Sabor de adiós



Por Mariano Rovatti

Cristina Fernández volvió a la escena, pero está lejos de ser la que fue. Como una mueca del destino, dos derrotas seguidas que pusieron fin a su sueño de eternidad en el poder, derivaron en un colapso de su salud psicofísica, que terminó en una delicada intervención quirúrgica, en cuidados extremos de su sistema cardiovascular y en fundadas dudas sobre su estado emocional. Todo ello ha generado un reacomodamiento en el poder, con figuras que crecen, otras que fugan y otras que se apagan, en medio de la certeza de la proximidad –esta vez sí- del fin de ciclo iniciado en 2003.

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Fue una imagen propia de un cuento de García Márquez o de una película de Federico Fellini. Pese al grotesco de la situación, el país respiró aliviado: …sí …es ella…pensaron millones de argentinos al ver a la Jefa de Estado rodeada sólo por un perro y un muñeco, en un video cuasi casero, destinado a mostrarle a la ciudadanía que está viva y en ejercicio ¿pleno? de sus atributos.

Después de más de un mes de incertidumbre e informaciones retaceadas, la sociedad civil merecía una explicación institucional sobre el verdadero estado de salud de la Presidenta y sobre el próximo rumbo de los acontecimientos políticos. La informalidad del video recoge un estilo campechano y cómplice con el hombre común, que le dio frutos políticos a Cristina en otro momento, pero que en esta situación quedó alejado de la exigencia del caso.

El perro chavista, el muñeco pingüino, las flores de Hebe Bonafini, la carta del joven del PRO…pueden ser una anécdota, pero lo más jugoso del retorno cristinista fue la decisión de modificar sustancialmente el gabinete nacional, hecho que fue anticipado en nuestro anterior artículo en ArgenPolitica.

La designación de Jorge Capitanich al frente de la Jefatura de Gabinete muestra la aceptación de Cristina de dos premisas: la imposibilidad de continuar en el poder más allá del 2015 y el deterioro de su autoridad política, motivada por lo primero y por su estado de salud.

Por primera vez, Cristina tendrá un jefe de gabinete que es en sí mismo un líder político de peso, con antecedentes de gestión y mando territorial. Coki es un peronista clásico, amigo del poder de turno y de transitar caminos dentro de lo posible. Funcionario de Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde, Capitanich representa la vuelta del PJ al ejercicio del poder real, aunque condicionado por las circunstancias.

El chaqueño gobierna una de las provincias en donde la pobreza y la marginalidad golpea con más dureza. En su terruño, no puede mostrar a la justicia social como uno de sus logros. Veremos cómo se las arregla –en medio de un proceso que no querrán llamar ajuste- para contener socialmente a más de diez millones de pobres en todo el país.

Los primeros pasos del nuevo Jefe de Gabinete han sido intensos, marcando claras diferencias con su antecesor Juan Manuel Abal Medina, fuera de escena por su ineptitud política y sus propios problemas de salud. El chaqueño se distingue por su fluido contacto con la prensa y con la sociedad política, prometiendo concurrir a rendir cuentas al Congreso Nacional, tal como lo ordena la Constitución y ninguno de sus antecesores ha cumplido cabalmente.

El anticipo dado por él mismo en relación al proyecto de Código Civil y Comercial unificado (conocido en los pasillos del poder como Código Lorenzetti) es la admisión oficial sobre su pérdida de influencia en el ámbito legislativo. Los bríos dados por Capitanich a su nueva gestión quizás sirva al FPV para detener o retrasar el proceso migratorio de sus legisladores hacia el massismo. Veremos.

El nuevo premier es un economista de formación ortodoxa, aunque la realidad de la política ya le mostró la insuficiencia de los manuales universitarios. Como gobernador, fue más un representante del cristinismo ante sus pares que al revés.

Por ello, le toca a Capitanich resolver los problemas de una producción industrial estancada, un proceso de inflación creciente, un frente externo amenazante, un sistema cambiario clausurado, el déficit energético y una infraestructura de servicios obsoleta, como principales problemas de la economía. Todo ello, sin superávit fiscal primario y sin superávit real en la balanza comercial.

Capitanich le tendrá que poner la cara a todos estos embates. Si le va bien, será el candidato del Frente para la Victoria en 2015, y hasta puede ganar. Si le va mal, caerá y quizás arrastre en su caída a todo el gobierno.

Mientras tanto, Daniel Scioli queda otra vez al costado del camino, con la única estrategia posible: esperar, armar lo que pueda, confiar que la provincia no se incendie, y que los demás actores políticos se desgasten. Otro que queda postergado es Florencio Randazzo, quien tuvo un perfil muy alto durante la ausencia presidencial, en vista del espacio vacío que quedó en la cima del poder. Quizás Capitanich le divida el ministerio para restarle protagonismo.

La oposición se quedó hasta ahora sin respuestas frente al vértigo que despliega Capitanich. Quizás, referentes como Massa, Macri y Cobos no tomen posturas públicas sin una encuesta en la mano que les indique cuál es el humor social frente a estos cambios.

Para equilibrar el panorama intragubernamental, Cristina puso a Axel Kicilof en el Ministerio de Economía. Tal como lo dijimos, el gobierno sólo sabe redoblar la apuesta, y Kicilof representa precisamente éso: hacer lo mismo que hasta ahora, pero con más intensidad y profundidad.

La sola presencia de Kicilof en el ministerio ya operó como un dato negativo para el país en los mercados económicos y financieros. El funcionario más agresivo del gobierno contra el capital privado es ahora ministro, por lo que no habrá que esperar un trato amigable hacia la inversión productiva, sino todo lo contrario, con la secuela esperable de más recesión, menos productividad, caída de salarios y mayor conflictividad social. Un círculo vicioso.

Una aparente compensación a ello es la salida de Guillermo Moreno, sin más margen de maniobra tras sucesivos fracasos de gestión. Su partida es otra muestra de la pérdida de autoridad presidencial: en cada cambio de gabinete, era obvio que Moreno era intocable. Ya no lo es.

Si bien Capitanich y Kicilof ya trabajaron juntos en el ámbito privado, y se respetan mutuamente, el pensamiento económico de ambos dista de ser el mismo. ¿Cómo encararán la solución a los crecientes problemas económicos que mencionamos más arriba? ¿Quién logrará persuadir mejor a Cristina sobre los caminos a seguir? ¿Cristina decidirá o dejará que se arregle el gabinete como pueda?

El resto de los cambios refuerzan la idea de que el Banco Central será un apéndice más del gobierno, sin ningún grado de autonomía. El hecho de que todos los cambios realizados giran en torno al área económica, muestran que el gobierno asumió cuál es su amenaza más intimidante.

Capitanich tiene un camino muy estrecho por delante. Si se retoba demasiado puede quedarse afuera del poder, y si obedece a ciegas, puede incendiarse con el gobierno. Es su gran desafío y –a la vez- su gran oportunidad. Si le sale bien, puede soñar con un futuro más allá del 2015, incluyendo una traición a su mentora.

Como corresponde a todo buen peronista.

Buenos Aires, 25 de noviembre de 2013

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