El reino de los miserables

Por Mariano Rovatti


La falta de grandeza parece ser la nota común de nuestra clase política contemporánea, tanto en su versión oficialista como opositora.

La derrota del kirchnerismo en junio del año pasado, preanunciaba un 2010 con mayores equilibrios en el juego del poder. El gobierno perdía el control de las cámaras legislativas, y se abría la posibilidad del renacimiento del debate político. Qué ingenuidad.

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El Senado es un símbolo de nuestro fracaso nacional. Sólo se habla de él, en términos numéricos, para determinar cuáles de los bandos en pugna se impondrá en cada batalla. La ausencia de discusión es patética, fiel reflejo de la carencia de ideas de nuestros dirigentes. Sólo vale saber si se llega al mágico treinta y siete. No importa para qué.

Varios de sus integrantes navegan entre el oficialismo y la oposición, dirimiendo internas pueblerinas y cuestiones de cartel dentro del recinto. Menem, Jenefes, Bortolozzi, Viana, Lores, Latorre y Verna cambian sus roles tantas veces como sus plumas las vedettes de la calle Corrientes.

El titular del cuerpo –el Vicepresidente Julio Cobos- descubrió que crece en las encuestas cada vez que se planta frente a la pareja real. El retiro que se impuso tras sus errores cometidos durante el primer mes del año, lo desdibujó frente a la opinión pública, dándole aire a Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz en la ponderación social.

El gobierno se llevó puesto todo lo que encontró a su paso durante seis años. Ahora, concibe a la pérdida de la mayoría sumisa como un obstáculo para gestionar. Su naturaleza confrontativa y demonizante le impide sentarse a negociar acuerdos mínimos. No tolera comprobar la propia debilidad, por pequeña que fuese.

La oposición, ese conjunto multiforme, a veces anárquico y generalmente contradictorio, no mejora los hábitos gubernamentales. Los repite con la calidad de las fotocopias baratas.

El gobierno tiene una conducción centralizada que sabe lo que quiere, y está dispuesto a conseguirlo a cualquier costo; la oposición carece de esos atributos, y aunque declama la necesidad de diálogo y consenso, en concreto actúa con la misma intolerancia de quienes enfrenta.

Un ejemplo: con el único objetivo de crearle un problema al oficialismo, votó contra la designación al frente del Banco Central de Mercedes Marcó del Pont, una de las escasas figuras con algún brillo intelectual que puede exhibir la actual administración.

Otro: en flagrante violación del art. 75 inc. 3° de la Constitución Nacional, aprueba la modificación de la asignación de los recursos provenientes del impuesto al cheque sin obtener la mayoría requerida en la misma.

La oposición cumple códigos no escritos, como haberle perdonado la vida a Eduardo Fellner en la presidencia de la Cámara de Diputados; pero no acata el texto claro y preciso de la ley fundamental, con argumentos tirados de los pelos.

Referido al impuesto al cheque, es lamentable que poco se hable de la cuestión de fondo: el grado de autonomía financiera –y por lo tanto política- que el gobierno nacional está dispuesto a tolerarle a las provincias. Unitarios vs. Federales. Otra vez. No hemos superado una discusión originada en 1811. Ya no hay bayonetas, ni mazorqueros, ni salvajes unitarios, pero la pelea, en el fondo, es la misma.

Desde 1983 hasta ahora, ningún gobierno había sido tan centralista. La Presidenta ya avisó que vetará cualquier modificación, y que además, las provincias que la voten serán maltratadas por la caja nacional. La insistencia opositora sólo persigue el desgaste político del gobierno, pero la mecánica de los hechos sugiere que la destrucción será recíproca.

El empate entre ambos poderes –ejecutivo y legislativo- obliga a hacer entrar en la escena política al tercer actor: la justicia.

El proceso de judicialización de la política, termina necesariamente en la politización de la justicia. Día a día, aumentan los casos relevantes que caen en un juzgado, a sabiendas que tarde o temprano, acabará en manos de la Corte Suprema de Justicia.

La validez de los DNU sobre el uso de las reservas; la aprobación de la modificación al impuesto al cheque; los reclamos por deudas del gobierno nacional con provincias como Santa Fe, Córdoba o San Luis; los medicamentos falsos y las valijas de Antonini Wilson, ambos relacionados con la financiación de la campaña de la fórmula Cristina Fernández-Julio Cobos; la validez de la sanción de la nueva ley de Medios; la aptitud constitucional de Francisco de Narváez para acceder a la presidencia de la Nación; el caso de espionaje en el GCBA; el enriquecimiento de Ricardo Jaime....son ejemplos de casos actuales y futuros que deberá decidir el Poder Judicial, devenido en el árbitro político de la contienda entre el oficialismo y la oposición.

El oficialismo propone exámenes a los jueces y cumplimiento de límites de edad. Manda a sus habituales bocones -Aníbal Fernández, Miguel Pichetto, Agustín Rossi, Hebe Bonafini y Hugo Moyano, entre otros- a desmerecer a los magistrados. Hasta que se dan cuenta que les sale el tiro por la culata: si van por Carlos Fayt por su edad, al rato caería también Enrique Petracchi, por el mismo motivo. Paralelamente, la oposición busca volver a la antigua composición del Consejo de la Magistratura, en la que el poder político de turno no tenía el control. La pelea real es por ganarse al tercero que definirá la contienda.

Mirando hacia adentro

A un año y monedas de la elección primaria, según el nuevo régimen si es que se aplica, el oficialismo pondrá en la cancha a Néstor Kirchner. No hay plan B. Es él o nadie. De la misma manera que Carlos Menem jugó con el nombre de Ramón Ortega, Kirchner lo hace con el de Daniel Scioli.

Lo único que queda por definir es la cronología de los hechos que lleven a Kirchner a la candidatura nacional. Los hechos van sugiriendo que su único adversario interno relevante será Eduardo Duhalde. De Narváez no sería autorizado por la Corte y Carlos Reutemann está más motivado con la Federación Internacional del Automóvil que con la política argentina. Alberto Rodríguez Saá irá por afuera del PJ y los demás no tienen la chapa que hace falta para enfrentar a Kirchner.

Por ello, al ex motonauta le queda como única alternativa buscar su reelección. No le será sencillo.

Además de los problemas de gestión que aún soporta, es una mala noticia el vacío que deja la ausencia –temporal o permanente- de Alberto Balestrini. Más allá de la escasa sintonía personal entre ambos, el vicegobernador ofició – en su carácter de jefe político del distrito bonaerense más importante- de articulador entre la gobernación y las intendencias del conurbano, asiento del poder más terrenal del país.

Balestrini nunca sacó los pies del plato kirchnerista, y fue un factor de equilibrio entre todas las partes en pugna. Quien parece sucederlo en ese rol, por ahora es Federico Scarabino, impulsor de un proyecto de reforma electoral bonaerense, que separaba los comicios provinciales de los nacionales. Imposible de tolerar en los jardines de Olivos.

En el universo del peronismo bonaerense han surgido tres polos que desafían el proyecto reeleccionista de Scioli: la alianza entre Sergio Massa, Pablo Bruera y algunos intendentes del interior, con el patrocinio de Alberto Fernández; el armado político sindical de Hugo Moyano, y la intensa actividad de Eduardo Duhalde, con el apoyo de numerosas agrupaciones locales postergadas, más los aportes sindicales de Jerónimo Venegas y Luis Barrionuevo.

A ellos hay que agregar a Francisco De Narváez, una vez que la Corte Suprema de Justicia le confirme que la Constitución Nacional no lo habilita para ser candidato a Presidente.

Sigue de cerca el proceso interno del justicialismo el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. Ya decidido a pelear por el sillón mayor, deja a su eterna delfín Gabriela Michetti con la ardua tarea de retener el gobierno de la ciudad. Teniendo en cuenta la obligación de ganar por la mitad más uno de los votos, será muy difícil cumplir con ese objetivo.

Macri sueña con que Eduardo Duhalde enfrente y sea derrotado por Kirchner en la primaria del PJ. Y que luego, en la general, Duhalde le ceda ese armado para enfrentar al Pingüino.

Si bien Macri no tiene un armado nacional que le sirva de sustento, cuenta con una estructura que le será útil: la red de filiales del Club Boca Juniors, y la excelente imagen que aun conserva entre sus hinchas, que representan un tercio de la población argentina.

La pobre actualidad del equipo xeneize potencia la imagen de Macri entre sus simpatizantes, nostálgicos de los años de gloria que se han ido. No extraña por ello, que el Lord Mayor de Buenos Aires haya vuelto a inmiscuirse en los asuntos boquenses.

Mirando hacia afuera

Al mismo tiempo, el gobierno protagonizó semanas intensas en el terreno internacional.

Néstor Kirchner avanza hacia su consagración como titular de la Unión Sudamericana de Naciones, aprovechando la tirantez entre Luiz Inacio Lula Da Silva y Hugo Chávez. La nominación del santacruceño implica que ninguno de los dos grandes líderes de la región sean derrotados.

Tras el conflicto con China por las exportaciones de aceites, se sumó uno similar con Rusia, por la comercialización de carnes. Si consideramos que hemos quedado desacomodados con Brasil con respecto a la política nuclear, y a la relación con Irán, en pocos días la Argentina ha logrado incomodar a tres de los cuatro miembros del BRIC, la alianza de países emergentes más relevante del mundo, surgida para contrapesar el poder de los Estados Unidos, Europa y los tigres asiáticos.

Todo ello mientras la Presidenta suspiraba por tener un encuentro a solas con el presidente de los Estados Unidos, quien –finalmente- le dedicó un cuarto de hora de su agenda.

Buenos Aires, 19 de abril de 2010

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