Los K, a 4 puntos de ganar en primera vuelta

Por Artemio López

Lejos de constituirse en alternativa electoral propia, la oposición tiene como toda estrategia hoy la victimización permanente y la apuesta al error del oficialismo.
Nadie desconoce ya ni duda, todos los estudios de opinión conocidos corroboran además esta percepción: que la primera minoría oficial duplica al menos al mejor referente opositor según el mosaico delineado tras el 28J de 2009 y nada indica que ese paisaje electoral empeore tras un año como 2010, con crecimiento económico del 6% en promedio y 7% en el segundo semestre y el despliegue de política social de gran escala, como la Asignación Universal por Hijo, la mejor política social desde la recuperación democrática. Por el contrario, aquel 35% del 28J de 2009 es el piso electoral del FpV nacional.

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Asumida la circunstancia de fragmentación opositora como irreversible, se refuerza la estrategia del oficialismo que apuesta a la primera vuelta asumiendo que, con sólo obtener el 40% de los votos, no hay riesgo de derrota, al tiempo que todo el arco opositor confía en que no lo alcanzará y ninguna oferta propia, sino el ballottage, finalmente resolverá su falta de liderazgo ya estructural.
Cabe destacar que 40% de votos positivos suponen 38% de votos efectivos, sin nulos, impugnados y en blanco, lo que achica la base de cálculo y da un impulso matemático, para alcanzar la meta del 40%. Quien está segundo en primera vuelta parece ser el grado de competencia real para la oposición.
No es gran cosa, en especial tras decretar la muerte del kirchnerismo durante casi un año, y es especialmente poco atractiva esta oferta para los segmentos de poder económico con un largo año y medio de crecimiento y oportunidades de negocios por delante.
La recalentada interna de la AEA (Asociación Empresaria Argentina), donde Loma Negra renunció, como hicieron TBA, Gas Natural Ban, SanCor y Petrobras, así como la fluidez de los contactos entre candidatos justicialistas muy diversos, son indicadores fehacientes de que no alcanza la sola oferta de ballottage para alinear candidatos que no pretendan romper con la orgánica partidaria, ni garantizar la unidad del bloque empresario en su embestida contra el Gobierno, como pretenden los segmentos más opositores y activos de AEA, representados por el Grupo Clarín.
El ejemplo de Macri ilustra el camino de la oposición. Su victimización permanente mostró sus límites, no sólo en términos de caída de popularidad, sino en la última elección legislativa, donde Gabriela Michetti encarnó el desgaste del PRO –perdió 16 puntos respecto de la primera vuelta de 2007– y la poca efectividad de la delegación de responsabilidades en el Gobierno nacional.
Así, a un año y medio de las elecciones nacionales, lo que queda ver es si el oficialismo llega o no al 40% de votos.
Está lejos y cerca a la vez: lo separan cuatro puntos de votos efectivos del triunfo en primera vuelta, sin que ninguna alternativa opositora pueda impedirlo por propia gravitación.
La corporación mediática opositora tomó nota de esta realidad: no logró instalar un candidato hegemónico, ocupa el lugar de la oposición política y confronta abiertamente con el oficialismo para evitar ese 40%. Como efecto colateral, hunde cada día más a los dirigentes opositores que (¡ay!) son los que finalmente concurrirán a elecciones.
La presencia del Grupo Clarín como adversario, y las declaraciones de Agustín Rossi sobre la verdadera confrontación Gobierno-corporaciones, señalan el campo de disputa de cara a 2011, invisiblizando a la oposición política.
Ahora bien, esta estrategia del Gobierno nacional de construir este escenario es simétrica al accionar de los grupos mediáticos opositores, por lo que cabe esperar una escalada del conflicto y ausencia creciente de oposición política encarnada en dirigentes partidarios.
Es un mérito del oficialismo, si no comete errores conceptuales fundados en desconocer que, a diferencia de los grupos mediáticos que lo adversan, el oficialismo efectivamente constituirá una oferta electoral en 2011. La gestión de gobierno y el mensaje que la comunique, entonces, debe realizar sintonía fina y tener en cuenta al conjunto, y no constituirse exclusivamente de cara a su confrontación con los grupos mediáticos, que aun siendo una disputa medular, no es tema que interese masivamente a la ciudadanía. La gestión y su comunicación es el núcleo.

El autor es director de la Consultora Equis y asesora al gobierno nacional.

Publicado en diario Perfil

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