Voto primario: incógnitas, trampas y mitos de una interna darwiniana

Por Pablo Ibáñez

Néstor Kirchner podría constituirse, desde "donde esté" -dixit: Cristina de Kirchner- en el artesano de un potencial triunfo de su esposa. El patagónico perfeccionó el dispositivo antitraición y diseñó un engranaje para tener cautivo al PJ detrás de su candidatura, pero ahora es de su viuda. (si no sale el artículo completo, cliquear en el título)

Sospechador serial, siempre abrumado por los fantasmas de la deslealtad y la conjura del peronismo en el que se forjó, Néstor Kirchner podría constituirse, desde «donde esté» -dixit: Cristina de Kirchner- en el artesano de un potenc ial triunfo de su esposa.

No -o no sólo- por el legado épico que se gestó tras su muerte, sino por un aporte brutalmente mundano: el patagónico perfeccionó el dispositivo antitraición y diseñó un engranaje para tratar de tener cautivo al PJ detrás de la candidatura K que sería suya, pero es de su viuda.

La clave de ese mecanismo es que impone una tracción unidireccional: un gran embudo para alimentar el caudal de votos de Cristina de Kirchner al eliminar las herramientas de despegue, como la lista espejo que facilitó el voto segmentado contra Kirchner en 2009.

Este domingo, en la trascendental provincia de Buenos Aires, tres candidatos a gobernador y 397 a intendente -306 del FpV, 76 del Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella, más seis vecinalistas y nueve colectoras- integrarán un cauce con múltiples afluentes para un solo de stino: la papeleta presidencial.

Esa picardía dificulta o minimiza el corte de boleta. Por un lado, porque suprimió la lista corta que en 2009 permitió a los alcaldes tener una tira despegada de la nacional; por el otro, porque con varias ofertas locales, es casi imposible que el candidato a intendente logre más votos que la Presidente.

Un caso gráfico: en La Plata hay 19 candidatos a intendente. Siete van atados a Cristina de Kirchner; sin embargo, uno tributa a Ishii, otro a Sabbatella y cinco a Scioli. Simple: matemáticamente, es improbable que el gobernador logre más votos que la Presidente.

Como Kirchner, diestro en las picardías y los artilugios electorales, Eduardo Duhalde decodificó la ventaja de permitir múltiples candidatos locales: entendió que con más listas en los distritos, se nutre de lo que le aportan distintas trib us. Autorizó 198 boletas.

Experto en esos recovecos, el radicalismo también usó el esquema del embudo invertido: repartió 219 boletas en toda la provincia y es, junto al FpV, el único que tendrá representación en los 135 distritos bonaerenses. Duhalde, por caso, se anotó en 99 y el Frente Progresista en 86.

Así como Cristina de Kirchner contará con ese soporte desde las bases, Ricardo Alfonsín en su alianza con Francisco de Narváez, aparece -desde esa óptica- con más despliegue que el duhaldismo. La estructuración en los municipios puede, ante una baja concurrencia, aportar un plus más que trascendente.

Contraindicación

A tal punto el esquema supedita lo nacional por sobre lo local, que la diversidad de ofertas que favorece, en particular, al candidato presidencial -las boleta tiene el mismo color, el mismo n úmero, aunque tiene foto de cada postulante- genera confusión.

En ese contexto, la elección será una carnicería: una batalla darwiniana preparada para la supervivencia del más apto: mixtura que combina al más poderoso, a quien dispone de más dinero o al candidato con más encanto electoral.

Pero todo remedio tiene sus contraindicaciones. Sin disputas relevantes en las grandes ligas, la primaria surge inocua e irrelevante. Para el votante, es una presidencial con clima de legislativa: es decir, el voto es más relajado. Un partido amistoso.

Ese relajo es uno de los factores que alimentan la incertidumbre sobre la elección. En Casa Rosada, invocan datos explosivos: ubican a Cristina por encima del 45% y a todos sus competidores debajo de los 20 puntos. Sin embargo, la cifra circula en voz baja, acechada por el temor a una sorpresa.

En rigor, el insumo de ese tr iunfalismo está objetado. Las encuestadoras tuvieron que multiplicar la cantidad de consultas porque algunas llevaron al récord histórico de que seis de cada diez interrogados no quisieron responder. ¿Qué solidez tienen, entonces, los sondeos?

La oposición abraza otras cifras. Alfonsín y Duhalde cuentan versiones antagónicas sobre quién aparece en segundo lugar. Coinciden, en cambio, con pronosticar -o desear- que la Presidente rankee por debajo de los 40 puntos y deje abierto, como un gran interrogante, el imaginario del balotaje.

Esas incógnitas se despejarán el domingo. Un ensayo que puede predestinar lo que viene: un entrenamiento para diseñar el enfrentamiento real.

Publicado en Ambito Financiero

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