La última sorpresa de Kirchner

Por Mariano Rovatti

 
Brutal cambio de escenario en la política argentina: su protagonista principal de la última década acaba de marcharse súbitamente, dejando un vacío difícil de llenar.

Kirchner lideraba el espacio político que gobierna al país desde 2003. Una alianza compleja de sectores e intereses que fueron desgajándose de a poco desde marzo de 2008, cuando estalló el conflicto con el campo, a pocos meses de asumir la presidencia su esposa Cristina Fernández.

Tras la derrota electoral de 2009, el kirchnerismo quedó compuesto por...

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...el Partido Justicialista, la Confederación General del Trabajo, veintidós gobernadores, y distintos sectores de la centroizquierda. Varios intendentes del conurbano ya mostraban un relativo desapego al liderazgo del ex presidente.

Néstor Kirchner era quien lograba asir las riendas de ese complejo entramado. Más allá de todo, su liderazgo no se cuestionaba, trabajando para su candidatura presidencial para el año que viene, en cumplimiento del viejo plan matrimonial del 4x4. De todos modos, ya habíamos adelantado que tanto los médicos como su familia le habían exigido a Kirchner que no fuera candidato, por su delicado estado de salud.

En nuestro anterior artículo, titulado Cuesta abajo, analizábamos la pérdida objetiva de poder político que afectaba a Kirchner. Tras haber escrito esas líneas, dos hechos políticos sucesivos sacudieron el panorama: el impresionante acto de la CGT en la cancha de River, y el asesinato del joven militante Mariano Ferreyra.

Hugo Moyano había hecho un acto cuyos principales destinatarios eran los mismos Kirchner. Allí les exhibió su poder de movilización, y su eventual aptitud para paralizar el país. El líder camionero reclamó -sin medias tintas- ser parte de la mesa chica de las decisiones del poder, en especial, aquellas relacionadas con la confección de listas de candidatos. Ante una posible derrota oficialista, Moyano pretende asegurarse una amplia base de cuadros propios ubicados principalmente en el Congreso Nacional, por un mínimo de cuatro años.

Apenas cinco días después de esa jornada de gloria para el sindicalismo peronista, se produce el crimen de Ferreyra, muerto a manos de matones de la Unión Ferroviaria.

El gremio de José Pedraza lejos estaba de ser un rival para Moyano. Antiguos socios de la Confederación Argentina del Transporte, junto a los taxistas y los colectiveros, estos cuatro gremios asociados manejan la logística del país.

Pero el gremio de Pedraza tiene un plus: es socio del gobierno en la explotación del Ferrocarril Belgrano Cargas. El hombre que garantiza esa alianza es Julio De Vido, aliado estratégico del Secretario General de la CGT.

Si bien el crimen aún no está esclarecido en cuanto a su autoría intelectual, en ambos hechos quedaron afectados el sindicalismo y el gobierno. La demostración de poder y los posteriores hechos de violencia remitieron a épocas de grave anarquía, preludio del último golpe militar.

Gobierno y CGT son –recíprocamente- aliados principales. Pero a la vez, son voraces competidores por el poder.

Kirchner sabía que lo necesitaba a Moyano; y que para tenerlo con él, debía pagarle cediendo generosos espacios de poder; los que además estaba en riesgo de perder, entre otras razones, por su cercanía con el hábil camionero.

Kirchner se llevó este dilema a la tumba. En su última operación política, le ordenó a los ministros Aníbal Fernández, Julián Domínguez y Florencio Randazzo que le vaciaran la reunión del PJ provincial en donde Moyano intentaba ejercer -en términos reales- su liderazgo formal del PJ bonaerense. Contaron con la alianza circunstancial de los intendentes, adversarios de Moyano en la interna del partido.

Kirchner deja con su muerte un hueco. ¿Quién lo llenará?

La Presidenta Cristina Fernández tiene la misma naturaleza política que su marido, por lo que –a grandes rasgos- no hay que esperar cambios sustanciales de estilo ni de fondo en la la gestión de gobierno. Su personalidad es tanto o más aguerrida que la de Néstor. De hecho, en los últimos tiempos, se venía afirmando en el control de los asuntos de Estado, que iban quedando cada vez más fuera del alcance de su difunto marido.

Pero la duda que surge es si además tendrá el liderazgo necesario sobre las distintas vertientes del oficialismo. Más que su capacidad, lo que está por verse es el tamaño del desafío que tiene por delante.

Todo el proceso que describimos antes, más la muerte de Kirchner, para los distintos sectores será una invitación a abalanzarse sobre el plato del poder. Es de esperar una lucha feroz y despiadada.

Objetivamente, el oficialismo se debilita al perder a su exponente principal. Pero la presidenta tendrá –a su vez- la posibilidad de concentrar en sus exclusivas manos el poder de decisión. ¿Quién se sentará ahora a su mesa chica?

Tendrá la tentación de separar a los aliados de su marido, y llenar los lugares con cristinistas, pero ello le reportará aislamiento y mayor división de su frente interno.

Uno de los puntos fuertes del gobierno es la economía, previéndose un 2011 próspero para el país y la región. El manejo del dinero será fundamental para las aspiraciones de reelección de la Presidenta. El único fantasma que asoma es un proceso inflacionario, pero el gobierno tiene recursos para enfrentarlo.

Si bien las últimas encuestas mostraban una persistente caída del matrimonio, la figura de la Presidenta estaba mejor que la de su marido. El dolor de la muerte le generará un nivel de apoyo social. Las muestras de sincera congoja popular –en especial de numerosos jóvenes- visibles en las exequias pueden –paradójicamente- fortalecer su posicionamiento.

Hugo Moyano ya mostró sus cartas. En apenas dos semanas, pasó por la gloria en River, la muerte de Ferreyra, teniendo ahora la posibilidad de fortalecerse relativamente en la interna justicialista. Sin Kirchner, Moyano es un referente de aún mayor peso que antes.

Daniel Scioli había empezado a destetarse del gobierno nacional, asegurándose –entre otras cosas- 500 millones de pesos provenientes de un crédito externo para cubrir su bache fiscal de 2011. Sus gestos políticos eran claros hacia la autonomía. Kirchner pretendía que ocupara nuevamente el segundo término de la fórmula presidencial, pero Scioli medita entre la reelección y el salto hacia la Presidencia. La desaparición de Kirchner obliga a Scioli a esperar un poco más el curso de los acontecimientos y la evolución del poder.

Cuenta con el apoyo de la mayoría de los intendentes, quienes no querían ir en la misma boleta con Kirchner. El nuevo escenario invita a repensar esa posibilidad. También Scioli crecerá en la interna del poder.

Para el peronismo federal, muerto Kirchner, desaparece el principal factor de su unidad. La oposición a Kirchner facilitaba su amalgama, que podrá continuarse contra Cristina, aunque el crecimiento de la figura de Scioli también obligará a volver a pensar las estrategias.

Para la oposición en general, se abre un período en el que deberán darle un respiro al gobierno, a fin de no quedar como aves rapaces ante la opinión pública. Si bien no hay un recambio de gobierno formal, el momento político se le parece. En la práctica, es como si Cristina asumiera por segunda vez. Y todo gobierno nuevo tiene derecho a un período de gracia.

Será una buena oportunidad para el arco opositor de elaborar planes de gobierno para una eventual victoria en 2011.

Será también una oportunidad para la reflexión de la clase política en su conjunto, sobre cómo proyectar el tiempo que viene.

Los dirigentes políticos suelen sentirse omnipotentes, eternos, inexpugnables. La muerte de uno de sus pares, y en este caso del número uno, los devuelve brutalmente a la realidad. Los obliga a pensar serenamente, concientes de sus límites.

Cultor del efecto sorpresa, con el que varias veces dejó con la boca abierta a propios y extraños, de esa manera se fue de la vida Néstor Kirchner. Escribió apasionadamente las páginas recientes de la historia argentina, despertando adhesiones y alimentando enconos; redoblando apuestas y atravesando derrotas; con convicciones y contradicciones.

Hoy, como diría Discépolo, chiquito y desnudo, está frente a Dios.

Buenos Aires, 28 de octubre de 2010

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