La oposición y el síndrome de Los Pumas



Por Mariano Rovatti

Cerró el plazo para la presentación de alianzas y candidaturas, y no hubo un acuerdo grande de la oposición que garantice su victoria en octubre. Mezquindad, soberbia, errores de apreciación y falta de liderazgo se mezclan para ofrecer una victoria en primera vuelta servida en bandeja al kirchnerismo. 

(si no sale el artículo completo, cliquear en el título)



El rugby es un deporte especial en la Argentina. Su nacimiento y desarrollo se forjó en clubes de clase media-alta y alta, alejados del profesionalismo y el exitismo. Sus cultores están orgullosos de que al rugby no lo manchan los males de otros deportes. Por ello, éste no brinda a los más humildes la posibilidad de trascender socialmente como sí lo hacen el fútbol y el boxeo. O como sí sucede en otros países como Francia o Gran Bretaña. Según su estatuto, la Unión Argentina de Rugby no admite clubes que tengan entre sus actividades la realización de deportes profesionales.

Recién en las últimas décadas, gracias a algunos contados triunfos de la selección nacional, se popularizó un poco, llegando a la clase media. Hasta ahí nomás. Mucho menos que el tenis o el hockey.. Aunque ello derive en que Los Pumas no logren perforar su techo y estén cada vez más lejos de las potencias como Sudáfrica o Nueva Zelandia, con quienes habitualmente pierden por paliza.

En 1990, Violeta Chamorro encabezó una alianza opositora llamada UNO, que derrotó al sandinismo nicaragüense, en el poder desde 1979. En 2013, la oposición venezolana unida liderada por Henrique Capriles estuvo a muy pocos votos –si no hubo fraude- de derrotar a Nicolás Maduro, tras veinte años de gobierno chavista. En ambos casos, los dirigentes de la oposición –de derecha a izquierda- lograron encontrar fórmulas comunes que los contuvieron y les permitieron ser competitivos frente a una fuerza que además de votos genuinos, tenían a su disposición todos los recursos del Estado.

En la Argentina de 2015, esa experiencia no va a reproducirse. Lo más probable es que el Frente para la Victoria vuelva a triunfar, y en primera vuelta.

Más allá de la opinión que despierte la gestión de gobierno, está claro que el FPV es una fuerza unida, con liderazgo y objetivos claros, y sobre todo, con una inagotable vocación de poder. Tanto, que con tal de seguir en él, se tragará el sapo de llevar a Daniel Scioli como candidato a Presidente.

Todo lo contrario se vé en la oposición, que se presentará disgregada, incapaz de construir un liderazgo común, desaprovechando el mecanismo de las PASO, que en esta ocasión le significaba una oportunidad para lograr la unidad. Tanto, que más de un cerebro oficial pensó alternativas legales para suspenderlas. No hizo falta.

Argumentos exóticos, como la “pureza”, el “cambio” y lo “nuevo” fueron las excusas de Mauricio Macri para rechazar un acuerdo con Sergio Massa, quien lo planteó desde su debilidad, estando tercero en las encuestas. Distinto hubiese sido que dicho ofrecimiento hubiese sido formulado cuando Scioli, Massa y Macri se disputaban en tres tercios la voluntad del electorado.

Macri pretende ser Presidente de la Nación con un anclaje débil en la Provincia de Buenos Aires, que no pudo lograr pese a estar ocho años en la conducción del distrito vecino. Cuatro de cada diez argentinos votan en este territorio que Massa había logrado disputar hace apenas dos años, merced al apoyo de un colegio de intendentes hartos del kirchnerismo, los que en su mayoría volvieron con el rabo entre las patas al FPV.

En territorio bonaerense, no sólo hay que conseguir los votos, sino que además hay que contarlos y protegerlos. ¿De dónde sacará Macri los más de 30.000 fiscales idóneos y confiables que necesita para ello?

En el interior, el PRO armó su irregular estructura en base al aporte de famosos del deporte y el espectáculo. En las elecciones intermedias obtuvo algunos resultados promisorios, pero en esta elección habrá que ver si pueden erigirse en un armado sólido. El ejemplo de Miguel Del Sel en Santa Fe, puede ser un anticipo. Veremos.

Macri llega a la elección casi sin contenidos que le den volumen a su propuesta política. Con el pretexto de no ideologizar, suprime de su discurso definiciones claras sobre sus planes para enfrentar los problemas nacionales. Sí se percibe una cuidada elaboración en el marketing electoral, pero su proyecto de gobierno es una incógnita. Sólo cabe imaginarlo, si tenemos en cuenta su gestión en la ciudad de Buenos Aires, y quiénes lo acompañan en los equipos técnicos que conduce Carlos Melconian.

Massa tampoco pudo armar algo interesante en el interior. Recogió el apoyo de dirigentes peronistas al borde del retiro, y de radicales que se terminaron yendo con la alianza del PRO y la UCR. Todo ello en simultáneo con la diáspora del conurbano. Pese a tener un contenido político más intenso que el de Macri, y aún que el de Scioli, Massa falló por su incapacidad para contener a todos esos dirigentes intermedios con votos propios. ¿Qué los expulsó a todos ellos?

De todos modos, Massa tiene a su favor su juventud, y pese a ella, su experiencia en la gestión. Y la posibilidad de aprender de sus errores.

El principal de ellos fue de orden estratégico: la pretensión de ser la “avenida del medio”, suponiendo que iba a quebrar la polarización. En este portal, ya analizamos que ella era inexorable y que su carácter estaría marcado por el eje institucional, más que por lo económico social, cuyo conflicto explotará el próximo año.

Basado en encuestas que dicen que la gente apoya algunos aspectos y critica otros del gobierno, Massa armó una propuesta que terminó resultando ambigua para la mirada simplista de los operadores políticos, los medios y la opinión pública. Subestimó la demanda de transparencia y valores republicanos, lógica en un gobierno que carece de ellos. Cuando se endureció, ya no fue creíble.

Macri y Massa son los principales responsables de este fracaso de la oposición en armar una alternativa triunfadora. Pese a que casi el 70% de los argentinos quieren un cambio, la oposición no está en condiciones de ofrecérselo. Al 30% que quiere la continuidad sólo le bastará que se sume un 10% que vea en Scioli a un cambio de estilo.

A la oposición le quedará esperar que suceda algo externo e inesperado que modifique el escenario brutalmente, como la crisis financiera de septiembre de 2008 que le aseguró el triunfo a Barack Obama frente al ascendente John Mc Cain, o el atentado de Atocha que a tres días de las elecciones españolas de 2004, le hizo perder el poder al Partido Popular, derrotado por el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Quizás la ayude la decisión de Cristina Fernández de ponerle a Carlos Zannini en la boleta a Daniel Scioli, y la presencia de hipercristinistas en todas las candidaturas, en especial en las listas de diputados de la Provincia y Capital, encabezadas por los camporistas Wado de Pedro y Axel Kicilof. Veremos si ello le importa al 75% de la sociedad, que sólo se interesa por la política los domingos que hay elecciones.

Se dice que el gurú ecuatoriano Jaime Durán Barba ha convencido a Macri que es mejor perder manteniendo la pureza que ganar embarrándose con el peronismo.

Una derrota digna, al mejor estilo Los Pumas.

Buenos Aires, junio de 2015



Gracias por leer, comentar y/o reenviar este artículo

No hay comentarios: