La inquisición libertaria




Por Mariano Rovatti


Apenas han pasado dieciséis días de gobierno, pero parecen años. Con un ritmo incansable, el gobierno de Javier Milei avanza como un torbellino para imponer su modelo económico social, caiga quien caiga y cueste lo que cueste, aun a costa de la vigencia de la Constitución. 

Desde que se produjo su debut en 2021, Javier Milei ha logrado ser el redactor de la agenda en la política nacional. Con su desparpajo, su intolerancia, su misoginia y su puñado de ideas acuñadas hace dos siglos, logró que todos los candidatos hablaran de lo que él quería. Milei tuvo la osadía y la capacidad de ubicarse en el centro de la escena, y que nadie lograra sacarlo de allí. Ni siquiera Sergio Massa -en su doble rol de ministro y candidato, con todas las herramientas que dispuso para ello- pudo disputarle ese lugar.

Una vez más, quedó demostrado que la moderación no construye poder, al menos en una carrera electoral. Milei fue la expresión más virulenta y extrema de la oposición al gobierno de Alberto Fernández. Ni Macri, ni Rodríguez Larreta ni Bullrich lograron representar a la totalidad del arco opositor, pero sí lo logró Milei, que no tenía un partido político organizado en todo el territorio nacional, ni cuadros políticos suficientes. Pero le sobró determinación, voluntad política y sensibilidad de lo que demandaba la sociedad.

Quizás se haya inspirado en Donald Trump o en Jair Bolsonaro, en la forma de construir poder desde la oposición. Lo que está claro, es que Milei ha declarado una batalla cultural, que viene ganando cómodamente. No sólo que se habla de lo que él quiere, sino que en los medios y en las redes, la construcción de sentido común viene siendo desde hace años, en favor de la economía libre, de crear la necesidad de que el Estado se retire y que en la carrera de la libertad, todos parten de la misma simbólica línea.

Milei aprovechó todos los años en los que los voceros del liberalismo propagaron esas ideas, desde Alvaro Alsogaray, hasta Mauricio Macri, pasando por José A. Martínez de Hoz y otros, para cuestionar y derribar los paradigmas centrales de la política del mundo de la segunda mitad del siglo veinte y comienzos del presente.

Milei no sólo logró imponer su propio paradigma, sino que logró también que todo el que lo desafíe se convierta en un cavernícola, anclado en el pasado y más aún, en un exponente del “mal”, frente a Milei que es el representante del “bien”.

Así, todo aquél que defienda un estado presente será un comunista, todo trabajador estatal será un vago, todo sindicalista será un corrupto y todo dirigente social será un gerente de la pobreza. Si un integrante de otro poder del estado pretende ponerle un límite, será un obstáculo que boicotea su proyecto y cualquier ciudadano que tenga una opinión diferente, será un tarado o un ignorante.

El reciente DNU que intenta imponer a toda marcha, requiere que su implementación llegue antes que los resultados del ajuste brutal que ha desatado sobre la población. Con una catarata de medidas, genera la zozobra necesaria para que sus atomizados adversarios no sepan por dónde empezar la resistencia.

Además, el DNU tiene entre sus numerosos puntos que trata, el apoyo indisimulable de sectores del poder concentrado nacional e internacional. Cada artículo tiene la rúbrica del grupo Techint, Eduardo Eurnekian, Mercado Libre, Elon Musk, Swiss Medical, Mauricio Macri…..

Más allá de no contar con mayoría propia en el Congreso, este volumen de apoyo político de los grupos económicos, le dan plafond a Milei para avanzar contra toda regla.

Con el DNU que deroga más de 300 leyes,  Milei parece encaminarse hacia un modelo similar al de Alberto Fujimori, quien gobernó el Perú tras su victoria electoral en 1990, y el posterior autogolpe de 1992 en el que con apoyo de las Fuerzas Armadas, disolvió el Congreso e intervino el Poder Judicial y organismos de control. En 1993 logró la reforma constitucional que validó su accionar. Con apoyo popular por los resultados de su política económica y su lucha contra el terrorismo, logró ser reelecto hasta su caída en 2000, tras una ola de denuncias por corrupción y autoritarismo.  

Tras cerrar el acuerdo con Macri y otros sectores, el gobierno de Milei aparece como compacto, coherente y dispuesto a todo. Su determinación y voluntad política son la contracara de su antecesor.  

Para el peronismo, queda como camino la organización, la unidad, y bloquear en todos los ámbitos institucionales el modelo de Milei. Y esperar el deterioro político del presidente, una vez que empiecen a llegar las facturas de luz y gas, cuando viajar en un transporte público se convierta en un lujo y cuando todos los días las calles se llenen de manifestantes hambrientos y represión policial.

Habrá descontento popular, y sobre todo de aquéllos que lo votaron, hartos del fracaso económico social del gobierno peronista. Ahora, ¿cómo podrá el peronismo captar ese descontento? ¿podrá ofrecer una alternativa creíble? ¿cuál será la estrategia para revertir la derrota que le viene infringiendo Milei en la batalla cultural?

Pinamar, diciembre de 2023.


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