Macri quiso ganar solo y pagó el costo



por Marcos Novaro

El líder del PRO pagó un alto precio por el pelito con que Horacio Rodríguez Larreta triunfó en la ciudad. Y puede que ese precio alcance para reducir sus chances de ganar la Presidencia. Lo que debió ser la coronación de la estrategia escogida para procesar la sucesión en su distrito y el trampolín para reforzar su campaña presidencial se pareció bastante a un velorio. Podrá decir que enfrentó a “todos los demás aspirantes presidenciales”, que con más o menos énfasis, por una u otra razón, apoyaron a Lousteau. Y es cierto que les ganó. Pero zafó raspando y no puede responsabilizar por tan ajustado resultado más que a sí mismo.

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Macri debió saber que si quería un triunfo solo suyo corría este riesgo. Tal vez él tuvo buenas razones para privilegiar en su momento a Larreta sobre Michetti. También puede que haya tenido otras buenas razones para rechazar meses antes la propuesta que le hizo Ernesto Sanz de permitirle a Lousteau y al resto de ECO competir con el PRO en las PASO de la ciudad, en una réplica local de lo que el frente Cambiemos es a nivel nacional. Pero lo que Macri parece no haber advertido es que esos dos conjuntos de razones se contradecían entre sí.

Si mantenía una fórmula del PRO pura en la ciudad, y se encaminaba a una competencia contra Lousteau en las generales, le convenía llevar allí a su mejor figura pública, alguien que pudiera emparejar las habilidades comunicacionales del carismático pelilargo, y esa era Michetti, no Larreta. Si en cambio iba a privilegiar la experiencia en la gestión de éste último, entonces le convenía neutralizar el desafío que podía representar el líder de ECO en una competencia abierta, aceptando el precio de compartir la victoria en la ciudad, es decir, yendo a las PASO con el resto de Cambiemos.

No hizo ni una cosa ni la otra, tomó todos los riesgos, y pagó las consecuencias. Es cierto que de todos modos se salió con la suya, ganó y nadie va a disputarle el triunfo. Pero ya en la primera vuelta se advirtió que Larreta tenía un techo electoral bastante más bajo que el esperado. Si Lousteau hubiera tenido un poco más de tiempo para acorralarlo, las cosas podrían haber sido aún peores para el PRO.

Hay de todos modos algunos beneficios que Macri todavía puede extraer de esta situación. Por un lado, la reñida elección mantiene la atención de la opinión pública del país enfocada en la ciudad y en los aliados de Macri, que tienen la oportunidad de hacer por él lo que éste no pudo lograr por sí mismo: ayudarlo a sumar más apoyos.

Sanz, Carrió y sus respectivas fuerzas hasta aquí aparecían como chaperones desdibujados detrás de una candidatura unipersonal. Un poco por limitaciones propias, un poco por la cerrazón de PRO. Queda poco tiempo para potenciar la marca Cambiemos. Pero tal vez ahora tenga su oportunidad y eso es mejor que nada.

Por último, el buen resultado de ECO en el balotaje ha terminado de disolver al kirchnerismo en una oferta electoral que, a medida que se fue volviendo más atractiva y competitiva, pudo prescindir por completo de él. Arrastrando hasta al propio Scioli a apoyar a quien desde el oficialismo nacional habían venido descalificando del peor modo. Lousteau fue señalado desde el kirchnerismo, sucesivamente, como un joven brillante, un flojo funcionario que no pensó bien los números de la 125, un traidor a la causa porque no quiso seguir hasta el final la guerra contra el campo, un frívolo farandulero, un economista de derecha con el descaro de criticar el “modelo”, un vil instrumento de Carrió, y un macrista disfrazado. Y como cierre de semejante historial, mientras casi todos los militantes y dirigentes kirchneristas de la ciudad votaban en blanco en esta segunda vuelta, la enorme mayoría de quienes los acompañaron en la primera le dieron su voto al líder de ECO sin hacerse mayores problemas. No es lo que se diga una muestra de buen arte en la conducción política. ¿No se dieron cuenta acaso de que de no ser tan cerrados y mezquinos podrían haberle arrebatado el distrito a su mayor enemigo?

Scioli, por su parte, debió ver en esta secuencia una réplica de lo sucedido con su propia candidatura, y de lo que apuesta a que suceda en agosto y octubre: que ella sea el ariete del aparato digestivo del peronismo en la tarea de neutralizar y disolver al kirchnerismo, sin conflictos ni saltos.Y sobre todo sin que los afectados se den cuenta. Si el kirchnerismo se disuelve así de fácil como mostró la elección porteña, ¿por qué habría que votar contra el peronismo? Es por esto, además de por la oportunidad de mojarle la oreja a Macri, que Scioli se mostró tan entusiasmado con Lousteau, y lo llamó para felicitarlo como si hubiera ganado, en vez de hacerlo con quien sí había resultado vencedor.

Para los macristas esta experiencia, y la recomendación de Scioli de revisar errores, por más aviesa que les haya sonado, brindan también una oportunidad para definir si su campaña nacional va a tener o no un adversario, y si va a ser Cristina y los miles de camporistas atornillados en cargos públicos, el peronismo, el espíritu inmanente del populismo o la ola naranja. Nunca es tarde.

Marcos Novaro es politólogo, profesor de la UBA, director de CIPOL y co-autor de "Los límites de la voluntad. Los gobiernos de Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner" (Ariel, 2014)


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