“Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes” (Albert Einstein)
Por Mariano Rovatti
El primer año de gobierno de Javier Milei transcurrió dentro de un violento marco político, con un sistema de intolerancia estimulado por el mismo gobierno, ejercicios constantes de crueldad y marcados rasgos autoritarios. Lo que sería un ensayo de anarco-liberalismo, terminó siendo un ajuste tradicional, sólo que más drástico e inhumano que los anteriores.
Frente a un gobierno de Alberto Fernández hundido en su fracaso, con su Ministro de Economía como candidato, Javier Milei se alzó con la victoria con su estilo irreverente y disruptivo, el apoyo mayoritario de los jóvenes (varones) y un puñado de promesas tendientes a iniciar una nueva era en la historia argentina.
Dolarizar la economía, la salida
inmediata del cepo, el tipo de cambio libre, no aumentar impuestos, el ajuste
pagado por la casta y el corte de relaciones
con gobiernos comunistas fueron
algunas de sus ideas que –una vez sentado frente a la realidad- tuvo que dejar
de lado, entregándose a llevar adelante un plan
de ajuste típico, aunque con más intensidad que los anteriores.
El hartazgo social con la
inflación le permitió a Milei contar con un plafond
político para secar la plaza, hundir la economía en un proceso recesivo, y hacer
aún más precaria la condición laboral de millones de argentinos.
Esa inflación fue llevada
artificialmente a un pico de 25,5% mensual al final de diciembre 2023, y luego comenzó un proceso sostenido de baja
mes a mes, hasta llegar a un piso de 2,4% en noviembre 2024, el índice más bajo
de los últimos tres años. Ello lo logró gracias a la eliminación del déficit
fiscal primario y la brutal baja de la demanda de bienes y servicios.
¿Podrá sostenerse esa tendencia?
Difícil con este marco recesivo, que paradójicamente y a la larga, será
inflacionario, como tantas veces ya ocurrió en la Argentina, al caer
sostenidamente la oferta de bienes y servicios. El FMI estimó que la caída del PBI argentino durante 2024 fue
del 5,5%.
El mapa de la actividad económica
presenta claroscuros. Crecieron la agricultura, la energía y la minería.
Cayeron la industria, la construcción y el comercio. Más de 11.000 PYMES
dejaron de existir en el primer año de gobierno. Como comparación, durante los
cuatro años de Macri, habían sido 25.000 las PYMES que desaparecieron. Es de
notar, el continuo éxodo de empresas industriales a Brasil, en donde encuentran
condiciones macroeconómicas favorables.
La caída del consumo interno es
el 8,2% interanual, estimándose que es del 10% la caída en la venta de alimentos
y bebidas en supermercados entre septiembre 2023 y septiembre 2024.
La balanza comercial luego de
diez meses registra un superávit de U$S 21 mil millones, destacándose un
superávit energético de U$ 4.302 millones medidos hasta octubre, el mayor de los
últimos 15 años. Para lograr esto, fue importante la puesta en marcha del
gasoducto Néstor Kirchner, construido durante la gestión de Alberto
Fernández.
Se registra superávit fiscal
primario hasta octubre, sin entrar a analizar las deudas acumuladas con las
provincias, como por ejemplo, Buenos Aires, que reclama por la falta de pago de
ocho billones de pesos. Otro factor que
genera el falso superávit es la cancelación de obra pública, por la que el
Estado se ha desentendido de una sus funciones básicas, que es la de proveer lo
necesario para la ampliar y mantener la infraestructura de caminos, puentes,
puertos, viviendas, escuelas y centros de salud del país. Todo ello, a la
larga, genera un encarecimiento del costo
argentino, cerrando puertas a la exportación de nuestros bienes.
El blanqueo de capitales
instrumentado este año permitió la declaración de U$S 32.151 millones. Las
reservas del Banco Central hoy son de U$S 32.688 millones. Pero las reservas
netas –deducidos los compromisos de pago de los próximos doce meses y los
depósitos del Tesoro- son negativas de U$S 10.489 millones, casi la misma cifra
con la que se fue del poder la gestión anterior.
La brecha cambiaria descendió del
150% inicial a estar por debajo del 5%, dada la cotización reprimida de del
dólar blue, y el riesgo país pasó de 1.923 puntos básicos a 631.
Los salarios registrados en
septiembre 2024 cayeron un 6,8% real con respecto a noviembre de 2023, pero
recuperaron 9,8% en relación a marzo de este año.
La jubilación mínima perdió poder
adquisitivo (6,6%), pero no la AUH, que subió un 105,6% real.
El desempleo aumentó 1,2%
ubicándose en el 7,7%. En los primeros ocho meses de gobierno, cayeron 85.500
empleos formales, según la Secretaría de Empleo de la Nación. Estimaciones de
consultoras privadas, estiran esa cifra 120.000 puestos de trabajo eliminados.
La pobreza creció hasta el 52,9%
al 30 de junio, contra el 41,7% de diciembre 2023. La UCA dice que en el mismo
período subió del 45,2% al 54,8%, entre el último trimestre del 2023 y el
primero de 2024, pero que en el segundo trimestre bajó al 51%.
Todos estos datos muestran un
rumbo claro orientado hacia un modelo de
país basado en la producción primaria, desarticulando la producción con
valor agregado, y una brutal transferencia
de ingresos del 93% de la población al 7% restante, concentrando el poder
económico en cada vez menos manos. El solitario crecimiento de la AUH se
explica en la necesidad de contener posibles estallidos sociales.
El aumento de la existencia de
dólares le permitió al gobierno mantener el tipo de cambio libre aplanado, y al
subir las tasas de interés, generó otra vez (y con el mismo ministro) el
mecanismo de carry-trade, que parece
estar encontrando su límite. En los últimos cinco días hábiles, el gobierno
vendió U$S 870 millones sólo para mantener artificialmente el precio del dólar
libre.
Esta festichola sólo le da utilidades a los operadores financieros, y les quita recursos directa e indirectamente a los trabajadores, jubilados, la producción industrial, la construcción y el consumo interno. Ya lo vimos más de una vez, principalmente en la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz y la anterior de Caputo, siendo presidente Mauricio Macri.
El gobierno celebra algunos de
sus números como si fuera una victoria definitiva, pero la ficción del dólar
barato y la baja inflación se sostiene en la entrada de divisas por el
blanqueo, distintos mecanismos de toma de deuda, el superávit fiscal trucho y
la transferencia social de recursos. Todo
éso terminará algún día.
Recientemente, el Grupo
Grobocopatel anunció que no podrá afrontar pagos de pagarés bursátiles de acá
hasta marzo 2025 por U$S 10 millones. La caída del precio internacional de la
soja (U$S 600.- a U$S 370.- la tonelada) ahoga a los productores que reclaman
una urgente devaluación, tal como hizo Brasil con el Real, que depreció su
moneda en un 35% en lo que va del año. Si ello se produce, el impacto inflacionario será inevitable, y con él se cae como un
castillo de naipes el esquema económico financiero del gobierno.
Cualquier estructura que no se apoye en un aumento sostenido de la
productividad por un lapso de tiempo considerable, está destinado a
desmoronarse. Sólo la falta de memoria colectiva y la necesidad de creer en
algo, explica que aún se esperen resultados alentadores de este tipo de
políticas gubernamentales.
La Argentina no crece
económicamente en términos significativos desde 2011 hasta la fecha. El segundo gobierno de Cristina Fernández, y
los de Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei son responsables de un estancamiento económico que es la razón
principal de la recurrente crisis del país. Sin desarrollo económico, son vanas las discusiones sobre inflación,
endeudamiento, empleo, pobreza, salarios, salud y educación.
Más allá del fenómeno
económico-social, hay otras dimensiones que caracterizaron al gobierno de
Javier Milei, como un año tóxico:
Ya en la campaña, se veía en el
Presidente a un individuo desestabilizado emocionalmente, con una tendencia
inocultable a la agresión, la falta de empatía y la crueldad.
Traducido ésto en términos algo
más objetivos, y por ende ubicables dentro del círculo de elementos
políticamente considerables, Milei propone una conducción de rasgos
marcadamente autoritarios y de carácter ultravertical. Cualquier manifestación
de disenso, aún en sus propias filas, es reprimida de inmediato, sin reparar en
generar escándalos que impliquen un costo político para el gobierno. La
relación con la vicepresidenta Victoria Villarruel es una muestra de ello.
Milei aplica en extremo la tesis
de Ernesto Laclau sobre la construcción
de poder en base a la confrontación. La usaron el kirchnerismo y el
macrismo, en dosis menos intensas. ¿Es posible construir una comunidad nacional
con un proyecto de bienestar colectivo en base al odio permanente? ¿Es causa o
es efecto de una sociedad que también desprecia y descarta a quienes le
resultan diferentes?
El reciente escándalo del senador
Edgardo Kueider muestra que además de los gestos autoritarios, el gobierno no
tiene problemas en recurrir a actos corruptos para sacar las leyes. Frente a los hechos comprobados, es imposible no
pensar que el legislador fue comprado para votar una ley, que bien puede ser declarada
como inconstitucional conforme lo establecido en su artículo 29.
Otra cuestión especial es la de
la política exterior del gobierno, en donde la improvisación, la ideologización
y la falta de idoneidad fueron constantes. El gobierno decidió no ingresar al
grupo BRICS, luego de años de arduas gestiones llevadas a cabo por el gobierno
anterior que arribaron a un final feliz sobre el final de la gestión.
El gobierno casi rompió relaciones
con Brasil, a partir de los insultos proferidos públicamente por el Presidente
argentino a su par brasileño –una conducta insólita e inaudita en el terreno
diplomático- que se los tuvo que tragar cuando Brasil auxilió a la Argentina en
el suministro de gas, sorteando una crisis en mayo de este año.
También tuvo cruces verbales
violentos con el Presidente chileno Gabriel Boric y el español Pedro Sánchez,
llevando las relaciones entre los países a un límite inexplicable. Sólo anudó
vínculos de carácter ideológico principalmente con Estados Unidos e Israel,
aunque luego amplió su horizonte con Italia y Francia.
Algo similar pasa con la
República Popular China, país despreciado por Milei en campaña, pero al que
tuvo que aceptar por su rol fundamental en el comercio exterior argentino, y en
las inversiones que ha realizado en distintos sectores de la economía
argentina.
En las relaciones exteriores de
Argentina, no entra la defensa del
interés nacional, sino la afinidad ideológica, que es bastante relativa,
teniendo en cuenta, por ejemplo, que Donald Trump promueve una política nacionalista
e industrialista, y Milei es el modelo opuesto. Tampoco está en la agenda de la
Cancillería la reivindicación de la soberanía argentina en las Islas Malvinas,
San Pedro y Esquivel, ni un plan para evitar la pérdida del territorio
antártico.
Milei considera –como lo hacen
los exponentes de la nuevas derechas en el mundo- que es más importante
construir política con megaempresarios que con jefes de estado. Claro ejemplo
de ello, es el vínculo de sumisión y cholulismo que tiene con Elon Musk.
La concentración de los ex ministerios
de Trabajo, Salud, Educación y Desarrollo Social en la nueva cartera de “capital
humano”, como si fuera una gerencia de una empresa, muestra la escasa prioridad
que le da el gobierno a los temas sociales. La gestión de la inepta Sandra
Petovello fue una constante sucesión de pasos en falso e inhumanos gestos de
crueldad. Cuando se “independizó” el ministerio de salud, se puso a su cargo a Mario
Lugones, un hombre bien visto por los laboratorios y las prepagas, más allá de
su probada experiencia en el área. El zorro puesto a cuidar el gallinero.
El año que viene será electoral.
Se prevé la eliminación de las inútiles PASO, lo que es una buena señal. La
Libertad Avanza aspira a deglutirse el capital político del PRO, y pelear de
igual a igual con el peronismo por la victoria en los principales distritos.
Aun perdiendo, el gobierno ganará porque mejorará notablemente su número de
diputados y senadores.
En la Ciudad de Buenos Aires, la
decisión de Jorge Macri de desdoblar las elecciones durmió al gobierno
nacional, que no tiene un armado sólido a nivel local, y no podrá nacionalizar
la elección. Sí en cambio, parece tener posibilidades en la elección nacional,
acudiendo al locuaz Manuel Adorni o a la irrompible Patricia Bullrich como
candidatos a senador y/o diputado nacional.
En la Provincia de Buenos Aires,
la referente sería la mismísima Karina Milei, quien confrontará contra un
peronismo que parece haber aceptado que no puede dividirse. Quizás se le oponga
Cristina Fernández, quien puede encontrar en esta elección una ocasión de
reivindicación.
En otros distritos, la realidad
local se impondrá sobre la nacional, pero se destaca Córdoba, en donde el
gobernador Martín Llaryora tendrá que optar entre una postura crítica a Milei –lo
que le reclama la diputada Natalia de la Sota- y mantener canales abiertos,
como le pide Juan Schiaretti.
Aún falta mucho para la elección,
pero será fundamental detectar dentro de cuál clima emocional se desarrollará
la campaña: bancar la esperanza de lo
nuevo, o una nueva decepción.
Buenos Aires, 29 de diciembre de
2024
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