Seis meses de cambalache

 


por Mariano Rovatti

 Ya pasaron seis meses del gobierno de Javier Milei, un ensayo que aún no puede mostrar ningún logro positivo real en materia económica y social para la mayoría del pueblo argentino. Amateurismo, falta de gestión, dogmatismo, crueldad, intolerancia… son los rasgos del elenco gubernamental. ¿cuál será el rumbo de los acontecimientos? Las mil caras del peronismo. 


Finalmente, no hubo pacto de mayo en mayo. Tampoco hay ley bases, un engendro que si hubiera sido una serie de proyectos específicos, quizás ya estarían rigiendo. Aunque mientras tanto, sigue en pie el Decreto N° 70/23, con las excepciones de los capítulos impugnados por la Justicia.

El gobierno sólo se enfoca en su fobia al gasto público, sin distinción de prioridades. Los saldos positivos de caja se basan sólo en postergar pagos que deberán hacerse algún día, y en la paralización de la gestión pública.

Muestra con cara de piedra la presunta baja de la inflación, luego de llevar con devaluación, ajustazo y liberación salvaje de precios el índice al 25% en enero, el que fue bajando paulatinamente hasta el presente, en donde la última tasa equivale a la del último mes de la gestión de Alberto Fernández.

Basta salir a la calle para comprobar que cierran locales comerciales, que las veredas están pobladas de indigentes y que todo lo que se rompe no se puede reparar. Ningún dato de la economía real hoy es mejor que en diciembre, sino todo lo contrario. La producción de bienes y servicios ya está en un 25% menos que el año pasado. Aumentan las suspensiones de personal, que dentro de pocas semanas, se convertirán en despidos masivos.

Todos los días explota algún problema fruto de la incapacidad de los funcionarios y de la deliberada falta de financiamiento: accidentes ferroviarios, riesgo de cierre de universidades, falta de respuesta a la epidemia del dengue…

El reciente escándalo por la acumulación de alimentos sin entregar, en medio de una creciente crisis social, muestra no sólo la incompetencia de los funcionarios actuantes, sino su desdén por el pueblo y sus necesidades.

Puertas adentro, el gobierno está lejos de mostrarse como un equipo sólido y cohesionado. Los pasos extraños de la vicepresidenta, el poder omnímodo de la hermana-secretaria general, y las traiciones entre los ministros y secretarios llenan un vacío que debería estar ocupado por planes de gobierno, trabajo intenso y resultados exitosos.

En la relación del país con el mundo, el gobierno de Milei ya se ha enemistado con Brasil, Chile, Colombia, México, China, España (y con ella, la Unión Europea) y los BRICS, además de ignorar al resto de América Latina. Sólo se relaciona con líderes de extrema derecha, y en términos más estéticos que de política real. En el conflicto de Medio Oriente, se alineó sin reservas con Israel, poniendo en peligro la seguridad geopolítica de nuestro país.

A pesar de todo esto, Javier Milei conserva un significativo grado de aceptación popular. De alguna manera, puede inferirse que ha interpretado mejor que nadie el signo de los tiempos para llegar al poder, pero aún no parece exhibir esa misma capacidad para conducir la Nación. Veremos hasta cuándo tiene hilo en el carretel.

 

 


 

Las mil caras del peronismo

Dentro del peronismo y sus aliados, van surgiendo dos grandes corrientes opositoras: una que tiene su pilar discursivo en rol del Estado como protector frente a distintos problemas sociales, como la desocupación, la pobreza o las enfermedades. Otra corriente pone más énfasis en la promoción de la producción y el empleo, como ordenadores sociales, dejándole al Estado el rol de conductor de ese proceso.

Dentro de la primera puede situarse al kirchnerismo duro, el sector que lidera Juan Grabois y las organizaciones sociales y los medios de comunicación progresistas, entre otros. Dentro de la segunda a los gobernadores e intendentes peronistas, la CGT, el silencioso Sergio Massa y el muy activo Guillermo Moreno. El gobernador Axel Kicillof intenta expresar a ambas a la vez.

Cuando se dice que la oposición no tiene un líder, en realidad se dice que tiene exceso de líderes o aspirantes a serlo.

Cristina Fernández Kirchner, como referente de éso que podemos denominar kirchnerismo duro, en verdad mantiene una influencia cada vez más menguante sobre un sector del peronismo, principalmente del conurbano bonaerense. Cada vez que sale a hablar, genera inquietud y gana espacios en los medios, pero no logra (o quizás no le interese) erigirse en la máxima referencia opositora. Sí parece interesada en asegurar la candidatura a gobernador de su hijo en el aún lejano 2027.

Quien tiene la lapicera –y la usa- es el gobernador Axel Kicillof, quien va construyendo una base política fruto de su rol institucional, y ya ha dejado de reportar a Cristina. Su preferido para sucederlo es Gabriel Katopodis. Kicillof es el dirigente peronista mejor posicionado en cuanto su lugar de partida para la carrera presidencial, pero tendrá como principal obstáculo al gobierno nacional, decidido a dejarlo sin recursos. Otro tema es la política de Javier Milei, que conduce a un colapso económico y social, que generará una crisis política que además de afectar al libertario, probablemente deje herido también al gobernador. Recientemente, ha realizado acciones para entrar en las provincias, a través de acuerdos con sus pares Maximiliano  Pullaro, de Santa Fe, e Ignacio Torres de Chubut, dado que su perfil está muy asociado al conurbano bonaerense. Hoy, las encuestas le sonríen.

El que no para de sorprender es Guillermo Moreno, convertido en una estrella de las redes sociales y los medios. El ex secretario de Comercio basa su discurso en una reivindicación del peronismo ortodoxo, contado a través de un discurso simple y campechano. Ha logrado llegar al público joven y su pasado libre de escándalos de corrupción (condición que comparte con el gobernador Kicillof) lo ayudan. Le juega en contra su imagen, frecuentemente asociada a prácticas poco democráticas, y cierta intolerancia con quienes no satisfacen su paladar peronista. En las últimas elecciones no logró superar el 1,5%, pero éso fue antes de su explosión mediática, ayudado por el gobierno de Javier Milei, con quien logra confrontar de manera directa, favoreciendo así su construcción como contrafigura del gobierno.

Quien genera tantas incógnitas como expectativas es Sergio Massa, quien estuvo a tres puntos y monedas de ser Presidente en primera vuelta. Tras hacer una gran campaña electoral, pese a la falta de resultados de gestión para mostrarle a la sociedad, Massa fue derrotado por Javier Milei, y se llamó a silencio. ¿Retiro táctico? ¿falta de motivación? ¿fracaso y final de carrera? Al principio se comentaba sobre un presunto contrato con un organismo internacional de crédito, que lo sacaría del barro de la política local, pero hoy día Massa está teniendo una agenda política intensa, desarrollada en un misterioso silencio.

El que no está callado es Alberto Fernández, quien primero a través de Twitter y luego ya participando de entrevistas, está hablando sobre lo que fue su gobierno y lo que el actual representa. Si tuviera un buen equipo profesional de comunicación, podría jugar en primera todavía, porque tiene algunos logros para mostrar, pero su imagen carente de liderazgo quedó muy desdibujada.

Otro espacio interesante es el de Juan Grabois, muy enfocado en lo social y también en lo moral. Intenta ser la contrafigura exacta de Javier Milei, y en algún momento parecía encaminarse hacia ello, pero en los últimos treinta días, su imagen fue debilitándose. Una serie de operaciones generadas por el gobierno nacional, caracterizando al hijo de Pajarito como un gerente de la pobreza, parece haber hecho mella en Grabois, pese a lo injusto de su contenido. Quizás esté apuntando a que el gobierno comience a desgastarse para retomar su iniciativa.  En su misma sintonía están el resto de las organizaciones sociales.

También crece un armado que viene de las provincias, la Red Peronista Federal, un conjunto de referentes encabezado por el gobernador riojano Ricardo Quintela. Plantean la necesidad de una actualización doctrinaria del peronismo, teniendo en cuenta la nueva era digital. Aún no han hecho su llegada  a los escenarios masivos nacionales.

La CGT comenzó la era Milei con mucha fuerza y determinación, convocando a dos paros nacionales con aceptable éxito. En tiempos de reforma laboral, mostraron su capacidad de resistencia, pero no tienen aún su terminal política. Agotada ya la opción del paro nacional (quizás utilizada demasiado pronto), parecen no contar con otras medidas de protesta. En un momento en que el trabajo regular retrocede, y las formas de contratación se hacen cada vez más informales, la influencia de la central obrera se va relativizando cada vez más.

Un capítulo aparte es el de un poder creciente, el de los influencers. En un momento de la historia en donde pierden relevancia las estructuras tradicionales, crecen con fuerza las formas inmateriales de acumulación de poder, como es la presencia activa en medios digitales, libres del tutelaje de los grandes medios tradicionales, y diseñadores de sentido en la opinión pública, ya en casi todas las generaciones.

Dentro de la constelación peronista, se destacan Pedro Rosemblat y Tomás Rebord, ambos con pasado en El Destape, el multimedio liderado por Roberto Navarro. Pedro Rosemblat, ex precandidato a jefe de gobierno de CABA por el espacio de Grabois, pareja de Lali Espósito, tiene 34 años y un capital de influencia nada desdeñable para cualquier político: 633.000 seguidores en Instagram, 343.000 suscriptores en You Tube y 44.000 seguidores en Tik Tok. Tomás Rebord, de 31 años, es abogado y cuenta con una legión de 222.000 seguidores en Instagram, 112.000 suscriptores en You Tube y 67.500 seguidores en Tik Tok. El ex jefe de ambos tiene 552.000 suscriptores en You Tube. Les falta aún convertir ese poder simbólico en poder real.

En noviembre de este año habrá elecciones partidarias en el justicialismo, tanto en el orden nacional como en la Provincia de Buenos Aires. Dichos comicios serán ordenadores en el movimiento, generando acuerdos y/o ganadores y perdedores, de cara al siguiente año, que será electoral.  Hasta que llegue ese momento, será tiempo de construcción política, cada uno por su lado.

Buenos Aires, 4 de junio de 2024



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