Primavera árabe, verano egipcio: la plaza y el Ejército



Por Stratfor


La primavera árabe fue un ejercicio de ironía, más que nada en Egipto. En la superficie, parecía ser el equivalente árabe de 1989 en Europa del Este. Allí, la ocupación soviética reprimió un amplio, si no universal deseo de una democracia constitucional del estilo de la de Europa Occidental. El año 1989 marcó el pensamiento de una generación de Occidente, y al ver las multitudes en las calles árabes creyeron estar viendo la Europa del Este una vez más.

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Es cierto que había demócratas constitucionales en las calles árabes en 2011, pero no eran el eje. Cuando se revisa la primavera árabe, llama la atención la mínima cantidad de personalidades sustituidas, el escaso número de regímenes que cayeron, y la cantidad de caos que se desató a su paso. El levantamiento en Libia dio lugar a una intervención militar occidental que derrocó al ex líder Moammar Gadhafi y lo reemplazó con una enorme incertidumbre. El levantamiento en Siria no ha reemplazado el presidente sirio, Bashar al Assad, sino que provocó una guerra entre él y una oposición dominado por los islamistas. En otros lugares, las revueltas fueron contenidas con relativa facilidad. La ironía de la primavera árabe fue que al abrirse la puerta al descontento popular, se demostró que si bien el descontento era real, no era ni decisivo ni claramente inclinado hacia la democracia constitucional.

Esto es lo que hace tan interesante Egipto. El levantamiento de Egipto ha sido siempre el más ambigua, aunque se lo ha considerado como el más decisivo. Es cierto que el ex presidente Hosni Mubarak cayó en 2011. También es cierto que las elecciones se celebraron en 2012 y que en ellas el triunfo del líder de los Hermanos Musulmanes como nuevo presidente destacó la realidad de que una elección democrática no garantiza un resultado liberal-democrático. En cualquier caso, el ahora depuesto presidente, Mohamed Morsi, ganó sólo por un estrecho margen y fue severamente limitado en cuanto a lo que podía hacer.

Pero el verdadero problema en Egipto siempre ha sido siempre otro. Aunque un general fue obligado a renunciar en 2011, no estaba claro que el régimen militar no se quedara, si no en el poder, al menos ciertamente como árbitro final del poder en la política egipcia. Durante el año pasado, mientras Morsi se mantenía como presidente electo, se podía argumentar que los militares habían perdido su poder. Pero así como hemos planteado que la caída de Hosni Mubarak fue diseñada por los militares con el fin de forzar una sucesión que el anciano Mubarak resistía, también podemos afirmar que, si bien los militares habían desvanecido en el fondodel paisaje, seguían siendo la fuerza decisiva en Egipto.

El Egipto moderno fue fundado en 1952 por un golpe militar por el coronel Gamal Abdel Nasser. Nasser se dio como misión modernizar Egipto, y vio al ejército como el único instrumento real de la modernización. Él era un laico comprometido con la idea de que las naciones árabes debían unirse, pero de ningún modo un islamista. Era socialista, pero no comunista. Por encima de todo, era un oficial del ejército egipcio comprometido con el principio de que los militares son la garantía la estabilidad de la nación egipcia.

Cuando llegaron los levantamientos de la Primavera Árabe, los sucesores de Nasser utilizaron los disturbios para forzar la salida de Mubarak, y luego dieron un paso atrás. Es interesante tener en cuenta si se hubieran contentado con mantener su posición institucional bajo un gobierno liderado por la Hermandad Musulmana. Sin embargo, Morsi nunca tomó el control de la maquinaria del gobierno, en parte porque era políticamente débil, en parte debido a que la Hermandad Musulmana no estaba preparada para gobernar, y en parte porque los militares nunca la soltaron.

Esta dinámica ha culminado en las manifestaciones de este “verano egipcio.” El liderazgo de la oposición parece apoyar la democracia constitucional. Si las masas en las calles están tan de acuerdo con eso o si simplemente no les gustan los Hermanos Musulmanes, es difícil de decir, pero sospechamos que sus intereses están centrados en la comida y los puestos de trabajo más que en los principios del liberalismo. Sin embargo, hubo un levantamiento, y una vez más el ejército lo usó.

En parte, los militares no quieren ver caos, y se consideraron responsables de evitarlo. En parte, los militares desconfiaban de los Hermanos Musulmanes y se sintieron felices de verlos forzados a dejar el gobierno. Al igual que en 2011, el ejército actuó abiertamente para mantener el orden y al mismo tiempo para dar forma al orden político egipcio. Ellos depusieron a Morsi, y lo reemplazan con eficacia con un liderazgo más abiertamente secular y liberal.

En parte, los militares no quieren ver caos, y se consideraron responsables de evitarlo. En parte, los militares desconfiaban de los Hermanos Musulmanes y se sintieron felices de verlos forzados a dejar el gobierno. Al igual que en 2011, el ejército actuó abiertamente para mantener el orden y al mismo tiempo para dar forma al orden político egipcio. Ellos depusieron a Morsi, y lo reemplazan con eficacia con un liderazgo más abiertamente secular y liberal.

Pero lo que hay que tener en cuenta es que, al igual que en 2011, cuando el ejército estaba dispuesto a allanar el camino para Morsi, también está ahora allanando el camino para su oposición. Y este es el punto crucial: mientras Egipto es cada vez más inestable, el ejército busca perfilar qué orden puede salir de allí. Los militares están menos interesados ​​en la ideología del gobierno que en la contención del caos. Siendo esta la misión, no ven a sí mismo limitándose a dar un paso atrás. No se ven a sí mismo abandonando la tarea.

La ironía de la Primavera Árabe de Egipto es que, si bien dio a luz a nuevos jugadores, no ha cambiado el régimen o la arquitectura fundamental de la política egipcia. El ejército sigue siendo la fuerza dominante, y lo que importa es que mientras esté preparado para dar forma inteligentemente a Egipto, seguirá haciéndolo.

Por lo tanto, si bien puede ser legítimo hablar de un golpe militar, no es demasiado adecuado hacerlo en este caso.. Lo que está pasando es que hay un amplio descontento en Egipto que ahora está en libertad de manifestarse. Esa infelicidad contiene muchos caminos ideológicos, así como muchos que no tienen nada que ver con la ideología. En el escenario, al lado de los que proclaman su infelicidad está el ejército: manipulando, gestionando,conteniendo. Todos los demás, todos los políticos, van y vienen, recitan su pequeño papel y salen de escena. Quedan nos militares y la gente abrazados en una danza, larga, compleja y poco comprensible.

Este artículo se reproduce por gentileza de ese centro de análisis. Stratfor ofrece una combinación de visión geopolítica, inteligencia basada en fuentes y un análisis objetivo para producir información confiable, previsión para empresas, organizaciones y agencias gubernamentales. Para obtener más información sobre las soluciones de Stratfor, haga clic aquí: http://info.stratfor.com Publicado en www.agendapolitica.com

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