Hay que pasar el verano



Por Mariano Rovatti

El gobierno ocupa al centro del ring con exclusividad, frente a una oposición que, más por impotencia que por estrategia, observa con pasividad cómo el oficialismo avanza sin obstáculos detrás de sus objetivos. Sin una sucesión que asegure la continuidad del modelo, Cristina Fernández construye su armado para retener el máximo de poder posible luego de diciembre de 2015.

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En estas últimas semanas, el gobierno desató un nutrido paquete de iniciativas políticas que le han servido para ganar el centro de la escena, lograr todo lo que se propuso y mejorar claramente su posición en el juego de relación de fuerzas con los demás actores de la política nacional. Sin dudas, de todos los presidentes de la democracia, Cristina Fernández es quien mayor cuota de poder ha logrado conservar cuando falta poco más de un año para el fin de su gestión. Y ello es mérito propio y culpa de sus opositores que una vez más, la dan por muerta antes de tiempo.

Enfermos del poder, los miembros del gobierno se niegan a abandonar el mismo sin pena ni gloria. Dejarán su vida si fuese necesario por mantenerse en él. Y han recurrido al conocido manual de generar y alimentar conflictos para construir poder, tal como les enseñó el finado Ernesto Laclau a Néstor y Cristina Kirchner.

La crisis de la deuda externa, devenida en un nuevo default, el rechazo al plan de adecuación del Grupo Clarín, el ataque a los Estados Unidos, el despido de Juan Carlos Fábrega, los ataques dialécticos y materiales al campo y la sanción de prepo del nuevo Código Civil y Comercial son algunos de los ejemplos de esta nueva etapa del gobierno, en el que se lleva puesto todo lo que encuentra a su paso, frente a una oposición entretenida en arreglos y desarreglos preelectorales.

La crisis económica que viene bullendo parece ser el único General capaz de aglutinar a las milicias de la oposición. Ninguno de los tres candidatos emergentes del arco opositor o filoficialista parece reunir per se la suma de requisitos para liderar un movimiento enfrentado al gobierno para derrotarlo. El gobierno exhibe –además de su planificada radicalización- un liderazgo claro en manos de Cristina Fernández, y la voluntad férrea de no ceder un centímetro de poder, cueste lo que cueste. Los exabruptos de Cristina, en realidad no son tales, sino la ejecución cotidiana de esta estrategia oficialista. Preocupa al gobierno atravesar la crisis económica, llegar a las elecciones enteros y sobre todo, asegurarse la mayor cuota de poder posible más allá del 2015. Ello no será realidad desde el llano. Necesitan un bastión donde afincar el poder, y ese lugar es la Provincia de Buenos Aires. 

Más allá de todos los nombramientos que están materializando en la planta permanente del Estado Nacional, el kirchnerismo sabe que perderá a gran parte de esos cuadros. Como es tradición en el peronismo, ellos correrán en auxilio del triunfador, sea quien fuere: Sergio Massa, Mauricio Macri o Daniel Scioli.

En cambio la gobernación bonaerense ofrece una generosa grilla de cargos a cubrir, además de ser el distrito que maneja políticamente al Congreso Nacional, por su decisivo número de diputados nacionales, que quizás sea aumentado antes de diciembre de 2015, en cumplimiento de las reglas proporcionales que surgen de la Constitución Nacional y leyes concordantes.

Cristina intentará designar a dedo a los candidatos a diputados del Frente para la Victoria de la provincia, para asegurarse el manejo de la Cámara y condicionar políticamente al futuro gobierno. Y además, quizás deba ser ella misma la candidata a ocupar el sillón de Dardo Rocha, para mantener la unidad y el liderazgo de su propio espacio político.

El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, es el verdadero n° 2 de la política nacional. Si Cristina ocupara ese cargo, sería además la jefa indiscutida de la oposición. El futuro Presidente, obligado a resolver la crisis que herederá de la actual, se verá obligado a tomar decisiones antipáticas, que mejorarán en amplias capas sociales la imagen de la actual Presidenta. En ese caso, para Cristina no habría mejor candidato presidencial que Mauricio Macri, más aún luego de que el mismo ha decidido jugar claramente desde una postura antiperonista. Cristina imagina que podría ser la aglutinadora de una resistencia nacional y popular al futuro gobierno, obligado a ejercer fuertes dosis de realismo político y ortodoxia económica.

Claro que todo ello se hace añicos si el gobierno no logra salir del laberinto que se creó a sí mismo con el default, el cepo cambiario, la inflación y recesión crecientes, el desajuste salarial y la crisis energética.

Teniendo en cuenta el calendario electoral, que tendrá a las PASO en agosto y el cierre de listas en junio, el gobierno necesita aguantar sin sobresaltos graves hasta –por lo menos- abril del año que viene.

Más allá de la encerrona actual, hay dos situaciones que el gobierno espera aprovechar: en enero caerá la cláusula RUFO, y ello generará la posibilidad –pese a todo el desgaste vivido- de una nueva negociación con los hold outs. La otra, es la posible creación de una especie de IAPI para la producción cerealera, que le daría al gobierno nacional el manejo del comercio exterior de granos. Con el incentivo de ofrecer un tipo de cambio diferenciado, aspiran a que los pequeños productores liquiden rápidamente las divisas devengadas por exportaciones.

Ambas circunstancias mejorarían el firmamento financiero del hiperelectoral año venidero. Con ello dispondrían de recursos para el uso clientelar que tanto dominan, hecho que se podría intensificar si se aprueba un proyecto de ley que ya circula en el Congreso Nacional, para recrear un fondo de reparación histórica del conurbano, al estilo del que Carlos Menem cedió a Eduardo Duhalde en los años noventa. Con este panorama, el gobierno cerraría una vez más con Daniel Scioli, enrocando roles con Cristina Fernández, aunque sería un apoyo y boicot al mismo tiempo, para que en realidad, el ganador sea Macri. 

 Si el ganador fuera Scioli o Massa, el peronismo se recompondría en torno a él. Pero si fuera Macri, buscaría anclar en un lugar sólido de poder. Lo más lógico sería la gobernación bonaerense. Además, Macri gobernaría con el peronismo enfrente, lo que en la Argentina ya está probado que no resulta muy fácil.

En las últimas encuestas, se puede apreciar que por ahora el escenario está dividido en tercios, con tendencias declinante en Scioli, ascendente en Macri y estable en Massa. Frente a ellos, estallò en pedacitos la alianza UNEN, cuyos principales referentes, presos de la ansiedad por mojar, buscan cerrar con candidatos externos instalados antes de crear y consolidar los propios. 

Scioli se encuentra en dificultades, ya que se vé dañado por la declinación del gobierno, pero también lo condicionaría una eventual recuperación. Competirá con Sergio Uribarri y quizás con Florencio Randazzo y Julián Domínguez en las PASO, pero lo más importante es el cierre en la Provincia de Buenos Aires.

Massa está en una meseta, quizás deliberadamente para no desgastar su figura. Se instaló muy bien tras su victoria electoral, y primereando en su resistencia a la fallida reforma del Código Penal. Pero después no generó nuevos hechos políticos relevantes hasta esta última semana, en la que acaba de cerrar con los radicales Gerardo Morales y José Cano, acentuando un perfil plural, y relativizando la influencia del peronismo entre sus filas. Quizás, el eje Luis Barrionuevo-Enrique Nosiglia haya tenido algo que ver en ese acuerdo. El desafío de Massa es lograr que la población perciba y crea su despegue del kirchnerismo, para lo cual debería acentuar su rol opositor y definir una postura más clara contra la corrupción de gobierno. También debe armar una estructura sólida en la Ciudad de Buenos Aires y encontrar un candidato aglutinante. Roberto Lavagna no se muestra entusiasmado, Graciela Ocaña es una incógnita y Martín Lousteau por ahora sigue en UNEN, aunque el futuro de esta alianza es incierto. La gran fortaleza de Massa es el conurbano bonaerense, y en especial, la primera sección. Aunque en la tercera, ya cuenta con el apoyo de Martín Insaurralde, quien se pasará cuando a él le convenga. No ahora.

Macri ha crecido y avanzó en una posible alianza con sectores del UNEN. Probablemente, Elisa Carrió sea su sparring en las PASO. Su fortaleza es que no necesita sobreactuar su rol crítico, el trato benigno que le brindan los medios, y todo lo que significa Boca Juniors en el plano popular. Su gran debilidad es la ausencia de peso político en la Provincia de Buenos Aires, en especial en el conurbano. Aun teniendo votos, no tiene quién se los defienda el día de la elección.

Además, Macri optó por un perfil antiperonista que le puede servir para aglutinar a un sector, pero no para ganar la elección. Desde 2003, en todas las elecciones presidenciales, la suma de votos de candidatos autodenominados peronistas superó el 60%. Si estamos hablando de tres tercios, ese porcentual volvería a darse. ¿cómo hará Macri para perforar ese techo?

Ernesto Sanz lanzó su candidatura presidencial, que se parece más una oferta para acompañar en la fórmula a un candidato instalado, Massa o Macri. UNEN quedará reducido a un rejunte entre el socialismo con restos del radicalismo y pequeños partidos. En el mejor de los casos, se acercará al 10% de los votos.

Se viene un trimestre final del 2014, que será durísimo, con el gobierno jugando el todo por el todo. Así nació, creció, se cayó y se levantó. Y así se morirá.

Buenos Aires, 10 de octubre de 2014

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