Dos decisiones esperadas




Por Mariano Rovatti

Apenas 48 horas después que los principales dirigentes de la Unión Cívica Radical decidieran priorizar la unidad del partido, y cerrar la posibilidad de un acuerdo con Mauricio Macri, Elisa Carrió anunció su partida de la alianza UNEN. Lo hizo dando un sonoro portazo denunciando a Julio Cobos, Hermes Binner y Sergio Massa de tener vínculos con el narcotráfico. ¿Desborde emocional o calculada estrategia?¿Osada transgresión o marginalidad política? ¿Quiénes la acompañarán?¿El salto la acerca o la aleja del poder?

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Sergio Massa cerró acuerdos con José Cano en Tucumán y Gerardo Morales en Jujuy. Negocia con Nito Artaza en Corrientes, Eduardo Costa en Santa Cruz y Martín Losteau en la Ciudad de Buenos Aires. Espera a Julio Cobos, si decide bajar a Mendoza. Desde que este proceso tomó estado público, salió de la meseta y creció algunos puntitos en las encuestas, logrando además diluir el perfil justicialista de su agrupación. Paralelamente, se frenó el crecimiento de Mauricio Macri y desde el sciolismo se lanzó una operación destinada a instalarlo como quien marcha hacia el primer lugar en octubre quedándole al resto la pelea por el segundo lugar.

Más allá de los juegos de presión político-mediáticos, se consolida un escenario de tercios entre Massa, Scioli y Macri, no necesariamente en ese orden. Cuarto lejos, sin liderazgos y sin identidad, queda el conglomerado de UNEN, con la UCR como columna vertebral.

En los últimos meses, se discutió dentro del partido la posibilidad de celebrar una alianza con Mauricio Macri para las próximas PASO. Oscar Aguad y Ernesto Sanz se mostraban entusiasmados con la idea, cuya principal impulsora –desde afuera de la UCR- era Elisa Carrió.

El triunfo de Ricardo Alfonsín en la Provincia de Buenos Aires sugería una deseo en el afiliado radical de consolidar la identidad partidaria y su pertenencia a UNEN, concebida como una corriente socialdemócrata.

El sapo de aliarse con Macri parecía difícil de digerir para los dirigentes de segunda línea del radicalismo, y en especial, para sus votantes. Concretar esa posibilidad abría las puertas a que el partido se quebrara.

En 2011, el ensayo de aliarse con Francisco de Narváez en la Provincia de Buenos Aires había dado pésimos resultados para el radicalismo. En la elección general, los votos radicales fueron en su mayoría para Hermes Binner, quien superó el 11% y terminó segundo.

Le decisión adoptada el lunes en San Fernando parece –con lo que hay aquí y ahora- la más sensata posible para un partido que necesita recuperar identidad y construir liderazgo. Pese a no tener un jefe político nacional, el radicalismo tiene amplias posibilidades de construir poder a partir de conquistar numerosas gobernaciones e intendencias a lo largo del país. Por ello es que sí habilitó acuerdos locales con el Frente Renovador y el PRO, que permita arrebatarle distritos al kirchnerismo.

Fuera del armado partidario radical, Elisa Carrió tenía otros intereses.

A los 57 años, Carrió completa un giro en su concepción política, que la ubica como una exponente de centroderecha, más cerca de Mauricio Macri que del Partido Socialista, aliado natural del radicalismo.

También ha cambiado su concepción del poder, y su estilo de comunicación, los que ejerce hoy de manera más brutal y directa. Ello la aleja de las formas tradicionales de la UCR y la acerca a expresiones más transgresoras, al menos en los estilos de hacer política.

Conciente de que toda moderación le resulta un obstáculo, Carrió se convirtió en la mejor intérprete de un sector de la sociedad, que no sólo está harto de la corrupción del kirchnerismo, sino del peronismo en sí –aún de sus aciertos- y hasta de la política en su conjunto.

Lilita es la contracara de lo que expresa Cristina Fernández, pero no de cómo lo expresa. A su manera, la chaqueña también sigue al pie de la letra la tesis de Ernesto Laclau, quien sostiene que la mejor manera de construir poder es a través del conflicto permanente.

Carrió concibe que la confrontación ya la eligió a ella y no al revés. Rechazarla en nombre de la sana convivencia sería entregar la victoria al enemigo sin hacer nada. Percibe que los términos de la competencia política los fija el gobierno, y ellos están marcados por la confrontación frontal e intolerante. Y ella los acepta y compite dentro de aquéllos.

Su apuesta necesita de un colapso generalizado en el país, en el que todas las variables políticas, económicas y sociales vuelen por el aire. Si bien eso hoy no parece probable, ¿quién puede asegurar algo a largo plazo en nuestro bendito país?

En esa jugada, a Carrió el formato de UNEN le resultaba incómodo y asfixiante. La estructura del PRO, más flexible e incompleta, le permite un juego más a sus anchas. Aún no está claro quién la acompañará en este salto. El documento que firmó la misma Carrió junto a otros referentes de la Coalición Cívica (Pablo Javkin, Fernando Sánchez y Maximiliano Ferraro) señala que la estrategia definitiva de la agrupación se determinará en abril del 2015, y que mientras tanto, sus representantes seguirán en UNEN.

Pero en las PASO, es poco probable que pueda vencer a Mauricio Macri. Le será sí un sparring que –tras la derrota- ceda con o sin ganas sus votos al alcalde porteño. Este esperará que por afuera de las filas partidarias, con el voto radical pase lo mismo. Carrió le junta los votos que el “moderado” Macri no logra convocar.

Pero el juego del antiperonismo tiene un techo. Desde 2003 hasta la fecha, lo que se dice peronista junta más del 60% de los votos, entre todas sus vertientes.

En 1983, Raúl Alfonsín le ganó al peronismo sin hacer antiperonismo. Al contrario, en muchas definiciones, le arrebató banderas que históricamente le pertenecían al justicialismo.

Para impulsar el frente antiperonista, Carrió se sumó a las operaciones del sciolismo, que intentan instalar la idea que el gobernador cuenta con el 30% como piso, y que va por los diez puntos que le faltan para ganar las elecciones en primera vuelta. El posible acuerdo con los hold out, la expectativa por Vaca Muerta y el saldo agroexportador le auguran un año con cierta liquidez al gobierno, que utilizará clientelarmente. Además, como anticipamos hace algunas semanas, avanza en silencio un proyecto en el Congreso para reinstalar un fondo especial de recursos para el conurbano bonaerense.

Pero en la medida que Scioli se consolide como la continuidad del kirchnerismo, ese 30% será también su techo. En lo que sí Carrió puede acertar es que las PASO servirán como primera vuelta virtual, canalizándose el voto opositor en octubre por el candidato con mayores posibilidades de derrotar al oficialismo.

En 2011, Cristina Fernández trepó rápidamente del 30% al 45% dada la ausencia de rivales de talla. Era Cristina o nadie. En 2015, ni Scioli tiene la envergadura de líder de Cristina, ni Massa y Macri son comparables a Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde.

Buenos Aires, 21 de noviembre de 2014

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