¿A qué fue?

La Argentina paseó –como nunca- su imagen tercermundista por los Estados Unidos, en especial en las conferencias dadas por la Presidenta Cristina Fernández, en las Universidades de Georgetown y Harvard.

En ambas ocasiones, treinta chiquilines medianamente informados alcanzaron para sacarla de quicio en más de una ocasión, haciéndola exhibir su altanería y la inconsistencia de un catecismo cada vez más desmentido por la realidad. (para leer la nota completa, cliquear en el título)

En Georgetown y Harvard, la inquisición progresista tuvo otra exposición de sus desmesuras desatando en el ámbito más inadecuado, su ola de terrorismo de estado verbal. Cristina fue silbada en más de una ocasión en un ámbito en donde seguramente ese tipo de reacción no es usual. Tampoco lo habrá sido la exposición una jefa de Estado descolocada emocionalmente, que maltrató a sus interlocutores con sarcasmo, descalificaciones y humillaciones, rebajándose ella misma y devaluando su investidura y nuestra imagen nacional.

 Como frutilla de la torta, cometió el mentado acto fallido por el que desmereció a los alumnos y la Universidad de La Matanza. No le alcanzó con agredir a sus interlocutores cercanos, sino que sintió la necesidad de maltratar a la distancia al distrito más importante de la Provincia de Buenos Aires, fuente de la porción más significativa de sus votos de hace apenas un año. Por supuesto que sus delegados Daniel Scioli y Fernando Espinoza la preservaron, atacando a las víctimas, que no supieron captar la fina ironía presidencial.

 Tras ese triste paso académico, un final que no puede ser peor: la decisión de tender puentes con Irán, tomada en territorio norteamericano. Más allá de la provocación que ello significa, de la opinión de Estados Unidos e Israel, y del aislamiento que genera esta política, Irán es el país que organizó y financió dos ataques terroristas contra nuestro país, en el centro de Buenos Aires, y que costaron vidas de cientos de argentinos. Mientras tanto, esos atentados siguen impunes.