Hijos del rigor



por Héctor Blas Trillo

Dicen que dogmatismo y fanatismo comparten una suerte de pedestal de la imbecilidad, en el sentido de que ésta última implica lo que el diccionario define como escasez de razón. En todos estos años de vamos por todo hemos asistido a un verdadero empecinamiento de parte de la presidenta y sus allegados para intentar imponer condiciones que claramente resultan inviables. El entusiasmo y hasta la soberbia arreciaron en estos últimos dos años, en los cuales se avanzó raudamente en el intento unívoco de desmembrar al grupo Clarín o en la confiscación de la empresa Repsol-YPF. En el medio quedaron intentos vanos de someter aún más a una Justicia renga y de cortas miras o, inclusive, de una reforma constitucional que permitiera a la presidenta una nueva reelección.

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La falta de realismo, o, si se prefiere, el exceso de realismo mágico, había terminado por convencer a los gobernantes de que su declamado “relato” era cierto. Pero no fue así.

Luego de las derrotas electorales de agosto y octubre pasados, empezó a salir a la superficie la verdadera historia, ocultada durante años por todo el elenco gobernante, incluyendo provincias y municipios oficialistas. Muchos iniciaron el triste derrotero de abandonar el barco, pasándose a las huestes de supuestos opositores que no son tales. Otros adoptaron un perfil todavía más solapado, intentando sostener sus feudos acercándose a otros candidatos, al tiempo que formalmente mantienen su adhesión almodelo.

La situación de la economía es verdaderamente delicada. Se diga lo que se dijere.

La confiscación de YPF provocó una verdadera parálisis inversora, y también represalias de parte de la Unión Europea, y especialmente de España. La crucial exportación de biodiesel al país ibérico terminó cortándose definitivamente, con las consecuencias obvias para el sector.

El Banco Central, ocupado de manera claramente ilegítima por la señora Marcó de Pont, dejó una secuela de destrucción de reservas, emisión espuria de moneda e inflación galopante.

Los llamados fondos buitre llevaron ante la justicia norteamericana la lógica implacable del acreedor que tiene en su poder un título que la Argentina se comprometió a pagar y no quiso hacerlo. Y así podríamos seguir con varios temas. Problemas de importaciones y exportaciones, cepo cambiario, tipo de cambio, etc. A todo ello, un pavoroso déficit fiscal se ciñe sobre nosotros como un verdadero nubarrón que no hace más que presagiar la tormenta inminente, con caída de granizo garantizada.

En materia comunicacional, la verdadera caja de resonancia neofascista en la que se convirtió al canal 7 de televisión o la radio Nacional ha mostrado ser un verdadero bumerán. Los programas de propaganda terminaron siendo vistos únicamente por los más fanáticos adherentes. Y en el fútbol, la reiteración de spots exaltando logros y descalificando adversarios contribuyó al descrédito y hasta el fastidio. Es sabido que en los entretiempos, los televidentes huyen raudamente de la propaganda oficialista. E incluso durante los partidos, son muchos los que bajan el volumen para no tener que escuchar a ineptos relatores haciendo menciones del tipo “un día peronista”, o “hay que acabar con la corpo” mientras Riquelme ensaya un pase de larga distancia. Incluso se sabe que el retraso de la transmisión televisiva respecto de la radial es hecho adrede para obligar a escuchar el relato oficial. Pese a lo cual son muchos los que utilizan el método de bajar el volumen.

El jefe de gabinete desplazado tiene antecedentes de un fanatismo a prueba de contingencias. Y ni qué hablar del otro gran renunciado, Guillermo Moreno, que ahora se solaza con una recua de jóvenes y no tan jóvenes que le hacen “el aguante”, mientras se sabe que le pidió a la presidenta que lo sacara del país. El grado de deterioro de las cuentas públicas obliga a las provincias y a los municipios a multiplicar su imaginación en materia tributaria, intentando aún ahora obtener más recursos a como dé lugar.

A nivel nacional, a los cambios introducidos en el impuesto a las ganancias para gravar dos veces a los dividendos, o la compraventa de acciones no cotizantes en Bolsa, se agrega ahora un inconstitucional impuesto a “los autos de alta gama” a fin de frenar la sangría de dólares al cambio oficial que se utilizan para este tipo de transacciones. Una pintura que muestra, de paso sea dicho, que el propio gobierno descree del tipo de cambio, al que no quiere tocar por otras razones. Lo cierto es que las distorsiones de precios, la inflación galopante, y la creación de nuevos impuestos al socaire de explicaciones de índole populista, no corrigen el problema sino que lo agravan.

Mientras tanto, el ministro Kicillof hace malabares para intentar explicar que no dijo lo que dijo en el caso YPF, siendo que está filmado tratando de “tarados” y de “papagayos” a quienes le advertían que un país no puede confiscar empresas así nomás. Ahora, el gobierno ha encarado un arreglo con España para destrabar la situación y facilitar así que alguien venga a poner dólares en Vaca Muerta. Aunque no es tan sencillo que los grandes capitales lleguen a la Argentina luego de años de no respetar nada, aparte de ovacionar a quienes anunciaron al mundo que no pagarían la deuda.

Mientras en el Banco Central se ha nombrado a una persona que todo el mundo en el ambiente reconoce como seria y profesional, uno no puede dejar de preguntarse por qué razón hace tres años pusieron al frente de esa institución a una persona que desde el comienzo mostró claramente su ineptitud, incluso en declaraciones públicas.

Evidentemente, la situación de salud por la que pasa la presidenta, ha precipitado ciertos acontecimientos. La designación de Capitanich al frente del gabinete, ha marcado un indudable cambio de estilo. Pero hay que tener en cuenta los antecedentes del ahora gobernador chaqueño en uso de licencia. Los bonos nominados en ´dólares que pagó en pesos al cambio oficial constituyen una muestra de ese rasgo cuasi estafador que exhibe el gobierno nacional en prácticamente todo lo que hace. También en el discurso, el chaqueño niega la inflación, y tanto él como el ministro de economía hablan de “variaciones en los precios”, un eufemismo patéticamente elaborado desde la vacuidad de quienes prefieren mostrar que hay fantasmas y no realidades.

Incluso el ministro Kicillof ha salido a decir que en la Argentina no hay inflación porque determinados precios (tarifas) no han subido durante años. El ministro no puede ignorar (y no ignora) que los precios que no han subido es porque han sido subsidiados, es decir que no se trata de que no hay inflación, sino que la hay, pero la diferencia por suba de precios la pone el Estado.

Esta clase de eufemismos torpes no hacen sino alarmar a quienes tienen esperanzas de que algo cambie. Un profesional economista, por lo demás, ha de saber que aceptar usar explicaciones ridículas o bajadas de línea del tipo “variaciones en los precios”, no hace sino mostrar su sometimiento a la mentira más desembozada. Y un ministro entre otras cosas debe por lo menos resultar creíble.

Hijos del rigor, los gobernantes han empezado a aceptar una realidad que siguen negando desde el “relato”. Arreglar con el CIADI, arreglar con los fondos buitre, arreglar con el Club de París, cambiar la imagen del programa neofascista 6,7,8; encarar profesionalmente el Fútbol para Todos abriendo el camino a la publicidad privada y quitando la saturación de publicidad gubernamental son indicios de que el vamos por todo ha chocado.

El caso Clarín es también emblemático. Todo el mundo sabe que la cuestión que primó no fue la sanción de una pomposa ley de “medios audiovisuales”, sino el intento de desguazar al multimedios de la señora de Noble. Nadie puede tener dudas de que si el grupo Clarín no se hubiera enfrentado a los Kirchner nada hubiera ocurrido, o incluso hubieran ocurrido cosas en el sentido inverso, como pasó con la autorización para fusionarse de Cablevisión y Multicanal, firmada por Néstor Kirchner.

Ya desde hace un tiempo, el gobierno terminó aceptando que encumbrados dirigentes oficialistas concurrieran a programas políticos de TN. Porque era obvio que si tales dirigentes concurrían a 6,7,8 se producía una verdadera masturbación mental entre los dogmáticos que regentean ese programa, pero no llegan al gran público, que prefiere aquellos paneles donde los temas se debaten. Y no una bandada de genuflexos buscando adular al rey negando que está desnudo.

Hay algunos cambios importantes también en este aspecto. Incluso se comenta que el gobierno aprobará la presentación de Clarín para su “adecuación” a una ley que nació trucha, si se permite la expresión. Los acuerdos entre el empresario ultraoficialista Cristóbal López y Marcelo Tinelli muestran que, además, “business are business”.

La verdad es que, efectivamente, están encarándose viejos problemas que fueron generados por la propia administración kirchnerista a lo largo de todos estos años. El problema que se observa es que están haciéndolo muy lentamente.

El plan de eliminación de subsidios ha sido abandonado a poco de largar en el año 2011, por ejemplo. Si bien en nuestro modo de ver el criterio discriminatorio para su reducción o eliminación no es adecuado, lo cierto es que al menos se intentaba algo. Es inconcebible por ejemplo que en los ferrocarriles urbanos prácticamente nadie pague boleto. No estamos hablado de grandes cosas, pero sí de obviedades. Por más que se haga el transporte público no puede funcionar si la gente no paga su pasaje, aunque se trate de cifras irrisorias.

El cepo cambiario debe ser resuelto de alguna manera. Los países serios del mundo no tienen ese tipo de corsés.

Son algunos ejemplos. Hay cosas que cuesta resolver y cuya responsabilidad es de este gobierno. Haber tardado tantos años en quitar del medio a un personaje nefasto por donde se lo mire como Guillermo Moreno nos lleva a decir que “más vale tarde que nunca”. Pero mejor hubiera sido echarlo hace varios años, o que no hubiera asumido siquiera.

En el conjunto, todo permite suponer que están haciéndose algunos ajustes por la necesidad imperiosa de volver al financiamiento mundial. Algunos señalan que hubo presión de EEUU en ese sentido. Es muy factible, como también lo es que no era posible seguir así.

Lo cierto es que, de una forma o de la otra, nuestros gobernantes vuelven a demostrar que, ciertamente, son hijos del rigor.

Buenos Aires, 1º de diciembre de 2013

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