El peligroso juego de los camiones chocadores

Por Jorge Raventos


La decisión del titular de la CGT, Hugo Moyano, de decretar a una huelga de su gremio. Su relación con el matrimonio Kirchner y con "el modelo". Su ascenso en los últimos años. El asesinato del militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra y la relación entre el camionero y José Pedraza.

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El oficio de la Justicia suiza que solicita a los tribunales argentinos información sobre Hugo Moyano y algunos de sus parientes cercanos en una investigación sobre lavado de dinero puso al líder de los camioneros en el centro del escenario político. Un lugar donde le gusta estar. Moyano respondió a aquel pedido con un llamado a la huelga y una movilización a Plaza de Mayo, frente a la sede del gobierno. Luego tuvo que retroceder, aunque disimuló retóricamente el repliegue.

El año próximo, si nada se lo impide, Hugo Moyano celebrará los 25 años transcurridos desde que alcanzó la jefatura máxima del sindicato de Choferes de Camiones y los 40 desde que ocupó la secretaría general de la delegación marplatense del gremio, primera estación importante de su dilatada carrera. Mar del Plata fue también el escenario de sus iniciales escarceos políticos, en el peronismo de los explosivos años setenta.

Desde aquellos estruendos inaugurales, Moyano se ha proyectado a la condición que hoy ostenta: es un protagonista del sistema de poder de la Argentina.

En agosto de 2003 se convierte en titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transportey en julio de 2004 asume la secretaría general de la Confederación General del Trabajo. Su gremio maneja la (hoy sospechada) Administración de Programas Especiales del ministerio de Salud, a través de la cual se distribuye a las obras sociales fondos para sostener tratamientos médicos excepcionalmente costosos; también se ha convertido en copropietario del Ferrocarril Belgrano Cargas y mantiene indudable influencia en la Secretaría de Transportes. Se atribuye a la familia de Moyano (en particular a la rama familiar derivada de su vínculo con Liliana Zulet, su actual esposa) el manejo de empresas que hacen sus principales negocios en relación con la mutual de los camioneros, administrándola, ocupándose de sus compras o proveyéndole bienes o servicios. También se ha señalado –la fuente son autoridades o concejales de comunas del Gran Buenos Aires- que el poder de Moyano está detrás del vertiginoso crecimiento de Covelia, una empresa dedicada a la recolección de basura urbana cuya facturación asciende a varios centenares de millones por año.

El tramo decisivo de este ascenso se produjo en el marco de lo que el mismo Moyano define como “este modelo”, es decir, la situación política y económica presidida por Néstor y Cristina Kirchner. El desaparecido ex presidente convirtió a Moyano en uno de los pilares de su sistema de gobierno: necesitaba evitar los desbordes sindicales y las huelgas salvajes y tener bajo control (para cortarlas o para impulsarlas) las movilizaciones del movimiento obrero, como lo intentaba paralelamente con los llamados “movimientos sociales” a través de figuras como Luis D’Elía.

Favor con favor se paga. Moyano obtuvo múltiples concesiones: muchas para él y sus aliados gremiales, unas cuantas para el conjunto del movimiento obrero; una, en perjuicio de un sector gremial: la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), a pesar de que en varios tramos de los gobiernos kirchneristas cabalgó al lado del oficialismo, nunca consiguió su personería gremial.

La sociedad entre el kirchnerismo y Moyano nunca se ha roto, aunque haya crecientes tensiones en su directorio. Cinco meses atrás, el camionero hizo una amable demostración de fuerza y recibió en el estadio de River a Néstor y Cristina Kirchner. Señalábamos entonces en esta columna que los dos miembros del matrimonio “fueron huéspedes de una amplia movilización que el kirchnerismo no podría convocar por sus propios medios. La CGT les permitió un módico baño de masas”. Hoy podría decirse que allí se tocó el techo de esa relación y allí Moyano puso sobre la mesa una factura que ha reiterado en los últimos días: reclamó, entonces que “un hombre del movimiento obrero” forme parte de la fórmula presidencial. “Queremos llegar al poder”, repitió esta semana.

Apenas concluyó aquella idílica celebración del 17 de octubre, se precipitaron otros acontecimientos. Primero ocurrió el episodio en que, en un choque entre activistas ferroviarios, fue baleado (y luego murió) un militante del Partido Obrero, Mariano Ferreyra. La responsabilidad por el incidente fue asignada a la Unión Ferroviaria, uno de los gremios aliados a Moyano. Con el paso de los días su secretario general, José Pedraza terminaría detenido y demostraría sus dotes de profeta: “Tengo la impresión de que el gobierno necesita un preso rápido”, había vaticinado. Dos días después, Néstor Kirchner era fulminado por un ataque coronario en su residencia de Santa Cruz, un rato después de mantener una tensa discusión telefónica con Moyano. Entre otras cuitas de aquellos días, el camionero se quejaba de que desde el matrimonio presidencial no lo protegieran suficientemente de las investigaciones judiciales que lo asechaban a él y a algunos miembros de su familia.

Dicen que Moyano tiene en su despacho una foto de Jimmy Hoffa, el mítico líder del gremio de camioneros (los temsters) de Estados Unidos cuya carrera (más bien parte de ella), él admira. Hoffa edificó una temida o respetada organización sindical y se transformó en uno de los personajes más poderosos de su país hasta que el 30 de julio de 1975 desapareció misteriosamente de la faz de la tierra sin que hasta hoy se sepa cuál fue su destino.

Es posible que en los últimos meses, además de pensar en Hoffa, Moyano haya reflexionado sobre la suerte de otro gremialista de gran poder, el mexicano Joaquín Hernández Galicia, a quien, jugando con la deformación de su nombre de pila, llamaban La Quina. Hernández Galicia no era transportista, sino petrolero y formaba, naturalmente, parte del entonces imbatible PRI (Partido Revolucionario Institucional). La Quina era poderoso y temido. Uno de los mandatarios que debió lidiar con él, Miguel De la Madrid, que presidió México entre 1982 y 1988, declaró que Hernández Galicia era “amenazante” y que él “le temía”. Tenía miedo “de que me creara un conflicto que afectara la gobernabilidad”. El presidente que sucedió a De la Madrid , Carlos Salinas de Gortari a pocas semanas de iniciar su período de gobierno, hizo detener a La Quina y a varios miembros de su familia, les imputó entre otros delitos la tenencia de armas de guerra y el gremialista terminó condenado a 35 años de cárcel. Salinas de Gortari incrementó notablemente su popularidad después de aquella decisión.

Algunos voceros del gobierno (caso del director del diario oficialista Tiempo, Roberto Caballero) estiman que Moyano está rodeado por dirigentes “propensos a la paranoia”. Lo cierto es que el dirigente camionero malicia que sectores del sedicente progresismo oficialista quisieran apartarlo de la proximidad del gobierno porque lo consideran poco presentable. Moyano tiene sus razones para esa sospecha. La señora Hebe de Bonafini, una figura emblemática de aquella tendencia oficialista, recordó la última semana en un diario de Neuquén ella le pasó a Néstor Kirchner una "listita" de personajes que el gobierno debía “sacar de la canastita" de los aliados. Moyano figuraba en esa nómina.
Caballero, el director de Tiempo, confesaba en su editorial del viernes 18 que “muchos progresistas, incluso los que son kirchneristas” se mostraban “satisfechos por los golpes que recibe” Moyano.

Con esos datos en la cabeza, Moyano no dudó el jueves de que era víctima de una conspiración cuando se enteró de que la Justicia suiza estaba investigándolo (a él y a familiares). El boletín Centro de Información Judicial, editado por la Corte Suprema de Justicia de Argentina, revelaba: “Lavado de dinero: piden informes sobre causas abiertas en el país contra Hugo Moyano”. Los informes debía ser proporcionados por el juez federal Norberto Oyarbide; así lo había determinado un sorteo entre juzgados federales, ocurrido después de que el expediente con la solicitud de una fiscalía helvética discurriera por la Cancillería y esta, en virtud del Tratado de Cooperación Judicial Argentino-Suizo de 1906, lo girara a Tribunales. A lo largo de esos ocho días de tramitación “nadie levantó el teléfono para advertirnos”, se quejaba a los gritos un gremialista del círculo de Moyano. “Ese escrito no debió llegar a la Justicia argentina – agregaba el ex juez Daniel Llermanos, hoy abogado de Moyano y directivo de alguna de las sociedades que proveen a los camioneros-; debió ser rechazado por el Canciller, es un oficio lamentable e irrespetuoso”.

Fue así que Moyano tomó la decisión de decretar a una huelga de su gremio (a la que adherirían más tarde otras organizaciones del ramo transportista) y convocar a una manifestación a Plaza de Mayo. Sus voceros amenazaron también con ocupar los medios de comunicación que informaran “mal” sobre el jefe de los camioneros. Las consecuencias potenciales de las medidas prometidas (toma o asedio a diarios y agencias de noticias, cese del transporte de mercaderías y dinero y de la recolección de basura, presión sobre la Casa de Gobierno, por ejemplo) más allá de los excesos delirantes que puede adjudicárseles, testimonian la dimensión y peligrosidad potencial que Moyano y sus aliados intuyen detrás de sus presentes dificultades. Es probable que esa vulnerabilidad que presienten responda a un análisis realista: el camionero está cada día más aislado en su propio territorio. Más allá de que ya hay muchas organizaciones fuera o al margen de la CGT que conduce Moyano, entre las que permanecen hay cada día más gremios que toman distancia de su estilo de conducción. Uno de ellos es la Unión Obrera Metalúrgica. Conviene recordar que en 2008, cuando la central obrera se aprestaba a renovar su conducción, desde la Casa Rosada Cristina Kirchner impulsó un recambio e hizo filtrar a la prensa su preferencia por el metalúrgico Antonio Caló. Después, Néstor Kirchner ratificó su respaldo a Moyano.

El jefe camionero, en cualquier caso, forma parte central de lo que, con ánimo laudatorio, el diario Tiempo describe como ese “amplio universo que apoya, con todos sus matices, las políticas públicas del gobierno de Cristina Kirchner, cuya potencia política está asociada, precisamente, a esa increíble capacidad de acumular entre opuestos, a esa unidad que propone y consigue de lo diverso”.

Ciertamente, el gobierno consigue resultados de “lo diverso”. Está claro que no hubiera podido triunfar electoralmente el último domingo en Catamarca sin el aporte del conjunto del peronismo, incluyendo allí a los seguidores de Ramón Saadi, cuya figura fue reivindicada por la gobernadora electa. No es menos evidente que Moyano y los suyos han hecho un aporte de enorme importancia a la consolidación del poder de los Kirchner en estos años. Se trata de saber si esa “increíble capacidad de acumular entre opuestos” resistirá la prueba del ácido de la constitución de listas electorales y, paralelamente, de la aprobación de la opinión pública. Si ahora que no está Néstor Kirchner para volcar pegamento entre tanta diversidad, su viuda podrá generar confianza recíproca entre Moyano y Bonafini, entre el ministro bonaerense de Seguridad y Nilda Garré o León Arslanián, entre Daniel Scioli y Horacio Verbitsky, entre Moyano y el canciller Timerman. Se trata, además, de imaginar, cómo se pueden gobernar (o al menos, mantener en caja) las contradicciones y conflictos de esa acumulación de puestos cuando la caja se haya achicado, los superávits gemelos se hayan encogido, la inflación haya superado la marca de 35 puntos y cuando ya no quede por delante la esperanza de un nuevo período presidencial.
Publicado en La Política on Line

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