Anoche fue una gran jornada de lucha popular y ciudadana. Participé en la Plaza de Mayo, en el Obelisco y en el Congreso, llegando a cruzar la reja y manifestar desde la explanada, minutos después de darse media sanción a la ley de sometimiento judicial.


Recordé la primera movilización convocada por las redes en junio, éramos no más de dos mil, chupando frío, reclamando cada uno por una cosa distinta. Después vinieron las otras, sobre todo las de septiembre y noviembre, cada vez con mayor cantidad de personas. 



Anoche fuimos millones a lo largo de todo el país, convocados básicamente por dos consignas: la independencia judicial y el fin de la corrupción. Sólo la necedad o la mala intención pueden negar el fenómeno creciente de rechazo popular a esta gestión, la más autoritaria y corrupta desde 1983.



Increíblemente, después de treinta años, el grito “se va a acabar…” volvió a llenar nuestras calles. La de anoche fue la movilización más política, en donde el tema fue el poder. Más allá de la bronca desatada, queda una sensación de esperanza, al ver al pueblo vivo.

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