El arte de flagelarse




El gobierno perdió las PASO por sus exclusivos méritos, agravando aún más su situación con el sainete de las renuncias.

El mapa electoral de las PASO 2021 quedó muy distinto al de octubre de 2019. La camiseta de Boca de hace dos años, dio lugar a una extensa alfombra amarilla con escasos puntos azules. El peronismo perdió en la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Entre Ríos, como se esperaba, pero también cayó en Provincia de Buenos Aires, La Pampa, Chaco, San Luis y Santa Cruz, entre otros distritos que normalmente le son propicios. El oficialismo sólo ganó en Tucumán, Catamarca, Formosa, La Rioja, Salta, San Juan y Santiago del Estero. 

En el total nacional, Juntos por el Cambio cosechó el 40% de los votos, y el Frente de Todos, el 31%. En la presidencial de octubre 2019, la última contienda electoral anterior, JXC logró una cifra similar, mientras que el FDT había trepado al 48%. 

En cantidad de votos, la fórmula Fernández-Fernández había obtenido casi 13.000.000, y Macri-Pichetto llegaron a 10.800.000. 

En estas elecciones, votó el 67% de votantes del padrón, la cifra más baja de la historia. Representa 10 puntos menos que en la legislativa de 2017. 

Tanto el padrón de 2019 como el de 2021 rondan los 34 millones de electores. Teniendo en cuenta que en 2019 votó el 81% del total, en esta elección hubo una disminución de 4.760.000 de votantes. Además, los votos en blanco (800.000) llegaron casi al 4% y los nulos (600.000) representaron poco menos del 3%, mientras que éstos en 2019 fueron del 1,6% y 0,9%. 

Así, pese a que Juntos por el Cambio obtuvo 1.700.000 votos menos que en 2019, mantuvo el porcentual y ganó las elecciones por nueve puntos. El Frente de Todos se alzó con poco menos de 7.100.000, casi la mitad de los obtenidos en 2019. 

Si se suman los que no fueron a votar, los votos en blanco y los nulos, se obtienen casi 6.200.000, una cifra ligeramente superior a la diferencia entre lo obtenido en 2019 y lo de 2021 por el Frente de Todos.

Del análisis de todas estas cifras, surge claro que en estas PASO el gobierno perdió los votos que había agregado en 2019, tras la reunificación lograda en el Frente de Todos, en donde confluyeron peronistas kirchneristas, peronistas no kirchneristas y kirchneristas no peronistas. 

Hecha esta aclaración, cabe preguntarse por qué se produjo esta debacle. 

Una de las primeras causas es la situación socio económica, en especial del conurbano bonaerense, principal bastión de la victoria de 2019. La inflación interanual –pese a estar descendiendo levemente desde abril- está en niveles similares a la del último año del gobierno de Mauricio Macri, cuando llegó al 54%. Esto a su vez va de la mano con una fuerte caída del salario real, con lo que para los sectores de clase media para abajo, la situación concreta de las familias argentinas es peor que la de diciembre de 2019, pese a la reactivación económica que se verifica en este último año tras el desastre del 2020, lo que ya pone los niveles de producción en términos ligeramente superiores a los del 2019. 

Sin ninguna duda que la pandemia fue un bomba atómica sobre la economía argentina, pero esa explicación no reconforta a nadie. El conjunto de medidas restrictivas –absolutamente necesarias para enfrentar la pandemia- fueron un golpe adicional para millones de argentinos que viven de su trabajo diario. Más allá de toda discusión sobre la extensión y la intensidad de la cuarentena desde el punto de vista epidemiológico, está claro que ella constituyó una inevitable fuente de empobrecimiento para la sociedad, siendo el conjunto de medidas como el IFE, el ATP, los préstamos subsidiados y otros, meros paliativos, aun a pesar del gran costo fiscal que los mismos representaron. 

Queda claro que si las medidas de protección no se hubiesen tomado, la economía igualmente se hubiese visto gravemente perjudicada, y los infectados y muertos se hubiesen multiplicado por tres o por cuatro. Pero esa especulación tampoco llega a conmover quien lleva su voto a la urna. 

Otro aspecto a considerar es la sólida, consecuente y contundente estrategia comunicacional de la oposición, instrumentada a través de los principales multimedios como Clarín y América, La Nación –con el ex Presidente Mauricio Macri integrado a sus filas- el portal Infobae (el más visitado) y otros medios, los que jugaron todos de manera inequívoca para la oposición. 

Pero frente a ello, el gobierno manejó la comunicación con un puñado de amateurs, sin una política específica al respecto, y sin tener en cuenta las modalidades actuales de la comunicación social. El mismo gobierno recibió una encuesta en la que se daba cuenta de que la mayoría de los argentinos se informa a través de las redes sociales en primer término, luego por los portales, la radio, la televisión y los diarios de papel, en ese orden. Pero no elaboró ninguna estrategia comunicacional que respondiera a ello. Peor aún, se dedicó a ser oposición de la oposición, subiendo al ring a Mauricio Macri –táctica funcional a JxC, que quería evitar fugas por derecha- y a someterse a la agenda diseñada por los medios, en lugar de imponer la propia relatando sus acciones y logros. 

Quizás por prejuicios, tampoco el gobierno mostró demasiado interés en el conocimiento y utilización de herramientas nuevas aplicadas a la política moderna, tales como la consultoría política, el coaching, la teoría de la comunicación o el diseño de estrategias 2.0. Prefirió hacer otra vez una campaña a la antigua, sin la mística ni el contexto que tuvo la del 2019. 

Además de no tener un relato destinado a conquistar el centro del espectro ideológico, el gobierno le regaló la calle al ala dura de JXC y a la nueva ultraderecha, enfriando a la propia militancia. 

Mientras JXC y la izquierda aprovecharon el mecanismo de las PASO para dirimir sus fuertes internas y darse a sí mismos mayor volumen político, el Frente de Todos decidió sus candidaturas en un ascensor, sin que se pudiera reflejar en una elección la pluralidad de posturas que existen dentro de la coalición gobernante, y que tras la derrota afloran de manera escandalosa y desordenada. 

Pero la cuestión más importante es la del liderazgo. La jugada brillante de Cristina Fernández-Kirchner de ubicarse en el segundo término de la fórmula encabezada por Alberto Fernández no dio en el ejercicio gubernamental el mismo resultado que en la elección de 2019. 

No sólo en el conjunto del gobierno, sino en todos y cada uno de los ministerios, conviven intercalados representantes del grupo más afín al Presidente, La Cámpora, el Instituto Patria, el Frente Renovador, las organizaciones sociales, el sindicalismo, los intendentes y gobernadores… Esta situación traba los mecanismos de decisión, y frente a problemas acuciantes, las soluciones se diluyen y crece el internismo

Una victoria hubiese mantenido oculto este panorama, pero la derrota lo puso en evidencia. En estas horas, se ha desatado una seguidilla de acusaciones mutuas entre dos grandes bloques de funcionarios, leales al Presidente y a la Vicepresidenta. 

El gobierno debe resolver cuanto antes la cuestión del liderazgo, hablando más cara a cara que por Twitter. Y una vez logrado ello a través de un acuerdo, tomar las decisiones políticas y económicas necesarias para revertir las situaciones descriptas en los párrafos anteriores. 

El reciente conflicto producido por las renuncias en bloque de los funcionarios kirchneristas fue tomado por el Presidente como una presión, frente a la que no quiere claudicar para no quedar debilitado. Pero la actitud de Cristina pone en evidencia que tiene que haber cambios de políticas y de funcionarios para volver a ganarse la confianza de la población. Ambos tienen razón, pero dirimir la cuestión de manera pública es un incendio autogenerado, que aleja la posibilidad de revertir la derrota en noviembre.   

Cristina se siente respaldada por el apoyo popular, dentro del arco del Frente de Todos, y el respaldo de la mayoría de los legisladores nacionales de la coalición. Alberto basa su poder en el cargo, y en el respaldo institucional de gobernadores, intendentes, sindicatos y algunos sectores empresarios.  Ninguno tiene la fuerza suficiente para sacar de la cancha al otro sin que ello derive en una nueva derrota en noviembre y en una gobernabilidad amenazada para la segunda mitad de la presente gestión.  

Para la solución política y económica de esta crisis, y revertir la derrota, el Frente tiene sólo dos meses. Pero no es imposible. Los cuatro puntos de diferencia en la provincia de Buenos Aires son reversibles para un peronismo que esté conducido y movilizado, con un contexto económico de recuperación. 

Mariano Rovatti 

Algunas de estas dificultades ya las habíamos visto en el artículo El año menos pensado , en donde evaluamos los logros y fallas del gobierno nacional.

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