estatua El Trabajo, frente a la estación ferroviaria de San Salvador de Jujuy.

También le ofrecieron esculpir estatuas de la reina Victoria, a ser emplazada en Melbourne (Australia) y del zar Alejandro I en San Petersburgo (Rusia), propuestas que rechazó porque le requerían adoptar las ciudadanías británica y rusa, respectivamente.

Posteriormente, realizó un busto del presidente Julio A. Roca, una estatua de Aristóbulo del Valle, una alegoría de la independencia, dos sobrerrelieves para la Casa Histórica de Tucumán y cuatro estatuas para decorar el nuevo edificio del Congreso Nacional, con representaciones de Carlos M. de Alvear, Francisco Narciso de Laprida, Facundo Zuviría y Mariano Fragueiro.

En 1909 se casó con Luis Hernández Otero, hijo del ex gobernador entrerriano Sabá Zacarías Hernández, y diecisiete años menor que ella. Se habían conocido en el Congreso, y el joven habría sido su alumno. Cinco años después la abandonó.

A partir de 1910 empezó a tener problemas de financiamiento e hipotecó su taller de Roma. En 1913 inauguró su monumento a Nicolás Avellaneda en la ciudad homónima, en un acto que contó con la presencia del presidente Roque Sáenz Peña.

Lola mantuvo una relación de amistad con Julio Argentino Roca, y tras su muerte, perdió influencia, siendo objeto de algunos ataques de sus adversarios políticos.

Así, en 1915 el Congreso desmontó sus obras escultóricas, las que fueron calificadas como adefesios horribles, siendo dispersadas entre cinco provincias. En ese año, vendió su taller romano y volvió definitivamente al país.

En 1918 la municipalidad porteña desmanteló la Fuente de las Nereidas, que se hallaba en el Parque Colón, detrás de la Casa Rosada, ubicándola en Avenida Costanera Sur, donde se erige actualmente, a la entrada de la Reserva Ecológica., en señal de ostracismo. 

Otro episodio singular fue el relacionado con la construcción del Monumento a la Bandera en Rosario. A comienzos del siglo logró que un proyecto de su autoría fuera aprobado, celebrándose el respectivo contrato. Tras ello, viajó a Roma en donde realizó ocho esculturas alegóricas, las que fueron llegando a Rosario para ser ubicadas en el monumento, cuya inauguración estaba prevista para el centenario en 1910.

Las obras fueron dejadas en cajones de madera y recién abiertas en 1923, siendo descalificadas por las autoridades rosarinas, quienes solicitaron en 1925 la rescisión del contrato. Las obras fueron diseminadas por la ciudad, y en algún caso, vandalizadas, hasta que en 1999 fueron reubicadas definitivamente en el Paseo Juramento, formando parte del conjunto artístico del monumento.

El arte escultórico de Lola Mora evolucionó desde un academicismo muy influido por el renacentismo italiano hasta una suerte de brutalismo donde se encuentran afinidades con Rodin. En su obra, Lola exaltó a la mujer libre en su naturalidad, en un momento en que se hallaba recatada y sometida al hombre, en los albores de la liberación femenina, quedando la desnudez de la mujer como un fenómeno clandestino, destinado sólo al ámbito prostibulario y pornográfico. Por ello, sus obras sobre desnudos femeninos fueron tachadas como inmorales.

Hacia 1920 abandonó la escultura e impulsó el dispositivo llamado cinematografía a la luz, que permitía ver cine sin necesidad de oscurecer una sala, pero no logró introducirlo en el mercado. Luego viajó a Jujuy donde en 1923 fue nombrada Escultor Encargado de Parques y Jardines y Paseos y a Salta en 1924 para realizar exploraciones geológicas. Allí fue contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, por donde hoy transita el tren a las Nubes.

En dicha provincia intentó sin éxito la extracción de combustibles perdiendo en el intento la totalidad de sus ahorros. Con su salud quebrantada en 1933 volvió a Buenos Aires, quedando bajo el cuidado de sus sobrinas. En 1935, el Congreso le aprobó una pensión de doscientos pesos mensuales.

Tras un ataque cerebral que la dejó postrada por meses, Lola Mora falleció el 7 de junio de 1936. Su tumba se halla en el Cementerio del Oeste, de San Miguel de Tucumán. Tras su muerte, su familia quemó su correspondencia, por lo que se perdieron detalles de la vida de la artista.

En su memoria, el Congreso Nacional instituyó por Ley Nº 25.003, la fecha de su nacimiento –17 de noviembre–, como Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.

Por Ley Nº 188, en 1999 la Legislatura porteña creó el premio Lola Mora, destinado a quienes transmitan una imagen de la mujer que rompa con los estereotipos de género, promueva la igualdad de oportunidades y los derechos de las mujeres.


Fuente de las Nereidas (Buenos Aires) 

Monumento a la Bandera (Rosario)


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