Sofismas



por Héctor Blas Trillo

Sofisma: Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso. ( Diccionario de la RAE)

Cuando a fines de octubre de 2011 se implantó el llamado cepo cambiario se dijo oficialmente que tal medida tenía como finalidad evitar la compra de moneda extranjera con dinero “negro”. Un fundamento insólito. Si lo que debe hacer el Estado es perseguir a los evasores y obligarlos a pagar los impuestos omitidos, avisarles que si concurren con dinero proveniente de actividades no declaradas a un banco o una casa de cambio a comprar dólares, no se les convalidará la operación es lo mismo que avisarle al ladrón que está absolutamente custodiada la casa donde tiene pensado ir a robar.

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Las restricciones para el acceso a la moneda extranjera fueron incrementándose con el correr del tiempo, como todos sabemos, hasta que finalmente directamente se prohibió totalmente la operatoria con otra cosa que no fueran pesos, incluyendo la estrafalaria prohibición de adquirir dólares para ahorrar. Por supuesto que esto se ha hecho violando todas las leyes y la mismísima Constitución Nacional, pero en este comentario queremos resaltar otra cosa.

Como también es sabido, las autorizaciones de la AFIP para la compra de moneda extranjera para viajeros se caracterizan por la arbitrariedad y el ocultamiento de la información por parte del ente recaudador, que jamás ha informado sobre el método utilizado para levantar o bajar el pulgar. A esto se suman disposiciones que exigen solicitar tales autorizaciones 7 días antes de viajar, y la inconcebible puesta en práctica de artilugios que dan lugar a que los interesados deban concurrir a la institución bancaria en los primeros minutos de su apertura para probar suerte, por cuanto más tarde invariablemente el sistema “no responde”.

Todo este juego perverso tiene un solo origen: la escasez de dólares, imprescindibles para la importación de insumos básicos, dentro de los cuales y muy particularmente se encuentran los combustibles, cuya escasez producto de la pésima política energética es cada día mayor.

Es la escasez de dólares, producto de la gran demanda, lo que produce la suba de su precio, y por consiguiente la devaluación de la moneda local. Y a su vez la gran demanda es producto de la enorme emisión de moneda de los últimos años, que ha llegado al 40% anual.

La devaluación ya se ha producido. Lo hizo cuando se estableció el cepo. Lo único que falta es que el gobierno lo admita plenamente. Porque por otro lado es el propio gobierno el que devalúa actualmente a un ritmo cercano al 25% anual. Lo hace diariamente, gradualmente, mientras presiona de muchas maneras para que no suba el precio en el mercado paralelo.

El sofisma es evidente. El tipo de cambio es otro, mucho más alto, y el gobierno no quiere aceptarlo, por eso mantiene un precio bajo de la divisa, y eso genera todavía una mayor presión de demanda, por lo cual cada día se restringe más la venta, o se aplica una insólita percepción del impuesto a las ganancias para gastos en el Exterior, actualmente del 20%.

En otro orden, la presidenta ha expresado en Río Gallegos que la suba del mínimo no imponible en el impuesto a las ganancias significa para el Estado una pérdida en la recaudación del orden de los 15.000 millones de pesos, y que para mantener las cuentas en orden es necesario reemplazar esta pérdida con otros impuestos, para lo cual pidió a empresarios y sindicalistas adictos, reunidos en el cónclave sureño, que busquen alternativas, nuevos impuestos.

Más allá de las formas, que entendemos son contrarias al orden republicano, lo cierto es que la presidenta cae en un nuevo sofisma. La recaudación del impuesto a las ganancias ha subido a expensas de mantener congelados los mínimos no imponibles mientras la inflación carcomía los salarios. Por tal razón durante varios años el Estado ha percibido un exceso de impuesto, gravando no sólo a los trabajadores de ingresos medios y cada vez más bajos, sin también a las ganancias nominales de las empresas, por no reconocerse el efecto de la inflación en los balances. NI siquiera de la inflación determinada por el INDEC.

Por ello, los excedentes recaudatorios logrados sobre ingresos que no deberían estar alcanzados, no deberían ser reemplazados por ningún impuesto.

Esto que a nuestro juicio es tan obvio, no ha sido planteado al menos públicamente, y por lo tanto ha quedado en pie el sofisma de que es preciso reemplazar unos ingresos tributarios por otros, cuando los ingresos supuestamente reemplazables son ficticios, producto de la inflación no reconocida.

Lo ocurrido con YPF también es demostrativo de cómo opera el sofisma. El Estado confiscó las acciones de Repsol y se quedó con la mayoría accionaria, acusando a Repsol de haber producido un “vaciamiento” por falta de inversiones, luego de haber exigido a esa empresa que distribuyera todos los dividendos a partir del año 2008, cuando mediante un acuerdo con el ex presidente Kirchner el grupo español se viera obligado a ceder un 25% del paquete accionario a un grupo de origen australiano regenteado por los hermanos Eskenazi. El acuerdo se firmó el 21 de febrero de aquel año, y desde entonces según información economista y ex funcionario del área petrolera Alieto Guadagni, se distribuyó el 141% de las utilidades a los efectos de que el grupo australiano mencionado pudiera abonar, mediante el dinero percibido como dividendo, su particular compra, que se hizo sin poner un peso.

La confiscación como se sabe se llevó a cabo en medio de una algarada nacionalista, sin hacer siquiera mención de que el subsuelo pertenece a las provincias y por lo tanto nunca perteneció a ningún extranjero; y siendo que además YPF representa algo más de total del mercado petrolero argentino, por lo que casi el 70% restante sigue estando en manos de gerenciadores privados, en su mayoría extranjeros. A esto se agrega que el Estado argentino no ha resuelto hasta hoy abonar la confiscación, por lo que la empresa española ha demandado al país una vez más, con lo cual se suman las demandas por falta de pago, dato que no es irrelevante por ejemplo a la hora de la toma de decisiones de la justicia neoyorkina por el caso de los llamados holdouts, es decir de los acreedores que no aceptaron los canjes de deuda propuestos por el gobierno nacional en 2005 y en 2010.

Así las cosas, acaba de celebrarse un acuerdo con la norteamericana Chevron que no ha sido dado a publicidad y con condiciones especiales de las que carecen los demás operadores petroleros, lo cual implica un trato discriminatorio, pero desesperado porque durante este año y medio desde la apropiación de la empresa española, ha sido imposible conseguir inversiones ni en ésta ni en casi ninguna área. La supuesta nacionalización derivó entonces en salir a buscar como sea y a cualquier precio algún grupo inversor que corra el riesgo de ser el próximo confiscado. El sofisma es evidente, ni nacionalismo, ni política petrolera seria, ni aumento de la producción, ni nada.

Y finalmente, para no aburrir, un sofisma más: desde los albores del gobierno kirchnerista se viene hablando de “desendeudamiento”, una palabreja horrible inventada vaya uno a saber por quién, pero que pretende subrayar que la Argentina ha iniciado una política virtuosa en cuanto a “pagar las cuentas” y terminar con las deudas.

Pues bien, la verdad es que los acuerdos de canje de deuda permitieron quitas del orden del 70% con lo cual el “desendeudamiento” fue, en este caso, un proverbial “pelito para la vieja” A su vez, la utilización de las reservas del Banco Central para el pago de deuda externa ha dejado en su activo una cifra espeluznante de bonos del Tesoro Nacional, que hoy por hoy supera los 61.000 millones de dólares. Esto significa que la deuda que existía con unos ha sido reemplazada por la deuda con otros, y en particular el propio Estado nacional.

A esto se suma el hecho de que a 12 años de declarado el default, la Argentina no ha arreglado con el Club de París, a quien se le deben unos 10.000 millones de dólares, no ha pagado los juicios en el CIADI perdidos. Hasta hace poco los laudos en contra dictados por ese tribunal superaban los 900 millones de dólares, pero existen demandas que alcanzan a los 65.000 millones de dólares, según informe del periodista Carlos Burgueño publicado en Ámbito Financiero del 19 de diciembre pasado. A esto hay que agregar los reclamos de los jubilados por deudas millonarias por mala liquidación de sus haberes, cuestión que sigue incrementándose sin solución de continuidad.

La deuda reconocida supera los 200.000 millones de dólares y sigue aumentando. ¿Dónde está, entonces, el “desendeudamiento”? Otro sofisma más. Y así podríamos seguir con bastantes casos más, como la tasa de inflación, el índice de pobreza y de indigencia, la tasa de crecimiento del PBI, etc. Todas esas cifras están alteradas por la falta de realismo de los índices de inflación que calcula el INDEC. Así las cosas, estamos en un mundo sofístico, donde el oficialismo repite ciertas consignas respecto del grado de avance del país, los empresarios y los sindicalistas amigos, se callan la boca, y los amigos del gobierno que asisten obligados a las disertaciones presidenciales, aplauden a rabiar afirmaciones que a veces son una cosa, y otras todo lo contrario.

LA FÁBULA DEL REY DESNUDO

Como en la fábula del Rey Desnudo, nadie parece querer reconocer la realidad. Hans C. Andersen inicia el famoso cuento con una advertencia: “No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad”. Los charlatanes Guido y Luigi Farabutto convencen al rey de que un traje hecho con sus telas sería muy liviano y cómodo, y que sólo sería invisible para los ineptos e incapaces. El rey no podía admitir no ver el traje, porque eso sería reconocer su incapacidad, por lo que salió al desfile completamente desnudo, y nadie se animaba a decírselo, todos pretendían estar viéndolo porque de lo contrario serían ellos mismos considerados incapaces. Hasta que un niño gritó ¡El rey está desnudo! Muchos piensan que esa fábula es original del autor citado, pero no lo es. Se repite de manera similar en un sinnúmero de cuentos a lo largo de la historia. La historia se repite una y otra vez. Primero como tragedia, y luego como comedia.

Buenos Aires, 24 de agosto de 2013

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