Qué representa Mauricio Macri

por Héctor Blas Trillo

En estas horas en que el oficialismo cristinista está verdaderamente “sacado” por la paliza propinada por el partido de Macri en la Ciudad de Buenos Aires parece importante intentar analizar, desde el llano y desde el más común de los sentidos qué tipo de intereses defiende cada uno y, en definitiva, dónde estamos parados.(Si no aparece el artículo completo, cliquear sobre el título)

No es fácil para nadie, y mucho menos para nosotros que no somos sociólogos, ni filósofos ni politólogos. Pero tenemos unas cuantas décadas de vida en esta Buenos Aires polifacética y multicultural. Y a lo mejor algo podemos aportar.

Para los más sectarios y fanáticos representantes del kirchnerismo, Macri es la derecha fascista, defensor de la dictadura, representante de intereses corporativos, rico, y hasta un espía. Además es inoperante, vago, inútil, frívolo, inculto, básico, intranscendente. Las etiquetas que le han colocado al pobre Macri son casi infinitas, pero todas van en la misma dirección. Millonario derechoso y fascista.

Trataremos de poner las cosas en su lugar, si es que es posible. El impresionante enriquecimiento del matrimonio presidencial, de los empresarios amigos del poder, y de toda una amplia gama de funcionarios kirchneristas en estos años más bien parece mostrarlos como intentando parecerse al Macri que detestan, antes que diferenciarse de él.

El supuesto o real espionaje del jefe de gobierno y su grupo a un oscuro personaje de dudoso modus operandi no parece demasiado alejado del método utilizado por los sectores cercanos al poder para vigilar a periodistas, escritores, medios, políticos y hasta actores y cantantes.

La supuesta afinidad con la dictadura tampoco parece tan alejada de la que ostentan oscuros sindicalistas afines al kirchnerismo. Ni siquiera en materia militar puede decirse que el peronismo sea ajeno al militarismo, tomando en cuenta entre otras cosas lo que el propio Perón fue: teniente general de la Nación.

Podemos agregar más elementos, ¿vale la pena?

En verdad Macri es lo opuesto al oficialismo kirchnerista. Representa, en nuestro modo de ver, la contra, tan odiada por un oficialismo que sí ostenta claros rasgos fascistas (autoritarismo, descalificación del opositor, cerrazón intelectual, oscurantismo mediático).

¿Es el ciudadano capitalino “fascista”? ¿O, tal vez, “fascistoide”, como alguna vez lo calificó el hoy defenestrado ex presidente del INADI Claudio Morgado? En verdad, el porteño no ha tenido a lo largo de la historia un “casamiento” con ideología alguna. Votó desde Alfredo Palacios a Erman González, de Fernando De la Rúa a Aníbal Ibarra. En su momento el trotskista Luis Zamora se alzó también con una ponchada de votos. Estamos citando de memoria, obviamente. Seguro que hay más ejemplos.

El votante capitalino vota en contra de algo. Vota en contra de la prepotencia, del exceso de poder, del “apriete”, de la soberbia, de la mística del “yo soy bueno y el resto es mierda”...Llevamos muchos años, demasiados, como habitantes de esta gran Capital, sea permanentes o por razones de trabajo.

Y encima el candidato del oficialismo kirchnerista es un personaje puesto allí como una marioneta. A dedo, como se dice. La presidenta lo eligió a él como podría haber elegido a Boudou, que lo prefirió como candidato a vicepresidente. Es tan marcada la displicencia con la que se pone o se saca a un ser humano de una candidatura que verdaderamente el porteño se siente usado, despojado de su derecho. Se siente tratado como un chico al que le ponen delante una opción que no surge de ninguna otra parte que no sea de la voluntad omnímoda de una persona a la sazón presidenta de la república.

Además, el porteño no acepta la vaselina, si se nos permite. Podrá ver con buenos ojos “Tecnópolis”, pero cuando viene recargada de un discurso populachero, oficialista, politiquero... toma distancia.

Cuando le mandan 2.500 gendarmes a la zona sur luego de años de hablar de “sensaciones” y no hacer absolutamente nada, el porteño mira de reojo. Cuando le regalan un maravilloso acto del “bicentenario” pero también lo cargan de referencias a bondades políticas del partido en el poder, el porteño asiste, disfruta de lo que puede, y se va a su casa sin compromiso alguno.

El porteño, en promedio, no es boludo. No compra ni el color amarillo ni los globitos macristas. No se traga a Rodríguez Larreta ni se banca que la Michetti haya abandonado la vicejefatura. No quiere las ciclovías, ni le parece bien la cuasi peatonal calle Suipacha. Pero ve con buenos ojos que de una buena vez por todas funcione el Colón, o que actúe tal o cual músico en la 9 de Julio. O que se hagan tales o cuales obras, o se terminen otras. Malas o buenas, simples o complejas. Aceptables o un desastre. Hacer cosas es bien visto.

Y el gobierno de Mauricio Macri ha tomado iniciativas. Simples o complejas. Buenas o malas. Ha intentado hacer cosas. Para venderse o para lo que se te ocurra. El llamado Metrobús es, para nosotros, una simple pantalla para vender una obra que en definitiva es absolutamente prescindible. Pero es algo.

Acá pasaron años, varios años, sin que haga prácticamente nada. Mucho piripipí, pero de obras, nada.

Por supuesto que la nuestra es una opinión. Que está formada a partir de lo que podemos conversar con amigos y colegas, más que nada. Digamos que de los 47 puntos que obtuvo el macrismo, 20 votan esas cosas que mal o bien se han hecho.

Otros votan la no confrontación. La no devolución de insultos al impresentable Aníbal Fernández, por ejemplo. Las agresiones de la presidenta o de la ministra Garré. Los ataques sin ton ni son respecto de la frivolidad o vagancia de Macri. O su inoperancia. O su desinterés. Todas acusaciones vacuas y especialmente maleducadas.

Macri es un hijo de un empresario que siempre ha sido socio en obras públicas, lo sabemos todos. No había brillado por sí mismo hasta que se hizo cargo del club Boca Juniors y en poco tiempo lo puso en el lugar más alto de su historia. ¿Tenía un equipo de asesores? Seguramente. ¿Gente idónea en puestos claves? Tal vez.

Pero no es poca cosa lo que hizo, y mucha gente, sobre todo en los barrios pobres de la Capital, se lo reconoce.

Aparte de eso, se metió a lidiar en el ruego político con verdaderos pichones de bestias que tienen como único horizonte en su vida trepar en la gesta pública y mudar de un cargo a otro sin importarle si gobierna un dios o un demonio. Es la pura verdad.

Y Macri, con su ingenuidad, con esa característica de “niño bien” tan proclive a ser maltratado y descalificado prejuiciosamente (recordemos el “Mauricio es Macri”), pudo salir adelante.

Y en nuestra opinión, cuanto más se lo insulte y se lo vilipendie desde el gobierno nacional, más votos va a sacar en la segunda vuelta.

Porque en definitiva esa también es una verdad. El gobierno nacional, que tanto habla de los palos en la rueda, le ha hecho la vida imposible al macrismo. Desde la policía hasta la obra pública, desde la falta de colaboración en salud o en educación hasta el retiro de la policía federal en lugares como el parque Indoamericano luego de haberla enviado 24 horas antes.

Si observamos la actitud que ha tomado el oficialismo nacional, veremos que intenta, en los últimos días, ofrecer alguna alternativa de realización de obras. El subte, las ciclovías, la policía o lo que fuera. El discurso ha variado del insulso “Macri es la derecha” a un “nosotros podemos hacer obras que el inútil de Macri no hace”. No es un dato menor que un candidato kirchnerista haga otra cosa que no sea insultar al adversario. Porque esa es la tónica que el difunto Néstor Kirchner le ha impuesto a su grupo de poder. Insultar y acusar a todo el mundo de todo lo malo que acontece en esta parte del universo. Y sobre todo la descalificación y la cargada. Eso sí, sin enfrentarse jamás en una conferencia de prensa, en un debate público. En una mesa de café.

Jamás ni Néstor ni Cristina se pusieron frente a frente con un grupo de periodistas de fuste a responder preguntas. Jamás aceptó Néstor ni lo hizo ni lo hará Cristina sentarse ante un panel en la tele como hacía Carlos Menem. A lo sumo una salida socarrona y para la gilada ante un movilero en una supuesta conferencia donde está prohibido repreguntar o contestar.

Y esto, también lo ve y lo vive el habitante de Buenos Aires. Es lo que vemos nosotros. Que podemos ser minoría, sí, pero no estamos totalmente solos.

Ahora, con el insulto y la descalificación política no se llega muy lejos a la hora de hablar de una intendencia o una gobernación. Acá se trata de terminar subterráneos, brindar seguridad pública, arreglar escuelas, sembrar arbolitos, ordenar el tránsito... y para eso no hace falta ser de derecha o de izquierda sino ser eficiente.

El peronismo en general, y el kirchnerismo en particular, se han equivocado una y otra vez con el habitante capitalino. Y siguen equivocándose. La diferencia a favor de Macri puede ser tan grande en la segunda vuelta como para generar todavía más odio y más actos arteros e inescrupulosos, como aquél de dejar que la gente se mate a tiros ante las cámaras de la televisión, mientras la presidenta brindaba un acto en cadena nacional rodeada de su habitual claque.

Macri, para mal o para bien, con la adhesión incondicional de unos pocos, y con la carga emotiva de oponerse al destrato nacional de muchos, representa lo que la gente no quiere evitar que sigan haciéndole vivir desde un gobierno central despótico, abusivo y autoritario.

Publicado en El Informador Público

http: www.hectorblastrillo.blogspot.com

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