Por Mariano Rovatti
Cómo pasó
Tal cual se expresó en el artículo anterior, la alianza
entre Mauricio Macri y Javier Milei constituyó un acto de sinceramiento político. El ex Presidente había jugado a favor, en
las formas, pero en la realidad en contra de Horacio Rodríguez Larreta primero,
y de Patricia Bullrich después. Su
candidato fue siempre Milei, y también lo fue su victoria en el ballotage.
La simple suma de los votos de Juntos por el Cambio –con excepciones
que conforman apenas un margen minoritario- con los de La Libertad Avanza
explica la victoria de Milei, más un pequeño aporte de Juan Schiaretti.
Sergio Massa había triunfado con el 36% en la primera vuelta
y se había impuesto claramente en el debate presidencial anterior al ballotage.
Pese a ello, Milei ganó porque logró alinear detras suyo a todo el
antiperonismo y a la gruesa franja de votantes afectados por el proceso
inflacionario imparable desde principios de la década anterior. El fracaso en
la gestión económica le quitó credibilidad a Massa, quien de ganar, hubiera
quemado todos los libros de la teoría política. Más allá de la derrota, su
resultado fue mayor al esperado.
El gobierno de Alberto Fernández, a través de sus dos principales
ministros de economía, no logró
distribuir la riqueza generada en la economía nacional. Medida de punta a
punta, su gestión recoge un crecimiento cercano al 8% del PBI. Si bien el
promedio da un módico 2% anual, fue un período marcado por la herencia del
endeudamiento previo, la pandemia, la guerra de Ucrania y la sequía. No está
tan mal luego de un período como el de Macri, que había arrojado una caída total
del PBI del 4,4%.
La gran carencia del período 2019-2023 en materia económica
social fue la exclusión de la franja de
trabajadores no formales, que ya venían mal en los dos gobiernos anteriores,
pero en la pandemia recibieron un mazazo. Siempre se los ubicó socialmente en
el tramo de clase media baja, pero al no tener ninguna cobertura social,
quedaron peor que ella, que sí dispuso de políticas públicas que la
contuvieron. La única vez que el Estado se acordó de ese sector fue a través
del Ingreso Federal de Emergencia (IFE) que duró un suspiro, pero le daba al
Estado la posibilidad de tener un registro de esa franja social. Pero no se
hizo nada a favor de su inclusión social.
Podría decirse que ese sector medio-bajo –acostumbrado a no
contar con el Estado y a rebuscárselas con su propio esfuerzo- fue el primer
campo fértil para las ideas disruptivas del nuevo presidente, basadas en la
ponderación de la libertad como
principal motor del progreso.
Además, Milei fue el
más opositor de los opositores, y en un contexto político, económico y
social adverso para el oficialismo, su victoria tiene lógica, y le da razón a
quienes sostienen que en la política contemporánea se construye poder a partir
de la confrontación, y no de la moderación. La avenida del medio fue nuevamente un territorio habitado por los
perdedores.
Qué pasará
Entre la victoria de noviembre y la asunción de diciembre,
Milei intentó construir una base que le diera gobernabilidad. Muchos de sus
acompañantes de la primera hora se cayeron junto a las propuestas iniciales de
dolarización y quema del Banco Central. Y llegaron otros alfiles, fruto de
acuerdos de última hora, y con ellos, la sustitución de proyectos disruptivos
por otros que no son otra cosa que nuevas
versiones de viejas políticas.
Más allá de lógicas peleas por el poder, el macrismo logró
poner a Luis Caputo como Ministro de Economía. Patricia Bullrich logró meterse
junto a Luis Petri en el gabinete en las áreas de seguridad y defensa,
prometidas inicialmente a la vicepresidenta Victoria Villarruel. El empresario
Eduardo Eurnekian tendrá –además del propio Milei- a Guillermo Francos y
Nicolás Posse como agentes leales. También Schiaretti logró meter funcionarios,
Flavia Royón pasará a la Secretaría de Minería por un acuerdo con el gobernador
Gustavo Sáenz, y hasta Yanina Martínez, nueva secretaria de Turismo, entró por
un acuerdo con Alberto Fernández y Luis Barrionuevo.
Los primeros pasos del gobierno muestran un grado
inquietante de improvisación y falta
de preparación para la tarea gubernamental. Las medidas que prometían en su
mayoría eran inconstitucionales o
requerían mayorías en el Congreso, difíciles de obtener a partir de bloques
propios muy poco poblados. Los recientes anuncios de Caputo muestran un
recetario conocido, que sólo ofrecen incertidumbre por la intensidad que
tendrán sus medidas.
La orientación económica social que se exhibe llevará a un
escenario de recesión, caída del salario, desocupación, conflictividad social y
pérdida de soberanía económica. Además de la pobreza conceptual, sorprende la falta de humanidad con la que los funcionarios
comentan las medidas tomadas.
En lo único que hay consenso, es que la inflación es el principal problema. Pero esta política ¿sirve
para derrotarla o generará un incremento de dicho proceso?
Está claro que el gobierno busca derrotar a la inflación contrayendo la demanda, tal como
hicieron Adalbert Krieger Vasena, Celestino Rodrigo, José A. Martínez de Hoz o
Mauricio Macri, entre otros. ¿Realmente quisieron derrotar la inflación, o
buscaron incrementarla para favorecer una migración de recursos de las clases
populares hacia los grupos concentrados?
El déficit fiscal y la emisión monetaria no son los únicos
factores que crea inflación. También la generan la caída de la productividad –que hace disminuir la oferta de bienes y
servicios- y la concentración económica,
que carteliza los precios, en especial los de los alimentos.
Esta política económica, tal como fue esbozada por Caputo,
sólo se ocupa de la reducción del gasto público, haciendo caer todo el esfuerzo
del ajuste sobre los asalariados, los jubilados, los trabajadores informales y
sus familias, quienes perderán capacidad de ahorro y consumo. La casta no tendrá ninguna consecuencia.
Hasta ahora, no hay una propuesta para generar más ingresos
públicos, ni para estimular la producción y el empleo, lo que indirectamente
también generaría mayores recursos fiscales. Tampoco se vé un proyecto para
incrementar las exportaciones, y así generar más divisas, solidificando el
esquema de reservas que sirva para respaldar la moneda nacional.
Párrafo aparte lo constituye la política exterior, en donde además de desperdiciar la chance de
entrar al grupo de los BRICS –que representan el 40% de la población mundial y
el 25% del PBI global- se produce un alineamiento automático a Estados Unidos e
Israel, lo que pone otra vez a la Argentina en la mira de posibles atentados
del fundamentalismo islámico.
Todo esto llevará a desaprovechar una ocasión favorable al
país, de generar desarrollo, exportaciones y divisas, mejorando la situación
fiscal, dadas las auspiciosas condiciones macroeconómicas internacionales para
el año entrante. A menos que haya un cambio de rumbo, nos espera un año muy
desfavorable en lo político, lo económico y lo social.
Buenos Aires, 13 de diciembre de 2023
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