Sorpresivo cambio de rumbo



Por Mariano Rovatti

Rompiendo todos los pronósticos, el Cardenal argentino Jorge Bergoglio fue ungido como jefe de la Iglesia Católica. Un hecho político inesperado, que coloca en el primer plano mundial a uno de los opositores más consecuentes del gobierno de Cristina Fernández. Cultor del diálogo y de la necesidad de reconstruir la unión nacional, el nuevo pontífice se ha distinguido por su perfil pastoral, y por su predilección por los sectores más humildes de la sociedad.

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A partir de hoy es Francisco I, y hace décadas que viene preparándose para este día. Siendo jesuita y peronista, refleja una combinación que expresa su concepción del poder, cómo obtenerlo y para qué usarlo.

Parecía que su momento iba a ser en 2005, cuando murió Juan Pablo II. Allí había salido segundo en la primera votación, que finalmente consagró a Joseph Ratzinger, un teólogo que privilegió la pureza doctrinaria, pero sin perfil de líder. Su colaborador más cercano lo traicionó y generó el Vati-Leaks, el mayor escándalo que afectó al catolicismo en muchos años.

La designación de Bergoglio supone varias premisas:

1) La necesidad de un líder que conduzca de verdad una institución en crisis: el mismo Ratzinger al despedirse se quejó de la falta de unidad del catolicismo mundial, en especial de su jerarquía. Bergoglio entiende la crudeza del poder y se espera que así lo ejerza, pero además su gestión en Buenos Aires fue de constante relación con los curas y la gente en general. Seguramente, será un Papa que viaje mucho por el mundo, como Juan Pablo II, al contrario de Benito XVI, quien salió muy poco de Roma. Por sus antecedentes, no es de esperar que rueden cabezas, pero sí que se rodee de leales.

2) La modificación de las prioridades de la Iglesia Católica: quizás el catolicismo intente adoctrinar menos desde lo moral, y acercarse más a las necesidades humanas. América Latina es el continente con más católicos, pero también es una región marcada por la dependencia económica y la pobreza. Si el catolicismo no asume ese desafío, puede ver cómo aumenta el pase de fieles al evangelismo, los cultos orientales o al secularismo.

3) La ubicación de la Iglesia Católica en el tablero político mundial: hace pocos días murió Hugo Chávez, y sus exequias fueron la muestra de una alianza que no es circunstancial: Irán, Argentina, Ecuador, Bolivia, Cuba, Corea del Norte…¿China?. Un Papa argentino, opositor acérrimo a su gobierno, genera tanta adhesión del mismo como la designación de Karol Wojtila –Juan Pablo II- en 1978, en plena Guerra Fría. El régimen comunista vivió como un ataque directo a sus intereses la designación del pontífice polaco, quien fue activo impulsor de la caída del bloque soviético, materializada a partir de 1988, con el derrumbe del Muro de Berlín.

4) El cambio de estilo en la conducción: Bergoglio viaja en subte, visita las cárceles, a los enfermos de HIV, contiene a las víctimas de Once y Cromañon, llegó al Cónclave caminando, le gusta el tango y es confeso hincha de San Lorenzo. Se muestra como un hombre sencillo alejado del boato característico del Vaticano. También suele dar mensajes mucho más directos que los de sus pares, casi sin metáforas, y sin levantar la voz.

Obviamente, como hombre político, no es moneda de oro que a todos gusta. No es neutral en la política doméstica, y tiene aciertos y desaciertos en sus apuestas. Jugó fuerte para el Obispo Joaquín Piña, en 2006, cuando en Misiones se enterró la re-reelección del gobernador Rovira. Un año después bendijo la alianza de Jorge Telerman y Elisa Carrió, que duró un suspiro. En la segunda ronda apoyó a Mauricio Macri, de quien luego se distanció, pero manteniendo un sólido vínculo con Gabriela Michetti. Luego estuvo cerca del campo y de la CGT. En 2011, aprobó la nominación como diputado de la ciudad de Sergio Bergman, pero se quedó sin candidato nacional, al deprimirse su preferido, Eduardo Duhalde. Su relación con el kirchnerismo es mala. Sólo cuatro encuentros –sin frutos- en una década.

Desde la izquierda en general, y el gobierno en particular, se lo acusó de ser colaboracionista con la dictadura militar, pero nadie llevó el tema a los tribunales, pese a que se ha hecho lo propio con otros miembros de la jerarquía eclesiástica.

Hacia adentro de la Iglesia Católica tiene un estilo de conducción muy claro y firme, en donde intenta cobijar a todos, aun los más cuestionados, con o sin razón.

En su primera aparición pública como Papa, no usó el capelo rojo, símbolo del poder del Vaticano. Además de llamar la atención el nombre elegido, invocando a Francisco de Asís, apóstol de la vida austera, es de destacar que escogió un nombre que le permite ser “primero”, lo que puede indicar una intención de desarrollar un mandato de carácter fundacional. Es el primer latinoamericano y el primer jesuita.

Su desafío será grande, más aún por su avanzada edad, lo que invita a pensar en un papado de pocos años, al menos comparativamente con otros de la Iglesia Católica. Juan XXIII estuvo sólo tres años al frente de la misma, pero pasó la historia por convocar al Concilio Vaticano II, motor de inmensos cambios que trascendieron la vida de ese Papa y el de su sucesor Pablo VI.

Quizás a Jorge Bergoglio le espere un desafío equivalente.

Buenos Aires, 13 de marzo de 2013

A continuación, transcribo parcialmente un artículo publicado en ArgenPolitica hace once años, en la Semana Santa de 2002. Lo titulé “Un pastor, un rebaño y mil ovejas descarriadas” y allí hablaba de la descomposición del liderazgo en los distintos ámbitos de la Argentina.

Destacaba la excepción que al respecto constituía la Iglesia Católica Argentina conducida por Jorge Bergoglio. El Papa era Juan Pablo II, ya debilitado en su salud, quien moriría tres años después. Algunos párrafos allí expresados hoy cobran una gran vigencia.

En lo personal, aún me hallaba dentro de la Iglesia Católica, de la que me fui en 2006, buscando otra experiencia de vida cristiana, la que hallé dos años más tarde, congregándome en el Ministerio Presencia de Dios hasta la fecha.


Un pastor, un rebaño y mil ovejas descarriadas

Por Mariano Rovatti 

Publicado el Viernes Santo de 2002

El entramado social y político de la Argentina de hoy nos muestra una profunda crisis de liderazgo en todos sus sectores. La falta de una firme conducción en el Estado a partir de la llegada al poder de Fernando De la Rúa, se contagió a los demás factores de poder real.(,,,)

La excepción

El único factor de poder real en la Argentina que no responde a la generalidad de la atomización del poder es la Iglesia Católica.

Su líder indiscutido es el Arzobispo de Buenos Aires, el Cardenal Jorge Bergoglio. La Iglesia, que también tiene múltiples sectores dentro de su seno, ha logrado unificar el discurso, el accionar y el liderazgo.

Bergoglio es un jesuita -el sector eclesial que mejor entiende el poder- ungido como Cardenal a una edad relativamente temprana, que ha construido poder a partir de su capacidad estratégica y su estrecha relación con el Papa Juan Pablo II. Bergoglio pertenece al juanpablismo, el sector interno de la Iglesia Católica que le es más fiel al pontífice.

Cuando fue elegido Arzobispo de Buenos Aires, y luego Cardenal, postergó a otros obispos que apetecían ambas nominaciones, tales como Estanislao Karlic (Presidente la Conferencia Episcopal) y Jorge Casaretto, políticamente más afines en su momento a la Alianza.

El discurso asumido por Bergoglio -quien tiene más cercanía con el peronismo tradicional- es de un fuerte contenido político, muy poco común entre sus pares, quienes eligen generalmente declaraciones más generalistas y principistas. Durante el gobierno de De la Rúa, del púlpito de la Catedral Metropolitana salieron las críticas más agudas, punzantes e hirientes que escuchó el aburrido ex Presidente.

Cuando Duhalde asumió la Presidencia, se esperó que Bergoglio le diera un fuerte apoyo, pero la actitud del Arzobispo fue prudente. Mantuvo una actitud expectante, y a la Mesa de Diálogo Social envió primero a Karlic y luego a Casaretto. El fracaso de dicha Mesa hasta el presente es absoluto, pero no lo tocó a Bergoglio.

El liderazgo de éste en la Iglesia argentina se compadece con el que ejerce Juan Pablo II a escala mundial. El Papa polaco ha demostrado una formidable capacidad para construir poder político, y para contener dentro del redil de la Iglesia a todas sus ovejas. Desde el Opus Dei, hasta la Teología de la Liberación, todos reconocen su autoridad, aunque no compartan sus ideas.

Elegido no por casualidad en medio de la crisis Este-Oeste, Juan Pablo II anudó una alianza estratégica con la revolución conservadora de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, para borrar de la faz de la Tierra al enemigo común, el comunismo.

En los territorios liberados de la opresión roja, florecieron templos católicos y locales de fast food con la misma intensidad. Las necesidades del alma y la apetencia de consumir habían estado largamente postergadas detrás de la cortina de hierro.

La Iglesia también creció en el mundo occidental, durante la gestión de Juan Pablo II. Se consolidó como una referencia moral ineludible en un tiempo de zozobra espiritual, frente al vacío existencial al que lleva el sistema económico actual, fuertemente competitivo y materialista.

El Papado de Juan Pablo II -conservador en los contenidos y transgresor en las formas- será recordado como uno de los más exitosos de la historia. Hay que remontarse muchos siglos atrás para encontrar otro período tan fructífero en materia de crecimiento y expansión de la Iglesia. Juan Pablo revirtió la tendencia de autoencierro y decadencia, sufrida por ella a través de muchos siglos. La institución sufrió descomposición interna, divisiones, y ataques del positivismo, del cientificismo y del secularismo en distintas formas, además de las sangrientas persecuciones políticas padecidas por millones de fieles en distintos países del mundo y en distintas épocas.

Junto al Islam, desacreditado en Occidente, la Iglesia Católica es hoy el único factor de poder real a escala mundial que cuestiona al pensamiento único demoliberal-capitalista, triunfante luego de la caída soviética.

En estos días, en que Juan Pablo II sufre las incapacidades de su cuerpo, circuló la versión de que durante el transcurso de este año abdicaría de su Papado. La posibilidad es creíble, ya que un líder que tiene todos los resortes del poder bajo su control, no esperaría a su muerte para elegir su sucesor. Una gestión exitosa debe ser continuada por un hombre fiel, sin dejar librado al juego de los tironeos políticos la perdurabilidad de su obra.

La abdicación sería la manera elegida por el Papa para que sea él mismo quien elija a su sucesor. El Papa actual fue elegido en el contexto de la crisis Este-Oeste, siendo designado un hombre nacido en un territorio sojuzgado por el comunismo. Es lógico pensar que en este nuevo contexto, en que la crisis tiene la dirección Norte-Sur -es decir desarrollo-subdesarrollo- el nuevo Papa surja del mundo subdesarrollado. Imaginar un pontífice africano o asiático todavía parece demasiado osado, por lo que es de suponer que el sucesor de Karol Wojtila surgirá del continente en donde la Iglesia ejerce su mayor influencia: América Latina.

En el último sínodo de obispos, se dice que con algunos gestos, el Papa le dio cierta preeminencia a un prelado de la República Dominicana. Pero también se destacó la nominación de Jorge Bergoglio como secretario del sínodo, el cargo número tres en importancia relativa.

Si el Papa abdica este año, las chances de Bergoglio de sucederlo o de ocupar un cargo estratégicamente importante en la estructura de poder vaticana -¿Secretario de Estado?- son muy concretas.

Si así fuera, fronteras adentro de la Argentina, el liderazgo de Bergoglio excedería el marco eclesial, y sería comparable a lo que ocurrió con el Papa, el régimen comunista y el surgimiento de Lech Walesa. En tal caso, no parece fácil encontrar en nuestras tierras un correlato del caudillo de Gdansk.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo! Coincido con el análisis respecto al paralelismo entre un Papa polaco, elegido para derribar al Comunismo, y un Papa Latino americano, para combatir la corrupción y la pobreza. Abrazo! Gerardo Dj.