Laberinto porteño

Por Mariano Rovatti

Quizás nunca la elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires haya estado tan relacionada con la política nacional, como la que se vivirá este año. La decisión que finalmente tome Mauricio Macri, generará derivaciones políticas a nivel nacional y local.

Tiempo atrás, señalábamos que –pese a sus deseos de ser candidato a Presidente- Macri estaba por definir su postulación a un nuevo período en la Ciudad. La muerte de Néstor Kirchner y el inmediato pico de intención de voto de la Presidenta, más la presión de varios de sus operadores cercanos, lo llevaban a esa determinación. Los hechos de Villa Soldati y Constitución, la vuelta de los índices de popularidad de Cristina Fernández a niveles de normalidad, y el actual escenario político, vuelven a animar a Macri a intentar el salto nacional.

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En las democracias contemporáneas, rige la alternancia gubernamental entre fuerzas de centroderecha y centroizquierda. En la Argentina, la omnipresencia del peronismo evitó la reproducción de ese juego. Alguna vez, Néstor Kirchner había imaginado al Partido Justicialista como el eje de un espacio de centroizquierda en el que confluirían intendentes del conurbano, gobernadores, la CGT, intelectuales progresistas, y dirigentes sociales emergidos en la crisis 2001/2002. Elegía como oponente a la derecha, un cúmulo de factores de poder real –el campo, los multimedios, la Iglesia Católica, los militares, las empresas privatizadas, etc.- y decadentes partidos políticos afines. En este esquema sesgado, Kirchner se reservaba el papel de heroico líder de un proyecto nacional y popular.

Otros miembros del establishment, como los bancos, los laboratorios, las petroleras o los contratistas del estado no eran tenidos en cuenta. Todos ellos fueron y son aliados del kirchnerismo. Pero eso es otra historia.

Aquél esquema fue el que rigió la estrategia política del gobierno de Cristina Fernández. Pero su desgaste tras las derrotas de 2008 –la batalla contra el campo- y 2009 –elecciones intermedias-, sus errores de cocnepción y la muerte del líder real del oficialismo marcaron un camino diferente.

Las elecciones de 2009 mostraron que el radicalismo renovó sus cuadros, recuperó fuerza y puede aspirar a un tercio del electorado nacional. También, que el peronismo está en condiciones de organizar una oposición a la conducción presidencial con posibilidades de –al menos- aguarle la fiesta y obligar al oficialismo a ir a un incierto ballotage.

También mostraron que en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, hay dos figuras capaces de proyectarse en el terreno nacional, pero sin la necesaria estructura partidaria: Fernando Solanas y Mauricio Macri. El veterano cineasta es capaz de aglutinar un puñado de votos birlados al oficialismo por izquierda. El Jefe de Gobierno porteño queda ubicado como el representante natural del espacio de centroderecha, tan necesario como los demás en una democracia plural.

Durante la crisis de Soldati, el gobierno atacó a Macri y a Eduardo Duhalde, potenciándolos quizás deliberadamente. El ex Presidente está lanzado a la disputa nacional, y va avanzando en la tarea de reunir al peronismo federal detrás de su figura, pese a la multiplicidad de candidaturas. Con lógicas diferencias de matices, ambos defienden valores afines, como el orden, la seguridad jurídica, la productividad...pero saben que no hay lugar disponible para competir por lo mismo con posibilidades de victoria.

Para su proyecto nacional, Macri tiene ventajas y desventajas:

· Fue presidente de Boca Juniors, el equipo de fútbol del que es hincha un tercio de la población argentina, durante 12 años en los que ganó dos títulos mundiales, tres continentales y varios a nivel nacional. La mediocre actualidad boquense hace extrañar esa época dorada;
· Maneja un distrito fundamental en recursos y población, como la Ciudad de Buenos Aires;
· Representa lo nuevo, y es el referente natural del centroderecha desde la decadencia política de Carlos Menem;
· Es inexperto en política, y siente cierto desprecio por aquellas particularidades que aún no maneja;
· Tiene escasez de cuadros políticos de nivel cerca suyo;
· Los resultados de su gestión de gobierno aún no son lo que esperaba.

Tras ocho años de kirchnerismo –centroizquierda- es lógico pensar que el péndulo democrático viaje en esta ocasión para el lado opuesto.

Si Ricardo Alfonsín se confirma como candidato radical, quedará un amplio hueco a su diestra, toda una tentación para Macri.

También Elisa Carrió percibe esa tendencia, pero no la podrá aprovechar por su estilo confrontativo e intolerante. Al fin y al cabo, más de lo mismo que en el terreno de la convivencia política ofrece el kirchnerismo. Además, Carrió también carece de la estructura necesaria para hacer campaña y controlar las urnas a lo largo del país.

Cuando ya se va descartando la hipotética ruptura entre Cristina Fernández y Daniel Scioli, reservándose ambos el derecho a la reelección, la decisión de Macri resulta así la más trascendente de las que quedan por tomarse, por tener efectos en el orden nacional y en el orden local.

Si Macri se lanza a la candidatura nacional uniendo sus fuerzas a las del peronismo federal, estará en posibilidades parejas con radicalismo –aliado al socialismo- y el kirchnerismo, rondando los tres el 30% de los votos cada uno.

En ese caso, la elección local probablemente sea en octubre junto a las nacionales. La imposibilidad legal quedaría salvada por un acuerdo político con el kirchnerismo, al que también le conviene la unificación. El contenido de la elección estaría totalmente nacionalizado y el representante del PRO en la elección porteña sería Horacio Rodríguez Larreta, principal sostén de la actual gestión.

Si Macri fuera por su reelección, dejaría un vacío que lo ocuparían Duhalde, Carrió y el radicalismo. Las elecciones locales serían mucho antes y tomarían a la oposición local sin preparación, en una campaña más porteñizada.

La tercera opción sería que Macri hiciera las dos cosas –reelección y después la presidencial- lo que seria un grave error. Se mimetizaría así con la generalidad de la clase política, perdiendo su imagen aún diferenciada para el común de la gente. Su compañera Gabriela Michetti padeció esa pérdida de confianza tras su renuncia y posterior candidatura en el 2009, subordinando el rol institucional a los intereses del partido.

La oposición más nítida al macrismo en la ciudad la constituye el kirchnerismo. La elección del postulante será una atribución de la Presidenta, interesada más en juntar un piso del 25% de votos para la elección nacional que en el resultado de la elección de Jefe de Gobierno.

La ciudad de Buenos Aires es el lugar donde más clara se vé la contradicción intrínseca del kirchchnerismo. El sector progre apoya a Daniel Filmus, dirigente formado en la Federación Juvenil Comunista, funcionario de Carlos Grosso, Aníbal Ibarra y Néstor Kirchner. Tras una buena elección en 2007, obtuvo la senaduría nacional, desde la que hizo un prolijo trabajo para la Corona. Hasta que votó a favor de la Ley de Glaciares, contra el mandato presidencial, y dejó de ser el favorito de la Reina.

Tras medirlo durante meses, el oficialismo presentó en un santiamén a Amado Boudou, candidato de los gremios y el PJ local. El ministro de economía quizás así tenga una salida elegante de su función antes de enfrentar la lucha contra la inflación, sin aumentar el consumo en un año electoral.

Otros, como Carlos Tomada o Jorge Telerman, no tienen el anclaje necesario, por baja intención de voto, o escasos apoyos políticos, según el caso. Por su aceptable imagen ante el electorado porteño, es Filmus quien tendría posibilidadades de triunfo en un ballotage. Pero antes lo tiene que perdonar la Presidenta.

Otra opción es la de Proyecto Sur, quien llevará al economista Claudio Lozano. Si el candidato hubiera sido Solanas, tendría posibilidades de victoria, dada la gran perfomance del 2009, y porque -pese a su trayectoria- representa también lo nuevo, carácter siempre atractivo para el despolitizado padrón porteño.

El radicalismo tantea con Silvana Giudici y Ricardo Gil Lavedra, ambos sin llegada al votante. Algunas encuestas muestran una aceptable ubicación de Ricardo López Murphy, quien intenta representar al Acuerdo Cívico y Social en el distrito. En la elección presidencial del 2003, fue el candidato que sacó más votos en la Capital Federal. Su nominación podría restarle votos al PRO.

Desde el peronismo federal, se lanza la figura de Martín Redrado, interesante para ser probada en el electorado porteño. Su postulación dependerá de un eventual acuerdo entre el peronismo federal y el PRO; mientras tanto le es funcional a Duhalde en la negociación con Macri.

La Coalición Cívica ya puso en la cancha a María Eugenia Estenssoro, dada la imposibilidad legal de Adrián Pérez. Su suerte será similar a la de Lilita Carrió a nivel nacional.

Buenos Aires, 15 de enero de 2011

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