Actualidad económica: perspectivas

Por Héctor Blas Trillo

En las líneas que siguen esbozamos un cuadro de situación a la luz de las complicaciones políticas y económicas de los últimos dos años. También agregamos una breve referencia a lo que puede esperarse para 2010.

El llamado modelo productivo ha venido sufriendo serios deterioros en los últimos tiempos como consecuencia de varios factores. Por un lado la crisis internacional, que si bien no ha pegado de lleno ha afectado la demanda de productos exportables...

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..Por el otro los inauditos errores propios, fundamentalmente luego de la llamada crisis del campo. A todo esto hay que sumarle la crisis energética que de ninguna manera se ha superado y también las restricciones a las importaciones, rubro que si bien podríamos incluir dentro de los errores propios señalados, merece un capítulo específico.
En todos estos años desde la salida de la llamada convertibilidad la Argentina pretendió resurgir de las cenizas emitiendo moneda para sostener un tipo de cambio irrealmente elevado, aplicando luego retenciones a las exportaciones y considerando a los ingresos provenientes de estos gravámenes como superávit fiscal. El dinero proveniente de tal superávit ha venido consumiéndose, en otras cosas, en forma de subsidios sobre la oferta de bienes y servicios, inyectando de este modo inflación pura en el sistema.
Los precios de las commodities favorecieron aún más este mecanismo. Podríamos decir que efectivamente en algún momento hubo un superávit genuino debido a dichos precios, pero la verdad es que nos resulta muy difícil establecer un número y éste quedaría, indudablemente, contaminado por el factor de incentivo de la oferta provocado por la distorsión en el valor de la divisa.
Insistir en lo ocurrido localmente en estos dos últimos años es casi ocioso. Las retenciones subieron progresivamente hasta que llegó un punto en el que se produjo el conflicto con el sector agropecuario. Luego sobrevino la crisis de las hipotecas y finalmente la demanda internacional cayó de manera sostenida en los principales productos de exportación. A ello se sumaron las prohibiciones de exportaciones y finalmente también las de importaciones. Estas últimas con el objeto de evitar la salida de divisas con ese fin.
Se dice en economía que todo es posible, menos evitar las consecuencias. Los precios en pesos fueron trepando bastante más rápidamente de lo que ha podido ajustarse el dólar a la suba. A su vez, la divisa perdió valor con respecto a otras monedas encareciendo las importaciones en dólares, al tiempo que los precios de granos, oleaginosas y petróleo bajaban, produciendo de ese modo un deterioro en los llamados términos del intercambio. Menos ingresos por exportaciones, más egresos por exportaciones. Frenos a ambos tipos de transacciones y merma en los ingresos tributarios en el sector externo. Un cóctel explosivo para sostener subsidios y apuntalar emprendimientos.
En lo interno, el gobierno congeló tarifas, intervino los mercados, fijó precios máximos, aumentó los impuestos (y sigue haciéndolo y no solo a nivel nacional sino también provincial y municipal), se apropió de las AFJP, estatizó empresas, se hizo cargo de empresas quebradas, continuó subiendo el gasto público y debió apuntalar a provincias en serias dificultades. Para éstas, finalmente, suspendió la aplicación del llamado pacto fiscal permitiéndoles endeudarse para cerrar los números y no tener que caer en las cuasi monedas.
Intervino el INDEC para alterar los índices de inflación, de crecimiento, de pobreza, de indigencia, etc. Armó un andamiaje mentiroso para negar la realidad o camuflarla. Al final se peleó con los mensajeros (los medios), armó una ley a la medida para limitar el crecimiento mediático, intenta apropiarse de la fábrica de papel en la que es socio junto a los principales diarios, etc. En otras palabras: como la mentira oficial era y es negada por la realidad y difundida mediáticamente, había que parar tal difusión. Esto más allá de buenas o de malas intenciones de cada uno de los actores, empezando por las propias oficiales. Un gobierno mentiroso en cuestiones estadísticas no puede tranquilamente luego salir a acusar de mentirosos a los medios. Aunque ciertos medios mientan, el gobierno no es creíble. Y todo este bagaje de desaciertos, ahuyenta cualquier posibilidad de inversión genuina en la Argentina.
Los problemas con la energía son más que elocuentes. El impresionante ajuste en las tarifas hogareñas no ha tenido como destinatarios a los productores, sino al Estado para que éste pueda eliminar subsidios al sector y pagar importaciones de gas y de fueloil esencialmente.
Las arbitrariedades, los aprietes y las prepoteadas están a la orden del día. Se habla (desde hace varios años) de disciplinar a las empresas. Un gobierno que ha atacado desde el vamos a las privatizadas, a los supermercadistas, a los productores agropecuarios, a las petroleras, a los exportadores, a los importadores (a algunos de los cuales la Secretaría de Comercio les exige exportar por lo mismo que importan, aunque sea cualquier otra cosa), a los bancos, a los arrendatarios de campos, a los tamberos. A todos quienes crean riqueza en el país, en definitiva; un gobierno con estas características está en las peores condiciones imaginables para esperar inversiones. Todo lo contrario. En estos últimos tiempos la salida de divisas del país ha sido casi una constante, detenida hace un par de meses gracias a otros factores, tales como la recuperación de las cotizaciones de los bonos (ante la expectativa de cambios en el INDEC o un posible acuerdo con los holdouts) y el pase de dólares a pesos ante la pérdida de valor de la divisa en el mercado internacional.
En estos momentos el gobierno se halla abocado a lograr que se apruebe la emergencia económica por dos años más. Tal emergencia venía renovándose año tras año pese a que la situación había variado sustancialmente desde comienzos de 2002 luego de la gran crisis devaluatoria. Insistir con que el país sigue en emergencia es de por sí un dato bastante discutible. Pretender que seguirá siéndolo por dos años más es, además, una confesión freudiana. Pero en realidad de lo que se trata es de que el Ejecutivo pueda seguir disponiendo discrecionalmente de cuantiosos fondos públicos pese a que a partir del próximo 10 de diciembre perderá la mayoría en ambas cámaras. Es decir, se trata de una simple y burda triquiñuela para manejar la caja. Y seguir haciéndolo también durante 2011, año de elecciones presidenciales.
En estas circunstancias resulta inexorable que aún pese a ciertas buenas perspectivas internacionales (motivadas en políticas monetarias activas a su vez, y por lo tanto bastante endebles con vistas al futuro), la Argentina no pueda responder de la manera deseable al impulso inversor.
Sobra liquidez en el mundo. Ocurre lo mismo que en los años 70 luego de la crisis del petróleo, por ejemplo. Sobran dólares a tasas de interés ridículas en el primer mundo para colocarse en mercados emergentes. Pero esos dólares no vienen a la Argentina. Van sí a Brasil, a Perú, a Chile, a Uruguay o a Colombia, hablando solamente de Sudamérica. Las causas hay que buscarlas en antecedentes como los expuestos en este trabajo, que apenas son ejemplos, por otra parte, de muchos otros.
Al menos nuestra expectativa en materia internacional no es tan promisoria como sostienen muchos profesionales. Pero, estemos acertados o no, la verdad es que si no aprovechamos aunque más no sea las ráfagas de inversión estamos muy mal.
En este año 2009 la Argentina no se vio tan afectada como también muchos esperaban, y ello se debió a múltiples factores, comenzando por nuestra desvinculación del mundo que nos alejó de la crisis. Pero no es posible vivir así por siempre.
Hoy el país necesita recursos porque es nuevamente deficitario. Por eso el acercamiento al FMI o al Club de París. O a los holdouts que insólitamente habían sido borrados del mapa por una ley ominosa votada en este mismo Congreso, prácticamente.
La recaudación impositiva ha caído (pese a subir el último mes algo más del 8%) si se la compara con la inflación real. Y si se toma en cuenta el hecho de que este año los recursos del sistema previsional se aportan íntegramente al Estado pues fueron eliminadas las AFJP el cuadro es todavía más oscuro.
Los aumentos impositivos y tarifarios son constantes. A las tarifas de gas o de luz hay que agregar ahora el insólito incremento tributario a ciertos artículos electrónicos. Las dificultades para la devolución de impuestos a los exportadores, o la cantidad increíble de exigencias de parte de la AFIP y de la ONCCA para inscribirse en el Registro de Productores de Granos y evitar retenciones de impuestos al valor agregado y a las ganancias directamente confiscatorias; muestran a las claras la intención de este organismo de abultar sus cifras a como dé lugar. La moratoria y el blanqueo de capitales fueron en gran medida un enorme fiasco. Especialmente el segundo, y por razones más que obvias basadas también en la inseguridad jurídica reinante.
Las provincias y los municipios no se quedan atrás, como decimos. Y en particular la provincia de Buenos Aires, ya si el conflictivo Montoya, no deja de imaginar nuevos y viejos gravámenes, como el llamado impuesto a la herencia. El afán recaudador hace olvidar a nuestros funcionarios que el capital huye de la política, de la arbitrariedad y de los abusos y confiscaciones. Los distintos regimenes retentivos, especialmente de ARBA, han dado paso a innúmeros reclamos judiciales. Y en su momento el inconstitucional impuesto inmobiliario de emergencia (cuándo no, ¿verdad?) debió ser suspendido por el Ejecutivo provincial.
A toda esta impresionante gama de antecedentes hay que sumar, claro está, las causas naturales. La sequía ha devorado una parte importante de la próxima cosecha.
De todo lo anterior puede concluirse que el año 2010 no será un gran año. Aún en el caso de que resulte un poco mejor que el actual por una cierta recuperación. No hay que esperar inversiones y sí alta inflación debido a que el gobierno sigue comprando dólares para sostener su precio y emitiendo moneda para ello.
El voluntarismo ha reinado y seguirá reinando. Planes y más planes de crédito, de canje, de ayuda, de lo que sea, seguirán multiplicándose y dejarán de funcionar a poco andar, como ya de sobra ha venido ocurriendo. La intención de modificar la ley de entidades financieras y de fijar tasas de interés apuntan en una única dirección: intentar crear trabajo e inversiones allí donde por sí solas no van. Pero donde las inversiones no concurren hay motivos para que no lo hagan. Inventando puestos de trabajo como ahora intenta hacerse con el nuevo monotributo no parece ser sino una forma de intervencionismo más, basada en el voluntarismo y en la creencia de que si hay puestos de trabajo (no trabajo, entiéndasenos) habrá demanda y se mejorará la situación. Cuando en verdad lo que ocurre es que se exacerba la demanda y se acelera el aumento de precios.


Buenos Aires, 15 de noviembre de 2009
ESTUDIO HÉCTOR BLAS TRILLO
011) 5254-5820 y (011) 154-4718968
www.hectortrillo.com.ar

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