La dama avisa: Ella no quiere morir por la candidatura

Por Jorge Raventos

Las palabras de Cristina Kirchner en el acto del último jueves en José C. Paz cayeron sobre sus propias fuerzas como un rayo en cielo sereno. Pero, aunque su sensible reacción pública haya sido un gesto de franqueza, no fue un acto ingenuo: la señora es bien consciente de que pelearse con Moyano paga bien en la opinión de sectores de las clases medias.
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Las recriminaciones y confesiones que la Presidente Cristina de Kirchner administró el último jueves desde un acto en José C. Paz cayeron sobre sus propias fuerzas como un rayo en cielo sereno.

En apenas una semana, la coalición oficialista debió despojarse del seguro triunfalismo que teñía sus pronósticos electorales para admitir resignadamente los rasgos explosivos de las tensiones que la atraviesan y hasta la incertidumbre su futuro. El jefe de gabinete, Aníbal Fernández, que siete días antes caracterizaba la candidatura de Cristina de Kirchner como “inevitable”, pasó a reconocer que “ella no tiene ninguna vocación de repetir. Todo lo que tenía que dar ya lo dio”.

Que el baño de perplejidad al que se vio sometido el oficialismo resultara sorpresivo para la mayoría de sus voceros y lenguaraces responde quizás al hecho de que terminaron consumiendo el “relato” que propagandizan, un cuento idílico según el cual no hay fisura alguna en la “alianza estratégica” que se propone en octubre reelegir el modelo kirchnerista.

En esta columna se ha insistido en el deterioro notorio de esa “alianza estratégica”. El 26 de marzo, por caso, se señalaba aquí: “Quizás, más que de una alianza estratégica para caracterizar el estado actual del arreglo entre el moyanismo y el cristinismo habría que hablar de tregua. O de pacto, si se lo compara, por caso, con el célebre pacto Molotov-Von Ribbentrop, por el cual la Unión Soviética de Stalin y la Alemania de Hitler se comprometieron en agosto de 1939 a no agredirse, a proveerse mutua ayuda mientras acordaban un reparto de esferas de influencia en Europa central y oriental. Bajo el imperio de ese acuerdo fue invadida Polonia y la URSS se anexó los países bálticos e invadió Finlandia. De todos modos, pocos meses después del pacto Alemanía tomaba la decisión de invadir la Unión Soviética y la guerra quedaba al descubierto”.

Y una semana atrás, al observar que la candidatura de CFK no era tan “inevitable” como sostenía Aníbal Fernández, se enumeraban aquí los “motivos para el titubeo” de la señora: “Ella sabe que, ya mismo, antes aún de aceptar la candidatura y antes de que eventualmente sea reelecta, se ha iniciado una dura pelea por la sucesión en 2015. Ve avanzar a Hugo Moyano, observa cómo desde su propio entorno se procura esmerilar al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli. No necesita mucho para imaginar adónde pueden conducir esas peleas, especialmente en el marco de presiones inflacionarias que no ceden y de una puja redistributiva sin contención. Un mes después de firmar un convenio que parecía ser moderado y en la misma semana en que pidió sensatez en los reclamos, los camioneros de Moyano se lanzan a exigir un nuevo aumento al sector petrolero y amenazan con parar y dejar al país sin combustible”.

El jueves 12, desde un tinglado montado por el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, la señora de Kirchner disparó por los micrófonos de la cadena nacional: “Estoy cansada de los que dicen ayudar y al otro día hacen exactamente todo lo contrario para que esto se derrumbe”, y –omitiendo por obvio el nombre de Hugo Moyano- apuntó contra los sindicatos “que terminan perjudicando a la sociedad” a los que les imputó “dejar de ser un sindicato para transformarse en una corporación". Agregó que está cansada de "extorsiones" de quienes “creen que tienen tanto poder como para torcer voluntades”.

Fue en ese contexto, echando una luz impiadosa sobre la crítica situación de la coalición que gobierna, que la señora de Kirchner abrió su corazón para revelar que ella no está interesada en la candidatura presidencial del Frente para la Victoria: "Ya di todo lo que tenía que dar –dijo, con la voz trémula-. Estoy haciendo un enorme esfuerzo personal y físico para seguir adelante. No me muero por volver a ser presidenta".

Fue, sin duda, un momento de alto impacto. La presidente estaba poniendo en la vidriera las enormes dificultades –políticas, personales y hasta físicas- que sobrelleva para gobernar su propia fuerza, el conglomerado que hasta hace siete meses regía y administraba (aun él con crecientes problemas) su esposo.

La desaparición de Néstor Kirchner, si por un lado le redituaba a su viuda una tendencia empáticamente favorable de la opinión pública, por otro desataba los nudos de la coalición atada por el muerto. La señora, sin socio y conductor, buscó refugiarse detrás de un puñadito de funcionarios de genética pingüina, de un grupito de personas a las que les reconoce jerarquía de ideólogos, intelectuales u hombres de inteligencia, y de la red de jóvenes funcionarios muy bien remunerados de La Cámpora, una suerte de prelatura personal de la Presidente. Entretanto, otros miembros de la sociedad oficialista, los jefes territoriales, se sentían desvalorizados; y el sector sindical, con Moyano a la cabeza, decidía rediscutir el contrato de la “alianza estratégica”: ya no estaba satisfecho con las franquicias que hasta entonces le había garantizado el kirchnerismo. “Queremos el poder”, franqueó el jefe de la CGT.

Cuando la presidente declaró que sufría una “extorsión”, estaba confesando que no se siente con fuerza para poner en caja los fragmentos de sociedad que Néstor Kirchner le dejó en herencia. No sabe o no puede hacerlo.

Por cierto, aunque su sensible reacción pública haya sido un gesto de franqueza, no fue un acto ingenuo: la señora es bien conciente de que pelearse con Moyano (uno de los personajes de peor imagen pública en la Argentina) paga bien en la opinión de sectores de las clases medias. No obstante, ese beneficio, si puede cobrarlo (esos sectores de clase media no olvidan, que Moyano se fortaleció merced al régimen K) será, en cualquier caso, consecuencia de una clara manifestación de debilidad.

Paradójicamente: la fragilidad confesada por la señora también lo afecta a Moyano: para el conjunto del Frente para la Victoria está claro que no hay otro candidato que CFK que pueda mantener la unidad (precaria y todo) de la coalición. Al exhibir al camionero como eventual causante del retiro de su postulación, la señora amenaza con arrastrarlo también a él fuera de la cancha.

Las advertencias y operaciones van y vienen. Uno de los dirigentes que más hablan por Moyano, Julio Piumato, escribió que la Presidente no se alejará de la CGT porque “nadie se suicida y menos la Jefa”. El moyanismo es conciente de que las cuotas de poder que no consiga en estos meses que restan hasta el comicio, en los que pueda exprimir mejor su capacidad de daño, más tarde serán esquivas. Y esas cuotas se miden en candidaturas, pero también en “crédito judicial” (una cuotaparte de la benevolencia que según el jefe camionero obtuvo la familia Kirchner en Tribunales), en fondos para las organizaciones y sus obras sociales, en legislación que consolide a “la corporación”. En la calle Azopardo están muy informados, además, del estímulo que el gobierno está ofreciendo a una liga de gremios antimoyanistas para auspiciar con ellos un golpe en el seno mismo de la central sindical.

Desde el entorno de la Presidente, superado el estupor ante la explosión emocional de ella, se trató de disimular el aspecto de debilidad de sus declaraciones. Sin embargo, conviene no despreciar el valor explícito de las palabras. Puede ser que Piumato haya mentado con trivialidad el “suicidio”, pero cuando la propia señora afirma que ella “no se muere por la presidencia” quizás haya que escuchar con seriedad su mensaje y no atribuirle un sentido figurado sino textual: la persona que iba a ocupar la candidatura que ahora insisten en atribuirle a ella era su esposo y ahora está muerto. Ella avisa que no quiere pagar ese precio. Y ella misma expone emotivamente el desgaste físico al que se siente sometida. Su sensibilidad la desborda.

En el gobierno no ignoran el agobio presidencial: ella está tratando de administrarse mejor, está menos en la Casa Rosada e inclusive está menos en Olivos, ya que prefiere permanecer en Calafate y tratarse allí. Saben también que padece de un insomnio a prueba de somníferos: algunos ministros –como Amado Boudou- reciben llamados o consultas de la Presidente en horas desusadas, muy tarde a la noche o a la madrugada.

Así, la advertencia sobre la posibilidad de no asumir la “inevitable” carga de la candidatura que le arrogan ha penetrado ahora con alarma en los cuadros del oficialismo. “Hoy analiza en serio si se presenta o no a la reelección –registra el diario La Nación de una fuente cercana a la Presidente-. Hay un 50 y 50 de probabilidades para cada opción”.

El que avisa no es traidor.
Publicado en La Politica On Line

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