Setenta escalones



Por Mariano Rovatti

Las PASO presidenciales dejaron –da cara al futuro- más dudas que certezas. Los tres candidatos principales tienen tantos motivos para ilusionarse como para preocuparse. Vienen dos meses intensos en donde ganará quien menos se equivoque. Cristina, cada vez más lejos del centro de la escena.

(si no sale el artículo completo, cliquear en el título)



Todos festejaron y lucieron sus rutilantes puestas en escena. Todos sobreactuaron su euforia, porque mostrarse feliz es más marketinero que mirar números e imaginar tendencias. Para seguir vivo, pareciera que es menester lucir sonriente y ganador, aunque no haya motivos.

Todos tienen razones para ilusionarse, y a la vez, para preocuparse. Nadie se aseguró nada, de acá hasta octubre. Agridulce es el sabor predominante de estas elecciones primarias para Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa.

El gobernador bonaerense es el ganador formal de la jornada del domingo 9 de agosto. Objetivamente, es el candidato más votado, pese a no participar de una primaria competitiva dentro de su partido. Retuvo el 30% de fierro del kirchnerismo, y le sumó el 8% restante con fe, con optimismo y con esperanza. Quedó a siete puntos del 45% que necesita para ganar en primera vuelta, que en realidad son menos de cinco, porque no se tendrán en cuenta los votos en blanco a los fines de determinar ese piso para evitar el ballotage. Parece que está muy cerca, pero…

Scioli puso todas sus fichas para que su sucesor fuera Julián Domínguez, emergente de un acuerdo con la mayoría de los intendentes, que intentaba poner a su primus inter pares, Fernando Espinoza, en la vicegobernación. Ello le garantizaba una ventaja desproporcionada en la infraestructura electoral a favor del presidente de la Cámara de Diputados, quien venía descontando la ventaja que le llevaba Aníbal Fernández. Una semana antes de la elección, el programa de Jorge Lanata denunció al Jefe de Gabinete por narcotraficante y autor intelectual del triple crimen de Gral. Rodríguez. Parecía que ese golpe dejaba en el piso a Aníbal, pero éste se impuso finalmente a Domínguez. Quizás para el paladar kirchnerista, éste representa más genuinamente la continuidad del modelo que su oponente interno. Quizás, la jugada del grupo generó el efecto contrario del que buscaba, con probable connivencia del gobierno provincial, responsable del penal en donde el periodista hizo la nota a su casi homónimo, condenado por la Justicia como autor material.

Scioli deberá encarar el tramo final de la campaña con el candidato a gobernador equivocado. Aníbal ganó la interna muy bien –pese a ser víctima de comportamientos fraudulentos en algunos municipios- pero es un ancla para el candidato a Presidente. Su imagen es repulsiva para la clase media, y neutraliza todo intento de Scioli de captar votos independientes. En la Provincia de Buenos Aires no existe la cultura del corte de boleta, y menos en esta elección, en donde la sábana mide más de un metro de largo. Aún para los electores expertos es complicado recurrir a la sutileza de cortar boletas. 

Otra circunstancia incierta es que pasará con los intendentes, que apoyaban a Domínguez, y ahora están dependiendo de la boleta de Scioli-Fernández. Para ellos, el domingo fue una jornada de derrota y pérdida de poder, ya que no lograron imponerse con su aparato y un candidato potable, frente a la alternativa incorrecta de Aníbal y Sabbatella.

¿Entregarán la boleta armada a sus vecinos? ¿ese juego incluirá la de Aníbal como gobernador? ¿o dejarán el lugar en blanco? ¿o intercalarán la de Felipe Solá? ¿o negociarán con el PRO?

Otra circunstancia importante es el efecto de las inundaciones, que ponen de manifiesto la floja gestión de Scioli como gobernador. Sumado a esto, la incómoda situación en la que se vio éste al tener que volverse de Italia. Tardíamente, el candidato oficialista intentó rescatar el dato más distintivo de su perfil político, el de estar al lado del que sufre, tal como hecho siempre con víctimas del delito, de desastres naturales o de accidentes, aun siendo su propia gestión la causa de dichos males.

También llama la atención el silencio de Cristina Fernández. Quizás, ello se deba a un pedido del candidato, ya que la presencia fuerte de la Presidenta en la campaña conspiraría para la llegada de Scioli al elector independiente. Pero también puede deberse a otras causas, más vinculadas al perfil emocional de la Jefa de Estado. Más allá del relativo avance de causas judiciales que la preocupan, la cercanía temporal con la pérdida del poder político no es una cuestión insignificante para quien vivió más de la mitad de su vida de manera ininterrumpida prendida de alguno de sus niveles. Para Cristina, el llano es un abismo.

También quedó con un sabor agridulce Mauricio Macri, quien ganó cómodamente la interna de Cambiemos. Si bien él obtuvo catorce puntos menos que Scioli, la suma de votos de la alianza representa un piso interesante, a ocho puntos y fracción del FPV. La brecha es reversible en una eventual segunda vuelta, sin contar la natural polarización que tenderá a generarse de acá hasta octubre.

Para que ello ocurra, el eje sobre el que tendrá que trabajar Macri no es peronismo vs. antiperonismo, sino kirchnerismo vs. oposición. Nuevamente, la suma de votos peronistas (Scioli, Massa, Rodríguez Saa) dio 62%, tal como ocurre desde 2003, en las elecciones presidenciales. La opción antiperonista tiene un techo que impide llegar al poder a quien la representa. ¿por qué el pueblo argentino sigue votando al peronismo? No hay una respuesta simple; un conjunto complejo de causas históricas, políticas, económicas, sociales y culturales lo pueden explicar, pero nos iríamos de tema si nos explayamos en esta nota.

Quizás así lo está entendiendo Macri al elogiar al gobierno de San Luis. También deberá motivar a sus socios, en especial a la Unión Cívica Radical, que hizo una de las dos peores elecciones de su historia (Leopoldo Moreau en 2003 sacó el 2,3%). La UCR le aporta buena parte de los fiscales que necesitará para cuidar los votos de octubre.

La gran revelación del domingo fue María Eugenia Vidal, que pàsó el 30% de los votos, representando al frente Cambiemos en su conjunto. La vicejefa de gobierno porteña demostró que es el único cuadro político de nivel dentro del PRO, abriéndosele un futuro más que promisorio. Ella sí maneja un discurso afín al peronismo tradicional, entrando en mayores definiciones que su propio jefe político. De todos modos, quedó a 10 puntos del total de votos del FPV.

Para Mauricio Macri, de ser el futuro Presidente deberá pensar que hará con Aníbal Fernández si éste se consagrara gobernador. El tema de la gobernabilidad estará en el tapete. Quizás, se vea en la necesidad política de intervenir la provincia al estilo Yrigoyen, durante algún receso del Congreso.

Otro logro de Cambiemos fue la victoria en la mayoría de los distritos del interior bonaerense. Más allá de lo que pase a nivel nacional y provincial, para el frente será un crecimiento acceder a numerosas intendencias en la zona más productiva del país, si se confirman estos resultados en octubre.

En el frente UNA, tanto Sergio Massa como José Manuel de la Sota se han manifestado conformes. Al menos en esta instancia, lograron resistir la polarización planteada desde el oficialismo y Cambiemos. De todos modos, la suma de sus votos quedaron a 10 puntos de la suma de Cambiemos y parece difícil descontarla. En este tramo que se inicia, la tensión polarizadora será mayor aún, y la perspectiva de impedir el triunfo de Scioli en primera vuelta será el principal adversario de UNA.

Conciente de ello, el diputado renovador Mauricio D’Alessandro promueve un entendimiento con Cambiemos y el frente Progresistas, para generar un compromiso entre las principales fuerzas opositoras, que le garantizarían a Cambiemos el apoyo en un ballotage, mayor dosis de gobernabilidad y ciertos espacios de poder para sus socios en un futuro gobierno. La propuesta será viable sólo si ello evita el triunfo del FPV en primera vuelta.

Para Sergio Massa y José Manuel de la Sota, no es lo mismo que gane Scioli o Macri. La victoria del ex motonauta lo consolidaría como el nuevo líder del peronismo, y lo pondría en el lugar de convocar a los separados con el fin de hacerse fuerte frente al kirchnerismo supérstite. Allí el Frente Renovador quedaría bajo el riesgo de ser vaciado por Scioli. Y De la Sota correrá un riesgo similar, por la necesidad de Juan Schiaretti de tener un vínculo provechoso son el poder central.

Pensando en sus futuros políticos a Massa y De la Sota les conviene que gane Macri. Y que así, el FPV quede disuelto, participando de la reorganización de justicialismo desde posiciones representativas, desde el llano y en igualdad de condiciones con los demás actores políticos. En ese contexto cobra sentido la propuesta de D’Alessandro, que debe incluir la participación tanto de Massa como de Felipe Solá, manteniendo sus pisos de adhesión. Si se bajaran de sus candidaturas, serían lo último trascendente que hicieran en la política.

Nos esperan setenta días calientes. Cada día será un escalón que habrá que transitar uno a uno hacia un final incierto

Buenos Aires, 14 de agosto de 2015

Gracias por leer, comentar y/o reenviar este artículo

No hay comentarios: